miércoles, 30 de diciembre de 2009

Feliz 2010



Hace tiempo llegué a la conclusión de que las personas somos en cierto modo como los globos aerostáticos, vamos navegando por el mundo un poco a la deriva de los acontecimientos al igual que el viento actúa sobre estas naves. A la par que estos artefactos, nosotros los humanitos podemos elevarnos para hacer camino gracias a nuestro calor interno y es necesario que soltemos lastres si acaso queremos despegar y tomar cierta altura que nos permita hacer nuestro viaje.
Hoy me he acordado de esta conclusión a la que llegué no sé cuándo ni porque pero con la que sin duda hoy, quizás más que en otras veces, me identifico. Hoy llevé a cabo una decisión pensada y meditada durante largo tiempo, hoy solté un lastre pesado que no me permitía despegar; y no voy a negar que ahora me sienta un poco desangelado, asustado y aunque me disponga a tomar cierta altura o al menos cierta distancia, el vértigo en este primer tramo me acompaña. Sé que la incertidumbre es el abracadabra de la vida y miro el futuro con mirada esquiva, pero confío en mi calor interno para que me ayude a subir hasta la altura necesaria y así vislumbrar con mayor claridad el camino que me quede por recorrer.
Este año 2009 que ahora acaba ha supuesto para mí un tiempo de cambios, algunos más sutiles y otros más radicales, algunos más dulces y otros más amargos. Me quedo simplemente con que ha habido cambios y para mí los cambios y la vida están íntimamente ligados con lo cual me quedo con que he vivido, que no es poco.
Si tengo que pedir algo para el 2010, quizás me quedaría con la capacidad para seguir afrontando los cambios que tengan que suceder, que no es poco.
No sé si acertada o equivocadamente pero intento aplicar la filosofía de no desear a los demás lo que no te desees a ti mismo y viceversa (y no me va el masoquismo, que no se asuste nadie); así que como un deseo en el nuevo año para todas aquellas personas que me acompañan en este espacio, extiendo mi petición particular a todo el respetable y que dios reparta suerte.
Feliz y pacífico año 2010.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Humanos (con derechos...)

Hoy se celebra, o mejor dicho se recuerda que existe una cosa llamada "derechos humanos", algo que a mi entender resulta una redundancia, pues si hicieramos el esfuerzo por ser la segunda parte del concepto, la primera vendría implícita, pero en fin, aparco el cinismo y me quedo con la necesidad de seguir arrimando el hombro para hacer de esta piedra cósmica que es nuestro planeta un espacio pisable y habitable, en donde podamos convivir todos los seres que la poblamos. Para mi, los derechos humanos son derechos terrestres, no los concibo como una cuestión que solo afecta a la categoría de los hominidos. Se que puede haber muchas opiniones y matizaciones acerca de esta visión, pero creo que no fastidio a nadie ni a nada por pensarlo y sentirlo así; y no me creo eso de que el ser humano es el ser superior de este planeta, pues si así fuese no estaría el planeta como está.
Hace tiempo leí un cuento que me gustó mucho por lo sencillo y lo profundo de su mensaje. Yo me lo intento recordar todo lo amenudo que puedo y creo que en este día de conmemoración no está mal traído. Dice así:
UNA ESTRELLA DE MAR
Cierto día caminando por la playa, reparé en un hombre que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez. Tan pronto como me aproximé, me dí cuenta de que lo que el hombre agarraba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena, y una a una las arrojaba de nuevo al mar.
Intrigado, le pregunté sobre lo que estaba haciendo, y él me respondió:
- Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano. Como ves, la marea es baja, y estas estrellas han quedado en la orilla; si no las arrojo al mar, morirán aquí por falta de oxígeno.
- Entiendo -le dije-, pero debe de haber miles de estrellas de mar sobre la playa...No puedes lanzarlas todas. Son demasiadas. Y quizá no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?
- El hombre sonrió, se inclinó y tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar, me respondió:
-¡Para ésta si tiene sentido!
Quizás nuestra fuerza es pequeña, incluso ridícula comparada con la que puedan ejercer "los poderosos", pero curiosamente tod@s estamos tocad@s por ese alo de poder, pero nos negamos a apreciarlo porque nos cegamos con el resplandor de nuestra impotencia. Nos sentimos hormiguitas al lado de quienes consideramos que son los que "pueden" hacer algo, pero aún así creo que podríamos entonces hermanarnos con aquellas hormiguitas que también tenemos por debajo y que nos ven como "poderosos" y desde nuestro ínfimo pedestal empezar a cambiar. Como dice Viglietti tan bien dicho:
"Si yo no cambio un poco mis fallas mis males
¿cómo cambiar entonces las tierras, los mares?
Si no cambio un poquito mis mañas mis juegos
¿cómo cambiar en algo los dramas los fuegos?"

miércoles, 2 de diciembre de 2009

:s

Esto es ficción: (tira cómica de Quino)



Esto es realidad: (Diario Jaén 11 de noviembre de 2009)


¿QUIÉN DIJO QUE LA REALIDAD NO SUPERA A LA FICCIÓN?


domingo, 22 de noviembre de 2009

Soltar


Hay un aforismo oriental que viene a decir algo así como que la taza solo tiene sentido cuando está vacía. Creo que en cierto modo con la vida ocurre lo mismo, o al menos lo dejo para mi vida (evitaré extender mi ombligo a los confines del universo). A veces me encuentro con la necesidad de soltar lastre, de pasar página o incluso de cambiar de libro, de dejar equipaje en alguna estación de las que recorro en mi viaje vital para ir así más ligero y darme la posibilidad de recoger otras cosas, nuevas experiencias, vestirme con nuevas sensaciones que alimenten mis ganas de seguir viviendo, de rastrear el camino deleitándome en los rincones que me apetezcan.
Mi propia naturaleza me lo recuerda en cada respiración “espira si quieres de nuevo inspirar y oxigenarte”. Cuando la mano está abierta y relajada puede advertir el sentido del tacto mejor que cuando se aprieta en un puño que ciega las sensaciones. Cada vez que salgo a la montaña lo tengo presente, la cima no se encuentra arriba, está abajo al regresar de ella sano y salvo; y por supuesto que una retirada a tiempo es un triunfo. Cada vez soy más creyente del camino que de la meta.
Quizás por esto, supongo que entre otras muchas cosas, me siento a veces un poco en el aire, como un nómada vital, es decir, sin definir, sin terminar de asentarme; y cuando me preguntan qué hago en la vida o a qué me dedico me tengo que morder la lengua porque lo primero que me dan ganas de decir es “a intentar ser feliz sin joder a nadie”, pero claro, esa no es la respuesta esperada, aunque también es cierto que tampoco tengo un guión recurrente que satisfaga al interlocutor de turno como si le diese un buen hueso a un perro que se queda satisfecho mientras mueve feliz su rabo y a mí me deja tranquilo.
Y así andamos, desplegando velas, sintiendo el viento y por encima de todo como decía no recuerdo quien, intentando tomarme la vida no demasiado en serio porque total, nadie escapa vivo de ella.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Eclosión
















Ha pasado ya un mes desde mi última entrada y no puedo negar que mi vida ha cambiado cualitativamente dando un giro de 180 grados. Aunque el tiempo es el mismo de antes y pasa con la misma velocidad de siempre mi percepción del mismo es bien distinta a como antes lo apreciaba. Los días no me resultan ni largos ni cortos,los percibo simplemente intensos. Es un proceso de aprendizaje continuo y no me refiero solamente a todas las destrezas que tengo que adquirir y/o cuestiones que conocer, sino al hecho de ver como la vida actua de forma natural y calmada pero continua y eficazmente. Es un proceso casi milagroso apreciar los cambios tan rápidamente.
Aunque el cansancio a ratos me pasa factura, la revolución emocional y experiencial es tan grande que amortigüa el peaje físico.
No se como definir esta etapa que estoy viviendo, solo se que si no es felicidad entonces no se qué carajo es la felicidad.

viernes, 16 de octubre de 2009

Cuenta atrás.


