jueves, 23 de julio de 2009

Cerrado por vacaciones

Puesto que según cuenta el génesis hasta el mismo dios descansó al séptimo día, un servidor que es bastante más endeble que dios necesita con más razón un descanso, por lo cual, desde ya me piro y volveré en unas tres o cuatro semanas.
Espero que todo aquel que lea estas palabras, bueno y también quien no las lea, disponga de un tiempo para descansar o para hacer un parentesis a la rutina que le acontece y oxigenarse con otras actividades.
Como última entrada antes de mi deseado descanso, pego el texto de un correo que me reenviaron hace un par de días y que me ha gustado mucho. Se trata de un fragmento de un libro que ha editado el programa "el hormiguero" en el que al parecer tienen un apartado que se dedica a recopilar frases curiosas de niños. La verdad es que yo me he reido mucho leyéndolo, y bueno, pues si la lectura de estas frases aporta un micro descanso, sirva esto de aperitivo para el descanso mayor que deseo a tod@s.
Nos vemos pronto. Y como dijo San Felipe Neri "sed buenos... si podeis".
BESOS.
EL TESORO SECRETO

Hay dos formas de leer este libro. La primera es dejarse llevar por la frescura y las ocurrencias que dicen los niños, sin más, y disfrutar. La segunda es preguntarse por qué ellos son capaces de llegar a esas reflexiones tan brillantes sin esfuerzo mientras que a nosotros nos cuesta muchísimo decir algo ingenioso.
Los niños son seres libres, que piensan libremente y que llegan más allá. Son más brillantes que nosotros y tienen mejores ocurrencias y mejores reflexiones, porque nadie les ha retocado todavía el pensamiento con eso que llaman «Educación». Y lo más importante: los niños usan el sentido del humor sin darse cuenta, como una fórmula más para decir con precisión lo que sienten (a mí este detalle me parece tan importante como el descubrimiento de la penicilina).
Sus argumentos son difíciles de contestar y dicen las cosas con una determinación que ya la quisiera para sí el mejor de los cómicos. Es evidente que, con la edad, hemos