Mañana nacerá mi hija. Puede sonar a profecía de uno de esos teléfonos 803, pero la realidad no es otra que tener programada la cesárea una vez visto que la niña no se coloca en la posición correcta para comenzar su viaje a través del canal del parto; y poder así dejar a la naturaleza seguir su curso normal. Esta mañana nos decía la ginecóloga “para nosotros los médicos lo correcto es dejar a la naturaleza actuar, pero cuando por diversas causas este discurrir se bloquea entonces es cuando ayudamos a la naturaleza”. Así que mañana en un trabajo cooperativo entre la naturaleza, la madre y la ginecóloga me regalarán una hija que seguramente cambiará mi vida a lo largo y a lo ancho.
La lingüística nos dota de abundantes palabras y estructuras gramaticales que permiten expresar, comunicar y entender muchísimas situaciones y experiencias; pero a pesar de ese basto compendio de recursos no consigo encontrar las palabras que puedan dibujar mi estado interior. Decir que la incertidumbre, la preocupación, la alegría o la impaciencia recorren mis galerías es hacer apenas un esbozo en este intento de retratar mi estado mental, físico y emocional. Está claro que hay cosas que no se pueden explicar y solo queda vivirlas, o así me lo parece desde esta incapacidad en la que ahora me veo.
En esta prehistoria de nueve meses he pensado muchas veces en el momento que viviré en unas pocas horas. He intentado imaginarme ese instante en el que podré ver por primera vez su rostro, tocar su pequeño cuerpo, acogerlo entre mis brazos y reconocer que esa vida es parte de la mía. Pero sé que por muchos intentos de imaginación o muchos posibles guiones que me pueda construir, la realidad es maravillosamente más extensa y sorprendente. Me quedo pues, con la idea de que la reacción, los pensamientos y la emoción que afloren en ese momento serán los que tengan necesidad de salir y ahí intentaré que la naturaleza no tenga ningún obstáculo para actuar.
Por eso hemos decidido no avisar a nadie, ni amigos ni familiares, hasta que no haya pasado todo, cuando ambas, madre e hija hayan salido del quirófano y haya constancia de que están bien y ese primer encuentro de los tres haya tenido el tiempo y la intimidad que necesitan, entonces se podrá hacer la fumata blanca, tocar las campanas y anunciar la buena nueva.
El momento en que la engendramos fue un momento de intimidad entre la madre y yo y así queremos tener también ese primer encuentro con nuestra hija, en una intimidad cálida y amorosa como la que dio lugar a la chispa de su vida.
A pesar de la intimidad de la situación, ahora, unas horas antes, yo necesitaba expresarme, soltar un poco amarras y gritar al vacío de la noche que este vértigo que ahora me acecha no me hace mella porque la ilusión y las ganas de ser feliz soplan mis velas desde esta prehistoria gestada hacia la bella historia que está por llegar.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Espalda.










Mi relación con la espalda ha pasado por distintas fases o experiencias, no se exactamente como definirlo. No sitúo en mi memoria un recuerdo matriz de tener conciencia de esa otra cara, como mucho, puedo rememorar sensaciones difusas relacionadas con las significaciones que se han dado respecto a esta porción del cuerpo. Recuerdo por ejemplo, la sensación de fastidio, vergüenza e impotencia cuando en primero de EGB me castigaron de cara a la pared durante toda una mañana por equivocarme en las cuentas. En este caso era yo el que daba la espalda pero tenía la sensación de que era el mundo el que me la daba a mí al verme exiliado frente al paisaje de cal y desconchones de la pared de la clase.
Como digo, más que experiencias directas con la propia espalda archivo efectos colaterales que se le han asociado: darle la espalda a alguien porque no te hablas con el o ella, darte la vuelta para mirar a otro lado y no ver o hacer como que no ves algo que no te interesa, correr todo lo que el cuerpo te dé para dejar de ver esa parte del cuerpo del que va por delante de ti en la carrera…en fin, se podría decir que más que con la propia espalda he tenido más contacto con la sombra o la proyección de ésta en sus diferentes representaciones culturales; e incluso me atrevería a decir que ese contacto ha estado también ensombrecido por predominar connotaciones negativas.
Fue a partir de empezar a practicar yoga cuando esa sombra empezó a tener características físicas apreciables para mis sentidos, longitud, superficie, movilidad, ductilidad y toda una suerte de sensaciones que empezaron a transmitirme un lenguaje más allá del convenio cultural con el que hasta entonces me había relacionado. Con el tiempo, la senda del yoga me ha ido llevando en una expedición físico-emocional a lo largo y ancho de esta geografía dérmica y me ha desarrollado un sentimiento de aprecio (en el sentido de reconocer), ternura, valoración, comprensión y cuidado hacia mi otra cara.
Hoy día me relaciono con muchas personas que tienen en cuenta su espalda a partir del síntoma del dolor, lo que da lugar a que esa gran desconocida se haga notar más como un problema que como un complemento de nuestro ser. Yo intento transmitir que hay que cuidar y atender más allá de lo que se ve y no quedarnos en la punta del iceberg, pero la realidad es que vivimos en los tiempos de la imagen, nos relacionamos con el medio principalmente mediante el sentido de la vista y desde ella calibramos nuestro paso por el mundo. Atendemos y cuidamos lo que vemos y así, casi que creemos que existe solo lo que nuestras pupilas recogen. Con lo cual, mientras la especie no evolucione hasta el punto de tener también ojos en la nuca, principalmente seguiremos cuidándonos mucho más de fachada que de la parte posterior. Y esto no solo afectará al plano puramente físico, sino también a niveles más profundos como el componente emocional que cada parte de nuestro cuerpo arrastra como un equipaje, quizás no deseado aunque asumido, pues en la espalda sufrimos la carga de la regular o pésima gestión de nuestras relaciones. Mientras de fachada nos esforzamos en mantener la compostura, la realidad es que nos cargamos con más de lo que nos corresponde en muchas ocasiones. Y aunque nuestra boca dibuje el modelo perfecto para un anuncio de dentífrico, nuestra columna se curva cada vez un poco más abatida.
Quizás sería una buena medida de salud pública plantearnos una atención integral de nuestro espacio corporal como un paso previo a un tratamiento holístico y pacificador para con nosotros mismos. Y desde ahí si que nos podríamos plantear arreglar el mundo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Otoño.


El verano ya toca a su fin, al menos en lo que a fenómeno astronómico se refiere pues con el cambio climático que venimos provocando y arrastrando, a este paso a lo más que llegaremos a saber es que la temperatura puede cambiar aunque no sepamos cuándo ni cuánto.
A mi me gusta el otoño, antes no me gustaba pero ahora en cambio me relaja mucho. Me ha sucedido lo contrario que con el verano. Cuando era un niño era la temporada estival mi preferida y la que relacionaba con las vacaciones y el descanso; y el otoño lo relacionaba con la vuelta a la escuela y las ganas de morirme que me entraban nada más que de pensar en verme encerrado cada día entre esas cuatro paredes. No me extrañaba al ver que en esta época también los árboles se quedaban moribundos, sin hojas, como la raspa de un pez, pues en cierto modo, ya digo, yo también me apagaba considerablemente. Sin embargo ahora es distinto, sigo teniendo la referencia de las vacaciones ubicada en el verano pero este tiempo lo relaciono más con el jaleo de la gente en las calles, los chiringuitos, el desbarre sistemático del personal pillando unas borracheras de órdago, que se puede ir viendo lamentablemente cada vez con más frecuencia; y toda una serie de imágenes que a mi personalmente me estresan muy mucho. Y no digo que el que le pegue a la botella haga parada biológica como en los caladeros de pesca cuando llega el otoño, no soy tan incauto, aunque creo que quizás el fresco que comienza a aparecer en este tiempo invita a ir recogiéndose un poco y sobre todo a levantar un poco el freno del acelerador.
Se puede intuir que no soy una persona que le vaya demasiado el bullicio, pero no quiero decir con esto que abogue por una sociedad nórdica en dónde estemos metidos cada uno en nuestras casas sin apenas interaccionar. No llego a este extremo, aunque reconozco que tengo el umbral para el ruido cada día más bajo y me cuesta convivir con la fiesta si tiene una periodicidad corta.
Por otro lado, con el tiempo he ido descubriendo la maravillosa paleta de colores, olores y sabores que brinda el otoño; y si bien los días y la luz dura menos tiempo, también es cierto que la temperatura me resulta más agradable y llevadera que en esta estación que ahora acaba.
El caso es que dentro de muy poquito comenzará el otoño y habrá por delante este año 89 días y 20 horas según afirman los astrónomos (aunque luego la naturaleza campará a sus anchas según considere). Y puede ser una buena excusa esto del cambio de estación para reinventarse y darle una vuelta de tuerca a nuestra capacidad de disfrute, impregnándonos los sentidos de todo el potencial que nos rodee.
El otro día escuchaba el término “destrucción creativa” que al parecer lo acuñó un economista llamado Schumpeter allá por los años 40, para describir el proceso de innovación y como repercutiría en el mercado..., bueno, economía , crisis y otras hierbas aparte, la cuestión es que me parece que es un término que se ajusta también muy certeramente a lo que sucede en el otoño, pues las hojas caen, muchas plantas parecen quedar destruidas y sin embargo todo el proceso va dando unos paisajes de lo más creativos y evocadores y que sin duda son el germen de todo un potencial de brotes venideros. Quizás se podría también aplicar a nuestro quehacer, de manera que dejáramos caer cada cual lo que considere que toca soltar para que el viento nos ventile y nos prepare para acoger nuevos brotes.
Feliz otoño, también.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Por retomar compartiendo...

Todavía con el efecto del yet lack (pero no de viajar sino del trastoque horario efecto de las sobredosis de café), me voy poco a poco reincorporando a la vida cotidiana. Ahora estoy retomando ciertos hábitos deseables y necesarios para mi supervivencia existencial; y uno de esos hábitos es la lectura, pues aunque no he dejado de leer en estos días, digamos que las lecturas que me ha tocado lidiar no eran las más apeticibles ni tan siquiera atractivas, pero como se suele decir son cosas del directo y la vida no es sino un continuo directo y es lo que tocaba en este momento.
En fin, la cuestión es que en estos días he comenzado a leer un libro de Juan José Millás que se titula "articuentos" y que estoy disfrutando bastante, pues si bien Millás tiene una forma de escribir que me gusta mucho, además coindice que se trata de pequeños cuentos, género que a mi en concreto me encanta.
Aunque poco a poco iré soltando de nuevo por esta ventana que mira al ciberespacio, globos con mis pensamientos, reflexiones y pajas mentales, sirva como señal de vida el compartir este articuento que leí hace un par de días y que me hizo reir, cosa que agradecí por lo bueno de la risa en general y por que me sirvió de aire fresco frente al ánimo que me ha dejado el periodo de exámenes.
NOTA: el libro titulado articuentos, está integro en la página personal de Juan José Millas, de hecho de ahí he tomado prestado el texto al que hago referencia y que pongo a continuación. Este es el enlace dónde se pueden leer todos los demás articuentos:
Aseo de jefes

Las relaciones interpersonales son muy complicadas. Vean, si no, esa curiosa noticia según la cual la policía se tiñó el pelo de verde para presionar a sus jefes. ¿Qué más dará a los mandos que lleven el cabello de uno u otro color? En fin, cada uno protesta como puede. Yo tuve un jefe al que le sentaba fatal que me hiciera el cojo, de modo que cuando teníamos conflictos laborales me pasaba la mañana renqueando.
-¡Deja de cojear! -gritaba como un energúmeno.
Yo le decía que me dolía el pie y nunca encontró la manera de demostrar lo contrario. Era un jefe psicosomático. Le llamábamos así, El Psicosomático, porque se apropiaba de cualquier síntoma que pasara cerca de él. De hecho, los días que yo cojeaba para quejarme de esto o de lo otro, él regresaba a casa cojeando también. En cierta ocasión empecé a quejarme del estómago y a las dos horas hubo que llevarle a urgencias con un ataque de apendicitis. Un día hice como que me había quedado ciego de repente y al salir de la oficina le pilló un coche por cruzar la calle sin mirar. Eso dijeron, pero yo creo que fue por cruzar la calle sin ver. Era muy fácil hacerle la vida imposible.
Tuve otro jefe que clausuró una zona de los servicios y colocó un cartel en el que ponía: "Aseo de jefes". Todos los días, a las diez de la mañana, le pedía la llave a la secretaria y se retiraba a meditar. No recuerdo cómo, conseguimos hacer una copia de la llave y le dejábamos anónimos absurdos pegados al espejo: "Aquí hizo pis un empleado normal y corriente en febrero del 79". Incomprensiblemente, estas notas le daban rabia en lugar de darle risa¼
-¿Quién ha escrito esto? -gritaba hecho una furia, agitando el papelito en el aire.
-Pero si sólo tiene llave usted -respondíamos con expresión ingenua, como si se tratara de un fenómeno paranormal. Cambió la cerradura siete veces, pero siempre lográbamos sacar una copia. Al final le hicimos creer que el autor de las notas era él mismo y que las escribía con una parte de sí mismo de la que no era consciente.
-Como el estrangulador de Boston -añadíamos, insinuando que podía acabar matando ancianitas si no se controlaba un poco.
Al final renunció a tener un aseo para él solo, aunque era lo que más ilusión le hacía de ser jefe, y quitó el cartel, que logré llevarme a casa, de recuerdo. Todavía anda dando vueltas por ahí.
Mi jefe, en cambio, ya no da vueltas, ni siquiera camina en línea recta: falleció de la próstata y en el velatorio fue muy comentada, entre risas, esta manía suya tan territorial.
Al que le sustituyó le molestaba mucho que oyéramos la radio, aunque ello no afectara a nuestro trabajo, que consistía en poner a la derecha los papeles que otro había puesto a la izquierda. Como le gustaban los trámites, llevó a cabo la prohibición a través de una circular difícil de entender donde se argumentaba que la empresa nos pagaba por disponer de nuestro cuerpo y de nuestra mente durante toda la jornada laboral. Según él, la radio nos arrebataba la mente, que por otra parte jamás llegamos a utilizar para cambiar de sitio los papeles ni para comunicarnos con él.
Un día se me ocurrió ponerme unos cascos en las orejas escondiendo en el cajón el extremo de los cables. Cuando se acercó con expresión de triunfo para echarme la bronca y vio que no había radio, se quedó helado. Sufrió lo indecible el pobre, pues yo de vez en cuando a veces sonreía ensimismado, como si estuviera oyendo un programa muy gracioso. Al poco, todo el mundo llevaba cascos y todo el mundo sonreía ensimismado.
El hombre hizo varios borradores de circular intentando prohibir los cascos, pero los rompió todos por temor al ridículo. Más tarde, uno de los compañeros nos confesó que oía voces a través de los cascos y aquello sirvió de tema de conversación durante varios meses. No hay nada como un jefe prohibidor para estimular la imaginación de la gente.
El caso es que los policías de Madrid se tiñeron de verde para molestar a Cotino. No conozco personalmente a Cotino, pero parece muy susceptible. Lo más probable es que tenga un servicio para él solo en el que pone "Aseo de jefes".
Si no da resultado lo del pelo, yo recomendaría a los policías que se hicieran los cojos. Seguro que es una de las cosas que más le molestan. La cojera, al mismo tiempo, humanizaría mucho a los policías de proximidad. O sea, que ganamos todos. Ánimo.

sábado, 15 de agosto de 2009

Estoy sin estar.


Hace ya una semana que regresé, si bien sigo ausente pues estos días tengo que enfocar mi energía en dirección a la semana de exámenes de septiembre. Si todo sale bien terminará una etapa larga (demasiado larga) de mi vida y si no sale bien pues se alargará aún más.
Yo, que siempre he sido corredor y he disfrutado moviendo mis piernas, paradojicamente reconozco que ahora esta carrera me tiene ya las fuerzas limadas. Más exactamente, tengo la motivación un par de pisos más abajo del sótano, pues a qué negarlo, en este tiempo me he ido desencantando con la carrera, con las propias universidades con el sistema tal y como está montado a nivel social, a nivel laboral... sí, ya se que no estoy descubriendo la fórmula del algodón dulce y que estas cuestiones las ven claras hasta los ciegos, pero no se, el caso es que llevo tiempo intentando digerir todo este rollo sistémico-existencial en el que vivo y cada vez tengo más claro que el conocimiento y la titulación no son hermanos siameses, al igual que no son inseparables las vacaciones y el descanso, la riqueza y el dinero y muchas y variadas parejas socialmente establecidas.
El caso es que en estos días de distancia que me he tomado, he tenido tiempo para tener silencio, soledad, lectura, dibujo, montaña...digamos que he disfrutado de espacios y tiempos para los que no suelo dejar mucho espacio ni tiempo (valga la rebuznancia), lo que me ha supuesto una hemorragia de placer, hasta tal punto que cuando llevaba unos días acoplado en el nuevo lugar y mi cuerpo y mi mente se relajaron comencé a tener como una especie de respuesta de choque y empecé a notar palpitaciones, presión en el pecho y cierta sensación de ahogo... la verdad es que no daba muy buen rollo, pero tenía tantas ganas de desconectar que opté por no hacerle demasiado caso y dejar fluir todo, suponiendo o queriendo suponer que esas sensaciones pasarían. Y efectivamente pasaron y en unos días todo volvió a la normalidad. Pero este hecho me hizo pensar acerca de como vamos integrando nuestro día a día en nuestra vivienda principal que es nuestro cuerpo.
Yo, que no soy lo que se dice una persona que tenga un ritmo de vida estresado, ni realizo unas actividades que lleven mi cuerpo hasta extremos que lo machaquen, llegué a la conclusión de que no hace falta que caiga una tromba de agua y el río tenga una crecida para que tu casa sea arrastrada, pues basta con que haya una pequeña fuga de agua que se filtre en dirección al subsuelo para que todo sea cuestión de tiempo y los cimientos estén posados sobre terreno cenagoso y tu casa tiemble y titubee su estabilidad. Esto es exáctamente lo que creo que me pasó o al menos es la interpretación que yo le he dado, en este hobby mío de comerme el coco a dos manos.
Los microestresores que me bombardean a diario desapareciron (ruidos, vecinos, tele, noticias...) y fue como apagar toda una serie de estímulos perpetuos a los que estoy normalmente expuesto. De alguna manera mis sistemas internos se resetearon y quizás como un ordenador, tuve un proceso de reinicio y de chequeo para calibrar fallos en mis circuitos, mi memoria y mi batería. Quizás si no hiciera estas paradas, si siguiera de manera perpetua en esa dinámica de microtensiones, llegaría un momento en que haría "plof" y me fundiría de la manera más tonta.
He aquí otra relación engañosa y socialmente establecida, descansar cuando se está cansado. A veces puede ser tarde, porque el concepto cansancio como el de libertad, felicidad, amor y tantos otros, no los llegamos a tener meridianamente claros...y así nos va como nos va.
Ahora, en estos días en que los libros me ocupan casi de lleno, en que leyendo ciertas estupideces - además mal escritas-, por una doctora en psicología y una doctora en pedagogía; con cierto tono de encabronamiento en el ambiente me pregunto ¿para qué narices quiero yo terminar la carrera? ¿de qué me ha servido hacerme ciertos cuestionamientos? ¿para qué coño me he reiniciado, para literalmente volver a empezar en la misma historia? Me acuerdo entonces de las taticardias y postergo las respuestas a partir del día 8 de septiembre que acabe el examen.

jueves, 23 de julio de 2009

Cerrado por vacaciones

Puesto que según cuenta el génesis hasta el mismo dios descansó al séptimo día, un servidor que es bastante más endeble que dios necesita con más razón un descanso, por lo cual, desde ya me piro y volveré en unas tres o cuatro semanas.
Espero que todo aquel que lea estas palabras, bueno y también quien no las lea, disponga de un tiempo para descansar o para hacer un parentesis a la rutina que le acontece y oxigenarse con otras actividades.
Como última entrada antes de mi deseado descanso, pego el texto de un correo que me reenviaron hace un par de días y que me ha gustado mucho. Se trata de un fragmento de un libro que ha editado el programa "el hormiguero" en el que al parecer tienen un apartado que se dedica a recopilar frases curiosas de niños. La verdad es que yo me he reido mucho leyéndolo, y bueno, pues si la lectura de estas frases aporta un micro descanso, sirva esto de aperitivo para el descanso mayor que deseo a tod@s.
Nos vemos pronto. Y como dijo San Felipe Neri "sed buenos... si podeis".
BESOS.
EL TESORO SECRETO

Hay dos formas de leer este libro. La primera es dejarse llevar por la frescura y las ocurrencias que dicen los niños, sin más, y disfrutar. La segunda es preguntarse por qué ellos son capaces de llegar a esas reflexiones tan brillantes sin esfuerzo mientras que a nosotros nos cuesta muchísimo decir algo ingenioso.
Los niños son seres libres, que piensan libremente y que llegan más allá. Son más brillantes que nosotros y tienen mejores ocurrencias y mejores reflexiones, porque nadie les ha retocado todavía el pensamiento con eso que llaman «Educación». Y lo más importante: los niños usan el sentido del humor sin darse cuenta, como una fórmula más para decir con precisión lo que sienten (a mí este detalle me parece tan importante como el descubrimiento de la penicilina).
Sus argumentos son difíciles de contestar y dicen las cosas con una determinación que ya la quisiera para sí el mejor de los cómicos. Es evidente que, con la edad, hemos perdido algo muy valioso por el camino, y que ahora, fíjate tú, hay que recogerlo en libros. Alguien, a base de ataques y desplantes a nuestra autoestima, nos lo ha ido quitando, lo ha ido dejando cada vez más sordo, cada vez más ciego, cada vez más borroso, cada vez más insignificante, hasta que un día, cuando vas a decir una de esas cosas que diría un niño, te callas, porque te da vergüenza… Pues ¡que sepas que te han derrotado! ¡Que estás en el bando contrario y que o te rebotas o te convertirás en un sieso y un triste!
La capacidad de ser feliz está en esa parte salvaje de ti con la que viniste al mundo y que has ido escondiendo por el «qué dirán». Desde este libro te animo a que la recuperes. Desentierra la parte del niño que hay en ti y sácala a la luz. Ésa es la mejor versión de ti mismo que tienes. Sonríe como un niño, mira como un niño, juega como un niño y tu vida mejorará inmediatamente. Y, por favor, no te olvides de una cosa: manda a la mierda lo serio, nadie quiere estar serio salvo que esté enfermo. Así que no te dejes contagiar. Éste es el secreto de la felicidad. Íntimamente ya lo sabíamos, pero, si necesitas pruebas, pasa página y compruébalo.

Almudena, 4 años
Estaba Almudena jugando y su madre estaba tumbada en el sofá viendo la tele cuando llamaron a la puerta. Su madre le dijo: «Almu, abre, que es tu padre». Y Almudena le contestó: «Abre tú, que es tu marido».

Luca, 3 años
Un día la madre de Luca lo vio que estaba tocándose la «colita» con mucho afán y le preguntó: «Luca, ¿qué haces?». Y Luca le dijo: «Estoy buscándome el hueso». «Pero, hijo, si en la colita no hay hueso», le dijo su madre. Y Luca contestó: «¡Que sí, mamá! ¡A veces sí!».

David, 4 años
Mirando el Guernica de Picasso, dijo: «Pero ¿qué desorden es éste?».

Denís, 3 años
Denís tiene un amigo imaginario que se llama Pablo López. Una noche que no quería ir a la cama su madre le dijo: «Mira, Pablo López ya está en la cama». Y entonces Denís le respondió: «¿Sabes, mamá...? Pablo López es un poco imaginario».

Patricia, 4 años
Patricia se perdió un día en un centro comercial, se acercó a un guardia de seguridad y le dijo: «Perdone, se han perdido mis papás». Y él le preguntó: «¿No te habrás perdido tú?». Y Patricia contestó:«No,no, yo estaba viendo los juguetes».

Marcos, 3 años
Hace poco su padre se compró un coche nuevo y el día que lo estrenaron, Marcos, desde el asiento de atrás, le dijo: «Oye, papá, ¿el coche nuevo se puede ensuciar?». «No, no se puede», le respondió su padre. Y Marcos dijo: «Entonces, ¿qué hago con este moco?».

Cristina, 7 años
Ésta es una nota que Cristina les dejó a sus padres un día que la castigaron: «Queridos padres: Me voy de casa porque no me merezco vivir aquí. Un beso, Cristina. Estoy en el garaje, adiós».

Uriel, 3 años
Un día Uriel estaba con sus padres en la terraza del bar que ellos tienen y, sin venir a cuento, Uriel le dijo a su padre: «Papá, hay que comprarte unos cojones, que mamá dice que no tienes».

Pablo, 5 años
Un día le dijo a su madre: «Mamá, ¿sabes cuál es mi mayor tercer deseo? ¡Comerme un melón entero!». «¿Y el primero y el segundo?», le preguntó su madre. Y Pablo dijo: «¡Todavía no lo he pensado!».

Inés, 4 años
Inés está aprendiendo a nadar y cuando le quitan los corchos y se tira desde el borde de la piscina, siempre vuelve a la escalera buceando. El otro día su madre le preguntó: «¿Por qué vas por debajo del agua en lugar de nadar por arriba?». Ella contestó: «Es que por abajo no me hundo».

María, 5 años
Un día le dijo María a su madre: «Mamá, ¿sabes qué es un hongosexual?». «No, mi vida, ¿qué es?», le preguntó su madre. María contestó: «Pues es como un guay, pero que le gustan los chicos».

Lorea, 3 años
Estaba Lorea en casa con su primo Iván cuando su madre le dio para merendar un kiwi y su primo le preguntó: «Lorea, ¿te gustan los kiwis?». Y Lorea respondió: «Sí, y además me hacen efecto...».

Rodrigo, 7 años
Sus padres están separados y, cuando algún hombre le habla a su madre, él aparece y dice, señalando a su madre: «¿¡¡¡Tú sabías que ésta tiene 36 años!!!?».
Irene, 9 años
Una noche estaba durmiendo con su madre y le dijo la niña muy seria: «Mamá, eres como una rosa». Y su madre, emocionada, preguntó «¿Por qué, cariño?». Y ella respondió: «Porque te pinchan las piernas como si tuvieras espinas».

Sara, 5 años
Un día estaba Sara con sus padres y sus padrinos, y los padrinos le preguntaron: «Sara, ¿a quién quieres más: a mamá, a papá o a tu hermana Noe?». Y Sara dijo: «A Noe». «Bueno, Sara, es que son cariños distintos», dijeron sus padres un poco mosqueados. Y Sara contestó: «Ya sé que son
distintos. A Noe la quiero más y a vosotros menos».

Ruslán, 6 años
Ruslán fue al baño a lavarse las manos y se encontró el tampón de su madre olvidado encima del lavabo. El niño salió enfadado del baño diciendo: «¡Mamáaa, otra vez te has vuelto a dejar el hueso de la vagina en el baño!».

Marc, 3 años
Estaba Marc en la cama con su madre y le dijo: «Yo soy Superman... papá es Superman... y... y... ¡tú eres Superman con tetas!».

Alejandro, 5 años
Alejandro estaba en la piscina con su padre tomando el sol y le preguntó de repente: «Papá, si yo me pongo muy moreno, ¿seguiré hablando español?».

Blanca, 3 años
Su madre le dijo un día: «Blanca, ¿tú sabes que cuando eras muy pequeñita estabas en la tripita de mamá?». «Sí», respondió Blanca. Su madre siguió contándole más cosas: «Y cuando estabas allí, oías lo que yo oía, comías lo que yo comía... y cuando ya te hiciste más grande y no cabías en la tripita, pues saliste por un agujerito». Entonces Blanca se quedó un momento pensando y dijo: «Entonces ¿yo qué soy? ¿Caca?».

Javier, 3 años
Un día en una tienda una señora le dijo: «Qué niña más guapa». Javier, un poco enfadado, le respondió: «No soy una niña, soy un niño». «Perdona, es que como tienes el pelo rizado no he visto si tenías pendientes», se disculpó la mujer. Y Javi le dijo, señalándose sus partes: «Los tengo aquí».

Paco, 8 años
Un día que estaba lloviendo muchísimo, la hermana de Paco comentó: «Esto parece el Diluvio Universal». Y entonces dijo Paco: «El Diluvio Universal, y yo sin conocer el amor».

Iván, 6 años
«Los mayores son fuertes y no lloran de dolor... Lloran de tristeza, de amor, de cebolla...».

Pilar, 5 años
El día que cumplía 5 años, cuando se despertó por la mañana, le dijo a su padre: «Papá, yo no me noto nada, pero ¿ya sabré leer?».

Lucía, 3 años
Estaba en el sofá viendo la tele y se le cayó la Coca-Cola que se estaba tomando y le dijo a su madre: «Mamá, se me ha caído la Coca-Cola en el sofá, pero no pasa nada, la he tapado con el cojín».

Guillermo, 9 años
Cuando a Guillermo le dijeron que le tenían que operar, él se quedó muy preocupado, aunque no era nada grave, y su madre intentó consolarlo diciéndole: «¡No llores, tonto! ¿No ves que como vas a estar dormido no te vas a enterar de nada?». Entonces Guillermo dijo, más tranquilo: «Ah, pero... ¿es que me van a operar por la noche?».

Nacho, 4 años
Estaba haciendo caca y cuando acabó llamó a su tía para que lo limpiara. La tía fue al baño y, como estaba fumando, le dijo a Nacho: «Nacho, levántate y así tiro el cigarro». Y él la miró enfadado y le dijo: «¿Te gustaría que yo fuera y te hiciera caca en el cenicero?».

Adriana, 5 años
Un día le preguntó a su madre: «Mamá, Spiderman no existe, ¿a que no?» «No, claro, hija, son dibujos», le explicó su madre. Y dijo Adriana muy convencida: «Si ya se lo he dicho yo a los niños, que no se enteran de que es de mentira. No como las princesas, que son de verdad y viven todas en Disney».

Nuria, 7 años
Una tarde iba con su madre por la calle y vio a unas chicas muy guapas y muy bien vestidas, con unas bolsas con bebidas, y preguntó: «¿Adónde van con esas bolsas?». «Van a hacer botellón», le respondió su madre. Y entonces Nuria preguntó extrañada: «¿Y por qué se arreglan tanto si se van a poner borrachas?».

Nagore, 4 años
Nagore va a clases de natación y cuando acaba se ducha y se cambia en el vestuario de señoras. Un día coincidió con una chica que iba en tanga, y Nagore, como nunca había visto esa prenda, le dijo a su madre: «Ama, mira, ese culo se come las bragas».

Eva, 6 años
A Eva no le gustan mucho ni las princesas ni las cosas de niñas, y menos el color rosa. Su madre un día le dio una camiseta rosa para que se la pusiera y ella no quiso, y su madre le dijo: «Pero ¿por qué no quieres nunca el rosa?». Y Eva contestó: «Porque es el color de las Barbies y de las multas».

Pau, 9 años
Un día, viendo El padrino con sus hermanas mayores, les preguntó: «¿Qué es la Mafia?». Y sus hermanas le contestaron: «Pues son unos señores que, a cambio de dinero, te protegen y, si dejas de pagar, tururú que te vi». Y Pau dijo:
«Ah, como la hipoteca».

Paula, 7 años
Paula siempre ve a su madre cuando se está vistiendo, y un día, al verla con un tampón puesto, le dijo: «Mamá..., ¿la regla viene sola o viene ya con el hilo?».

Jordi, 6 años
Ésta es la nota que le dejó Jordi al Ratoncito Pérez: «Hola, Ratoncito Pérez, ce me ha caído el diente. Perdona, mala noticia, me lo he tragado y no puedo darte el diente. Pero te haré un dibujo».

Rodrigo, 5 años
En una comida vio que su madre estaba tomando vino y le dijo: «Mami, estás tomando vino... Tú verás... no podemos conducir por ti».

Yeray, 5 años
Yeray un día dijo que le dolía la tripa y que quería ir al baño. Cuando volvió del baño, preguntó su padre: «¿Has hecho la caca dura o blanda?». Yeray se le quedó mirando sorprendido y le contestó: «No lo sé, papá, no la he tocado».

María, 6 años
En una tertulia después de una comida de cumpleaños María empezó a suspirar y le preguntaron sus padres: «¿Qué te pasa, María?». Y ella contestó con cara de resignación: «Que estoy deseando jubilarme para no tener que ir más al cole».

Manuel, 5 años
Iba en el coche con sus padres y pasó un coche fúnebre lleno de flores, y dijo: «Mira, mamá, un coche lleno de flores, seguro que dentro va la novia».

Óscar, 6 años
Su madre le dijo un día: «Si tu padre y yo nos separásemos... ¿tú con quién te irías?». Y Óscar se quedó pensando un momento y respondió: «Con quien tenga Canal Plus».

Gonzalo, 5 años
Un día sus padres le preguntaron qué quería ser de mayor y Gonzalo contestó: «Pues cuando yo sea mayor, voy a ser trastero, para poder llevar los trastores».

Javi, 5 años
La madre de Javi le dice muchas veces eso de «Javi, estate quieto ya, que me pones nerviosa». En una ocasión, Javi estaba llamando a su madre y, como ella no le hacía caso, le dijo: «Mamá, o vienes ya o te pongo nerviosa».

Sergio, 7 años
Un día Sergio preguntó a sus padres: «Mamá, ¿tú qué quieres que sea de mayor?». «Pues me gustaría que fueras cirujano para poder curar a todos los niños que estén enfermos», le respondió ella. Y Sergio entonces se dirigió a su
padre: «¿Y tú, papá?». «Pues a mí me gustaría que fueras topógrafo. Pero lo importante es lo que quieras ser tú», le contestó él. Y entonces Sergio dijo: «Pues a mí me gustaría ser recogepelotas».

José, 6 años
Una mañana José tenía gases y se fue al váter. Cuando salió, su padre le dijo: «¡Hijo, menudo ruido!». Y José contestó: «¡Es que menuda fiesta tenían las cacas en mi culo! ¡Fuegos artificiales!».

Natalia, 6 años
En el bautizo de su hermana le dijo el cura: «Natalia, ¿con qué líquido, que es símbolo de pureza, vamos a bendecir a tu hermana?». Como Natalia no contestaba, el cura insistió: «A ver, Natalia, lo tomas cada día con la comida». Y Natalia dijo: «¡Ah, con Fanta de naranja!».

Josu, 4 años
Cuando nació su hermano pequeño Mikel, su padre lo llamó por teléfono desde el hospital y le dijo: «Josu, tu hermano Mikel ya ha nacido». Y Josu le contestó: «Pues que se ponga».

Salva, 4 años
Como todas las noches, su padre fue a contarle un cuento a la cama y le dijo: «¿Sabes qué cuento te voy a contar hoy? El de Alí Babá y los cuarenta...». Y Salva contestó: «¡Principales!».

Pau, 5 años
Los papás de Pau están separados. Un día estaba Pau viendo en la tele una peli donde un cura estaba casando a una pareja y decía la frase: «Hasta que la muerte os separe», y acto seguido Pau le dijo a su madre: «Mamá, ¡papá y tú estáis muertos!».

Henar, 5 años
Un día su padre llegó de trabajar y le dio un beso y, cuando el padre se estaba alejando, Henar se limpió disimuladamente la mejilla. Su padre, un poco enfadado, le dijo:«Oye, no te limpies mi beso». Y Henar respondió: «No me lo estoy limpiando, me lo estoy extendiendo».

Ángela, 3 años
Este año ha empezado el cole y a las dos semanas de empezar, su tío le preguntó qué tal le iba y ella le dijo: «Pues ya me han castigado sin recreo por pelearme con una niña. Si la vida sigue así, a mí me agobia».

Carlos, 4 años
Un día le dijo a su padre: «Papá, de mayor me gustaría ser como tú, pero con pelo».

Paula, 5 años
Paula iba en el coche haciendo unos ejercicios que le habían puesto en el cole. Tenía que escribir palabras que empezaran por «ma», y empezó: «Maleta, mariposa...». De repente preguntó: «Mamá, ¿maldito es una palabrota?». «No, cariño», le contestó su madre. Y entonces dijo Paula: «Pues entonces, maldito cabrón».

Vera, 2 años
Una tarde, después de estar varias horas dando vueltas por ahí, antes de subirla al coche para volver a casa, sus padres le preguntaron: «Vera, ¿quieres ir en el coche?». «No», respondió Vera. «Vera, ¿quieres ir a casa de la yaya?», siguieron preguntando. «No», seguía respondiendo Vera. «Vera, ¿quieres ir al parque?», insistían sus padres. «No», contestó Vera por tercera vez. Y al final su madre le dijo: «Jo,Vera, no quieres ir a ningún sitio...». Y ella respondió toda seria: «Sí, a la luna».

Guillermo, 6 años
Ésta es la nota que Guillermo le escribió a su padre un día que se enfadaron:
«Papá, sé que me he portado mal contigo, por eso quiero que me perdones, pero ahora no podrá ser porque tengo que hacer la siesta».


jueves, 16 de julio de 2009

Mejor locura que amargura.

El mismo fin de semana que subí a Madrid y que aproveché para visitar la catedral de Justo Gallego, se celebraban las fiestas del barrio de Chueca y la manifestación del orgullo gay, por lo que ya que estaba embarcado en ver cosas bonitas y positivas habiendo comenzado el sábado con la visita a Mejorada del Campo opté por darme un rule en la tarde por el centro y alucinar con el ambientazo que se respiraba.
Al igual que me pasó con la visita a la construcción de Justo sucedió con el espectáculo tan colorido y festivo de la tarde, no sabía exactamente qué, pero sabía que más temprano o más tarde terminaría escribiendo sobre ello en el blog. Ahora que ya han pasado casi dos semanas y estoy menos atareado voy poniendo en mi cabeza las imágenes, recordando palabras y sonidos, reviviendo sensaciones… y todo ello mientras en casa hago tareas domésticas, concretamente construir un armario que es lo que me ocupa el tiempo estos cuatro últimos días. Sé que se podría sacar el chiste fácil a raíz del trabajito con el armario y yo acordarme de las fiestas del orgullo pero es que es así de casual la vida a veces.

La cuestión es que al volver a mirar las fotos que estuve haciendo durante la mani del día 4 me han sugerido al igual que en el momento en que lo viví en directo unas ganas enormes de vivir, un estado de buen rollo y de optimismo que es sin duda de agradecer en estos tiempos que corren.



Pensaba en el momento que veía las carrozas y pienso ahora también, que no entiendo como se pueden dar connotaciones negativas y peyorativas a una opción que en el fondo se apoya en el acto más natural de los humanos como es la sexualidad y el amor. Algo tan sencillo como mostrar afecto con el cuerpo no puede ser malo. La circunstancia de si los cuerpos coinciden o difieren en su género es solo eso, una circunstancia. No me cabe en la cabeza que se pueda crear realmente un malestar profundo en la mente de alguien por ver a dos personas del mismo sexo cogidas de la mano, abrazándose o besándose. Ya me gustaría ver en muchas bodas heterosexuales las mismas caras de felicidad sincera que veía en infinidad de rostros esa tarde por el simple hecho de ir cogidos de la mano sin tener que esconderse. Me parece realmente lamentable que hallamos construido una sociedad tal que el afecto, la ternura, la pasión y el amor queden supeditados a una cuestión de cromosomas cuando por otro lado se nos llena la boca acerca de la superioridad de la especie con respecto al resto de los seres que habitan el planeta.

Ese mismo sábado a última hora de la tarde, puesto que se veía que ya era demasiada dicha para un mismo día, tocó ponerle freno al buen rollo y quedar con cierto sector de la familia política que se caracteriza por tener unas ideas que confrontadas con las del caudillo éste último queda como un camarada del PCE. El caso es que por tener algo de qué hablar se nos ocurrió a mi compa y a mi contar que habíamos ido a ver la mani del orgullo y que nos había gratamente sorprendido el montonazo de gente que había y como afortunadamente la peña va saliendo del armario o incluso mucho mejor no llega ni a entrar y ya poco a poco se va normalizando esta cuestión. La respuesta no se hizo esperar, “esto es que está de moda y ahora muchos ni lo son pero dicen que son porque queda bien”. No se si me hizo más gracia esto o el resto de la conversación en donde se lanzaban algunas insinuaciones del tipo de “si esto fuese a más correría peligro la continuidad de la especie”. Por un rato entré al trapo e intenté explicar que lo que hacía correr peligro de extinguirse la especie son las armas y con eso si que se ostenta a ver quien la tiene más larga cuando se hacen las paradas militares; pero era como si quisiese explicarle la teoría del big bang a mi perro wily, bueno tampoco es eso, porque willy aunque creo que no me entiende si que me escucha.

La conversación quedó zanjada cuando mi suegra en un conato de amabilidad me preguntó “¿y si tu hija sale lesbiana, no te importará entonces, tu que lo ves tan natural?” a lo que respondí, “sinceramente lo que me preocupará y me lo tendré que comer con patatas aunque me joda es si me sale de derechas, lo demás me trae sin cuidado”. Tras un silencio aprovechado por todos para dar un trago a nuestras respectivas copas o tomar de la tapa de manera que se disimulase el sonido de sables se optó por comentar el calor que había hecho durante todo el día y comentamos la visita a la catedral de Justo Gallego.

Concluyendo,



prefiero a unas "locas" antes que a unos tarados.


sábado, 11 de julio de 2009

Sobre sueños e ilusiones.

El pasado fin de semana anduve por Madrid y aproveché para hacer algunas cosillas que tenía pendientes desde hacía tiempo. Una de esas cosas que arrastraba las ganas de hacer era acercarme a Mejorada del Campo a ver la catedral que está construyendo Justo Gallego. Hacía ya bastantes años que me rondaba por la cabeza visitar ese sitio, pues si bien es verdad que tengo cierta debilidad por las catedrales, el saber que una construcción de esa envergadura la está haciendo una persona sola con sus conocimientos mas o menos rudimentarios y las claras y lógicas limitaciones que tiene el afrontar este reto en solitario, contenía todos los alicientes para que esta visita quedase fija en mi agenda con la única circunstancia de mover la fecha de realizarla, pero como una visita obligatoria para mi formación humana.
Sobra decir que me quedé maravillado de lo que vi. Ya no tanto por la estética que puede gustar más o menos o que puede dar pie a muchísimas lecturas, sino por todo el conjunto y lo que él encierra más allá de estilos arquitectónicos u otras cuestiones técnicas.
Esta obra aún por terminar, para mi supuso toda una lección sobre la vida, el sentido de la vida, el lugar que ocupamos, el tiempo que vivimos, las decisiones que tomamos…Mirase por donde mirase se podía sacar una historia, una metáfora y por supuesto una enseñanza.












La verdad es que salí del lugar con una revolución interior de cuestionamientos hacia mi mismo, de confrontación acerca de mi vida y de cómo la vivo y sobre todo y por encima de todo con una carga energética muy alta.

Ver a aquel señor de 84 años trabajando con la misma naturalidad e ilusión durante casi cuarenta años que lleva haciendo lo mismo me hizo sentirme súper pequeño y me aportó más ganas aún de seguir creciendo, aprendiendo y poniendo mi granito de arena en la construcción de un mundo algo mejor que el que tenemos.
Para mi al final la catedral resultó ser lo de menos. Como dicen por ahí “lo que alimenta es la leche y no la teta”, para mi la catedral es la teta, pero lo que se lee entre ladrillo y ladrillo es lo que realmente alimenta y hace crecer la fe y la confianza en uno mismo y en las ilusiones y objetivos que nos podamos marcar, la constancia y la paciencia para seguir aunque no siempre el viento sople a nuestro favor, la humildad y la templanza para no dejar que la vanidad y el ego manejen nuestro timón y la capacidad de convertir en una meta cada paso de nuestro camino, saboreando cada sorbo de aire que respiramos como el manjar entre los manjares.












viernes, 26 de junio de 2009

Creatividad al poder.

En una de tantas conmemoraciones y días especiales que se celebran, hace unos días le tocó a la lengua española, por lo que desde el Instituto Cervantes que es el organismo que se encarga de difundir y promocionar el español por todo el mundo se hicieron diversas actividades culturales con tal fin.

En la radio escuché una de estas actividades que me llamó especialmente la atención, llamada “el ficcionario” y que era un espacio que a modo de diccionario se compusiese de todas aquellas palabras que cualquier persona pudiese inventar o ya hubiese inventado y que usase, aunque no estuviese recogida en el diccionario de la real academia. El caso es que me metí en la página web en cuestión en donde se podían poner todas aquellas aportaciones creativas que las personas de a pie, sin necesidad de conocimientos técnicos ni retóricos y simplemente con el afán de comunicar podemos llegar a componer enriqueciendo un idioma. La idea ya de por sí me gustaba por lo que digo de potenciar la creatividad y el enriquecimiento lingüístico, pero además a eso le sumo que yo personalmente tengo una sobredosis de anglicismos que me saturan las pocas neuronas que me van quedando, con lo cual el disfrute ha sido aún mayor.

A modo de muestra he seleccionado algunas de las muchísimas palabras que se han ido colgando en todo el tiempo que ha estado abierta la propuesta de aportaciones. Hay de todo, creativas, cachondas, irónicas, interesantes… en fin, como se suele decir, hay de todo como en botica, pero lo mejor (para mi al menos) es que este tipo de actividades nos ayudan tomar conciencia de la importancia de las palabras como un puente entre las personas. Y siempre será mejor enfundar una metáfora o un adjetivo que un cartucho de dinamita o un cuchillo. Habrá palabras que gusten más que otras, pero las palabras no matan y eso ya para mí es un gran aval en su favor.

Bueno, dejo este aperitivo que se puede seguir en toda su extensión en la siguiente dirección: http://www.eldiae.es/ficcionario

Americonada: Película norteamericana especialmente cursi y llorona, ambientada en colegio, fiesta de fin de curso, etc. A veces dramática pero terminando siempre bien y en las cuales, por supuesto, los buenos vencen siempre a los malos...

Amigastro: Amigo por imposición, más o menos amigo, amigo circunstancial.

Amigovio: amigo + novio.

Bolíglota: Dícese de quien escribe en varios idiomas.

Brecario: Los términos "becario" y "precario" están tan íntimamente unidos que han terminado por parir esta palabra. Becario eterno.

Camástrofe: gatillazo.

Cipotecado: Dícese del sujeto que en plena burbuja inmobiliaria, compró un inmueble pensando en su continua e infinita revalorización, amortizando los supuestos beneficios futuros en la misma hipoteca para comprarse un vehículo de gama alta, amueblar el piso o hacerse un viaje.

Hipotocado: Perturbado por la hipoteca.
Intonticencia: Síndrome crónico y generalmente agudo, por el cual, quien lo padece siente la necesidad perentoria de decir y hacer tonterías. Suele ser común en los afectados mostrar ciertos rasgos físicos (raya al lado o melenita pegada al casco, pulseritas de hilos en las muñecas, bermudas...) que los hace característicos del mencionado síndrome. Hasta ahora no hay cura, pero tienen buena calidad de vida.

Kamicafre: Dícese de aquella persona que se mueve a una cierta velocidad en una dirección, sin tener en cuenta las circunstancias que lo rodean (tráfico, otras personas, objetos, etc.) Por extensión: persona que hace las cosas sin pensar.

Locabulario: A lo dicho precipitadamente, sin pensar.

Nubear: estar en las nubes, estar distraído/a, estar sumido en tus pensamientos o actos con total abstracción de lo que te rodea.

Pisabrotes: Persona negativa y frustrante. Ejemplo, a un saludo positivo como "!Qué día hermoso!" respuesta típica:"!Hace frío o hace aire"!

Pornosílaba: como por ejemplo mmmmm, aahh, oohhh, sssssiiii, mmmmaaass.

Sarcaustico: Persona que emplea ironía o burla corrosiva.

Sexcelencia: 1. f. Superior calidad sexual que hace digna de singular aprecio y estimación a una persona. 2. f. Tratamiento de distinción que se da a algunas personas por su alto desempeño en las artes amatorias.

Tontetario: Comentario muy tonto. Sinónimos: Bobetario, estupitario e idiotario.
Tontrincante: Dícese del adversario necio; contrincante falto de astucia y maña.

Tristreza: Estado de infinita infelicidad, tres órdenes de magnitud mayor a "tristeza".

Turisear: Acción que realiza un turista cuando se encuentra de visita o paseo en algún lugar.

Unanimiedad: No llegar a un acuerdo por muy poco.

Ustedear: En castellano existe el verbo tutear, pero no su equivalente para el trato de usted.

lunes, 15 de junio de 2009

Sobre inversiones, miedos y futuro.

El otro día echando un vistazo a distintos blogs me encontré con la siguiente entrada (aquí).
No voy a negar que cuando la leí fue como el picotazo de un mosquito y en pocos segundos se me fue inflamando un cierto mosqueo. Yo no sé las demás personas como gestionarán su vida y su manera de ir por el mundo, pero a mí esto de competir de siempre me ha dado bastante grima y no termino de encajarlo en mi vida. A la conclusión que he llegado en estos momentos de mi vida es que lo más práctico es hacer aquellas cosas que te hagan feliz; y si no puedes hacer aquello que te haga feliz, haz lo que más se aproxime, porque de alguna manera estás en el camino. Ahora bien, la cuestión de fondo es saber qué es lo que a mi me hace feliz y sobre todo porqué. ¿Estudio algo porque me gusta o porque tiene salidas laborales?, ¿visto como me siento cómodo o como dice la moda que se inventan otros? Y por tanto ¿me veo guapo u otros hacen que me sienta guapo?... podría seguir infinitamente.

El otro día también blogueando, en otro blog encontré la siguiente frase "La publicidad nos hace desear coches y ropas. Tenemos empleos que odiamos, para comprar mierda que no necesitamos". Y claro, yo no puedo evitar poner en tela de juicio esas necesidades que se nos venden. Y no puedo evitar escandalizarme al leer “si el hambre llama a tu puerta, más te vale que corras más que los demás”, pues pienso, si el hambre llama a mi puerta, ¿qué diablos está llamando en las puertas de las casas de África?

Se habla de invertir, pero creo que la mejor inversión sería la de dar la vuelta y poner unas cuantas cosas patas arriba, por ejemplo dejar de sentir miedo ante muchos ogros que se ha inventado el sistema de manera que en lugar de competir elijamos compartir y en lugar de correr optemos por recorrer. Y puestos a desprendernos de necesidades inútiles, la primera o de las primeras podría ser la de dejar de sentir miedo por no ser los primeros, ni los mejores e incluso por ser los últimos, porque cuando eres feliz de verdad, se desintegran todos los rankings del mundo.

Me viene a la cabeza un comentario que escuché no hace mucho referenciado a Ángel González el poeta, quien solía decir algo así como “no se como habiendo tantas cosas buenas y que nos hacen felices, en las que invertir el tiempo y nuestra energía nos entretenemos en crear mala sangre y amargarnos la vida peleándonos”. Y yo añado, peleándonos o compitiendo.

Y si es por cuentos, prefiero este.


LA TAZA DE CAFÉ

Un grupo de estudiantes, una vez que terminó sus carreras decidieron ir juntos a visitar a su viejo catedrático.
La conversación pronto giró acerca del estrés en el trabajo y en la vida.
El profesor, ofreció a sus invitados un café, por lo que fue a la cocina y volvió con un gran jarro de café y un surtido de tazas: de porcelana, de plástico, de vidrio, algunas de aspecto simple y algunas caras y exquisitas, diciéndoles que quizás se animarían tomando un café caliente.
Cuando todos los estudiantes tuvieron la taza de café en la mano, el catedrático dijo: “si os dais cuenta, habéis cogido todos las tazas buenas y caras, dejando las simples y baratas. Mientras os sea normal querer sólo lo mejor para vosotros mismos, esto será la fuente de vuestros problemas y estrés. Lo que vosotros queríais realmente era el café no la taza, pero inconscientemente habéis ido a por las mejores tazas mirando con interés cada una de las tazas. Ahora si la vida es café, entonces el trabajo, el dinero y la posición social son las tazas. Ellas son sólo herramientas que contienen la vida, pero la calidad de la Vida no cambia”.
A veces, por concentrarnos en la taza, dejamos de disfrutar del café en sí mismo.

jueves, 11 de junio de 2009

Acompañar en el sentimiento.

En estos últimos días han sido bastantes las personas que me han dado el pésame; unos utilizaban la formula “lo siento”, otras me decían “te acompaño en el sentimiento” y otras personas manifestaban “mi más sentido pésame”. Pero sea cual sea la frase o la fórmula utilizada me quedo con lo importante para mi que es la necesidad de manifestar el apoyo desde la comprensión emocional de la situación que se está viviendo.

Es verdad que los humanos somos seres eminentemente sociales y que por tanto funcionamos por y para el contacto de los unos con los otros, pero también es cierto que hay una necesidad más profunda que la mera compañía corporal. ¿Cuántas veces nos habremos sentido solos estando rodeados de gente?, para mí en concreto esa es la peor de las soledades que puedo sentir. Luego creo que en el fondo hay una necesidad algo más íntima, que es la que realmente nos sostiene en el acto de relacionarnos. Es como la propia musculatura de nuestro cuerpo, tenemos una musculatura externa que digamos es la que se ve a simple vista y la que tratamos de desarrollar cuando vamos al gimnasio para esculpir la tableta de chocolate (el que lo haga), pero luego está la musculatura profunda que es la que realmente sostiene al esqueleto y la que nos mantiene en nuestra estructura natural. En las relaciones creo que hay un mecanismo parecido, nos relacionamos con infinidad de personas, con las que compartimos diferentes espacios y facetas de nuestra vida y con las que vamos dibujando el día a día; pero lo que sin duda nos aporta el equilibrio y me atrevería a decir que casi el sentido de la existencia, son aquellas relaciones con las que conectamos en campos más profundos de nuestro ser, en los sentimientos, en nuestra manera de entender y pensar el mundo, compartiendo emociones… son éstos, territorios acotados al gran público, pero paradójicamente muy necesitados de compañía y atención, lo que hace que la variable calidad se imponga a la variable cuantitativa o como se suele decir “más vale poquitos pero bien avenidos”.

En estos días esta fórmula del pésame repetida en sus distintas variantes me ha llegado también de diferentes formas; desde la frase hecha porque es lo que toca decir, pasando por un compartir el trago por estar en el mismo lado que yo, hasta manifestárseme y percibir un sentimiento solidario aunque no se esté compartiendo la misma realidad. Esto me ha hecho caer en la cuenta del mensaje tan bello que se transmite cuando alguien dice “te acompaño en el sentimiento”. Conjugar el acto de acompañar con todo lo que conlleva y hacerlo desde el sentimiento que es esa capa de la cebolla tan profunda que pudiera ser la dermis del corazón, representa un acto de amor tan grande, que me ha hecho pensar que es una lástima que solo se utilice para las muertes y los momentos de duelo. Creo que si abandonásemos ciertos convencionalismos y nos ciñéramos un poquito más a lo que las palabras pueden transmitir, nuestras relaciones mejorarían sustancialmente y por consiguiente nuestra calidad de vida se vería notablemente beneficiada; con lo que pasaríamos a convertir una frase que en un tiempo se relacionaba con la muerte a ser un medio para mejorar la vida, que visto así bendita paradoja sería esta. ¿O es que alguien que está en paro y se las ve y se las desea para llegar a fin de mes no necesita sentirse acompañado en ese sentimiento de angustia? ¿o alguien que se siente radiante de felicidad y le embarga la emoción por la llegada de un hijo no necesita sentirse acompañado en ese sentimiento?

No creo que haya descubierto el Mediterráneo con esta reflexión, pero en lo que a mi respecta intentaré expresar mi disposición a acompañar en el sentimiento a partir de ahora también en territorios extra-tanatorios y a hacer de la obviedad otra manera de vivir mi vida.

Nota: aunque conozco el término empatía, creo que esta palabra está más lejos del oído del pueblo que las palabras “acompañar” y “sentimiento”, por eso abogo por esta fórmula.

sábado, 6 de junio de 2009

Señales de vida.

Esta es la entrada que más trabajo me cuesta hacer de todas las que hasta el momento he realizado. Aunque en más de una ocasión se me pasó por la cabeza que este momento llegaría, -no el de hacer la entrada, pero si la situación que da lugar a mi estado emocional-, uno no llega a saber exactamente como encajará el momento hasta que éste llega.

Hace seis días que mi madre murió. Toda persona tiene su escala de valores, sus prioridades y sus referencias con las que manejarse en este basto mundo. Para mí, mi estrella polar se llamaba Ana, me trajo al mundo y exprimió su vida para que la mía creciese y se desarrollase con las menores carencias posibles. Los aprendizajes más importantes que he tenido han venido de su mano. Todo el campo semántico de las palabras bueno y bondad lo puedo conjugar en su recuerdo. Y por ello se que hay cosas que no tienen pago posible; y ni con mil vidas dedicadas plenamente a la tarea de devolver o de restituir sería posible equilibrar la balanza de su amor, de su esfuerzo y de toda la dedicación que tuvo para mi hermano y para mi.

Ahora pienso aquello de una imagen vale más que mil palabras, porque ya no solo no me sale la voz del cuerpo sino que mi diccionario se ha quedado bloqueado por no encontrar términos que puedan expresar lo que siento. Su recuerdo y el largo eco que me ha dejado invaden todo mi ser y solamente el dolor y el vacio están en consonancia con esta parálisis.

Sé que la vida continúa, que el tiempo todo lo cura y que vendrán otras experiencias que me llenarán y ocuparán mi tiempo y mi mente, como pueda ser la criatura que está en camino, pero también sé que no todo es reparable y sustituible. Y sé que para poder seguir viviendo tengo que hacerlo con esos huecos vitales que me harán tomar conciencia y me recordarán la fragilidad de la vida y la levedad del instante. Esos vacios serán mis piedras de toque, que me servirán de metáfora acerca de hacer el viaje ligero de equipaje.

Dios, la vida o todo a la vez me regaló la posibilidad de prepararme para este momento. La dura semana de agonía me permitió elaborar el duelo, despedirme, acompañarla y sacar esas fuerzas que me imaginaba incapaz de tener cuando intuía lejanamente esos momentos. A mi manera recé y pedí comprensión, fuerza y templanza para vivir esos instantes. Le pedí a ese dios al que intento ver su rostro en cada cosa que miro, toco o hago, que me permitiese acompañarla hasta el último momento, que no permitiese que la sombra de la muerte le llegase en una habitación de la residencia, sola. Y la comprensión, la fuerza y la templanza mantuvieron mi cuerpo pegado al suyo hasta el último aliento. Le pude decir en esos momentos cuanto la quiero, cuanto le debo y cuanto la voy a echar de menos cada segundo que me quede de vida.

Ahora siento un vacío hondo que me paraliza, pero estoy lo suficientemente sereno para poder mirar el horizonte, para saber a ciencia cierta que ella me trajo a este mundo para que hiciese mi camino y en eso estoy, aunque ahora el camino me resulte pesado y doloroso.

Mi madre ha sido la mejor maestra que la vida me ha dado, en verdad, para mí, mi madre ha sido vida en estado puro; y cada segundo que he compartido con ella ha sido un aprendizaje continuo, de tal manera que hasta en esos instantes dolorosos y amargos en que presencié que la llama se apagaba, la muerte se convirtió en un canal para emitir señales de vida, señales que me decían que vivir es otro rollo al que estamos acostumbrados a referirnos. Vivir no son los disfraces de pertenencias y posesiones que le ponemos a la existencia; vivir es un estado, una conciencia, es tener presencia y mirar a los ojos hasta a la propia muerte cuando esta llegue. Esa quizás fue la última lección que me regaló, que solo muere quien está vivo, sino, simplemente se te para el corazón y dejas de respirar.

lunes, 25 de mayo de 2009

Electo-teatro.

Ahora durante un par de semanas tocará bombardeo de mensajes en una y otra dirección por parte de los politicos de turno que nos intentarán vender la moto cada cual con su discurso para las elecciones al parlamento europeo.
Yo no se los demás, pero yo estoy ya hasta la pinga de tanto cretino como hay suelto en uno y otro bando, porque eso es otro drama, el maldito bipartidismo que se quiere inyectar por vía intravenosa para que la tarta tenga los trozos bien contados y no vaya a pillar cacho quien no debe.
Tengo un asqueamiento hacia eso que llaman clase política, que cada vez que pienso la gente que se dejó la vida para que hoy día podamos tener elecciones y podamos votar y podamos elegir y consensuar y ... en fin tampoco hay que dar muchas más explicaciones; si viesen en lo que se está convirtiendo el derecho por el que su jugaron su latido y su respiración creo sin duda que llorarían sangre. Y alguien me podrá decir "pues en tu mano y en tu voto está el cambiar el sistema"; y a mi, no lo puedo remediar, entonces me da la tos seca. Aunque voto, eso si, al margen del puto bipartidismo o tripartidismo si me pillan muy optimista, pero a qué negarlo, siento mi voto o mi acción de votar, como diría... como si estuviese intentando cazar a Bin Laden con indirectas, como decía el gran maestro Gila "alguien ha matado a alguien y yo no he sido..."
No obstante, como digo, votaré, aunque solo sea por la memoria de quienes se dejaron el pellejo para que yo pueda hacerlo, pero igual como se me crucen los cables pongo en mi papeleta una hoja de reclamaciones aunque lo tomen por nulo, pero al menos mi voz estará más expresada que con la cantinela de esta panda de impresentables que dicen que me representan.
Si he de elegir teatro y ficción, por favor por lo menos calidad... como la del video. Ahí si hay siceridad a raudales.


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viernes, 22 de mayo de 2009

Poema matinal.

Al hilo de la entrada que escribí anoche, viene este extracto del poema matinal diario que me suelo desayunar. El poema completo se titula "El profesor" y está escrito por Luis García Montero.

"Dudar es necesario.
La sospecha nos brinda
una buena lección, pero conviene
que nadie imponga un frío,
que cada cual elija sus dudas y sus llaves
para que las maletas al abrirse
no resulten vacías."


En fin, otra dosis de onanismo mental.

Lo que el ojo no ve.

A medida que uno se va haciendo mayor va alcanzando algunas de sus aspiraciones, aunque no siempre esas aspiraciones tienen que ser cosas suntuosas o grandilocuentes Yo por ejemplo siempre quise tener una bici y mis padres nunca tuvieron el dinero suficiente para poder comprármela. Cuando ya tuve medios económicos para poder hacerme con una, siempre había otras prioridades y la adquisición de la bici quedaba aplazada, lo que no quitaba para que esa pequeña ilusión estuviera aún latente. Finalmente el año pasado con 37 años me compré mi primera bici; y no voy a negar que si no fuese por la barba y algún que otro dolor artrítico que ya me pasa factura, me habrían confundido con un nenillo por la cara de ilusión con que pedaleaba el primer día que la cogí.

Bien, pues lo mismo que con la bici, me sucedió con tener un telescopio. Desde que era un niño me atrajo mirar las estrellas. Luego ya algo más mayor al estudiar ingeniería, contacté de nuevo con esa ilusión hipnótica del firmamento; aunque he de reconocer que en este contacto que mantuve con el campo de la astronomía, el romanticismo aventurero espacial que me motivaba de pequeño se veía desfigurado por la cantidad de cálculos matemáticos y la complejidad de las ecuaciones que sostenían lo que mis ojos miraban. A pesar de todo, mi atracción hacia ese lienzo oscuro salpicado de puntos luminosos que es la noche se ha mantenido con el paso de los años. Por eso hace apenas unas semanas me compré en eBay un telescopio. Y como se podrá deducir, estoy con el chisme éste como un niño con zapatos nuevos.

Ahora por las noches me subo a la terraza monto el cacharro y me meto unas sesiones de lo más entretenidas observando y buscando a lo largo y ancho del trozo de cielo que tengo visible desde casa. Descubrir que un punto que aparentemente es igual a los cientos que hay en ese espacio que miras, al enfocarlo a través del visor del telescopio resulta que es una esfera perfecta rodeada de un anillo, por lo que claramente estás viendo Saturno, es una experiencia, para mi gusto, de lo más bonita y emotiva. Así, voy saltando de sorpresa en sorpresa descubriendo cada día (o mejor dicho, cada noche) imágenes nuevas que me van atrapando en esa infinitud que es el universo.
Pero no solo desde un aspecto visual y/o científico me voy sintiendo cada día más contento con esta experiencia astronómica. Sobre todo, el mirar el cielo me va aportando un sentimiento de introspección y de hacerme preguntas que me abre un mundo tan extenso como el que puedo observar a través del cilindro telescópico. Si bien es cierto que yo soy tendente al onanismo mental (es por quedar fisno y no decir que me hago muchas pajas mentales) y siempre estoy dándole vueltas al coco, ahora, por poner un pequeño ejemplo, no me faltan razones para entrar en una movida mental al confrontar que por más que agudice mi visión, siempre que miro por el visor descubro cosas que se me escapan a los ojos; y pienso aquello de “si no lo veo no lo creo”, entonces no puedo evitar plantearme ¿cuántas cosas me estaré perdiendo porque simplemente mi vista no alcanza, pero están ahí, esperando a que las pueda ver? ¿cuántas cosas hay, a pesar de que yo no las pueda ver y como no las veo no las creo?...Y así me lío y me lío y no sé si a pesar del telescopio llego a ver las cosas claras.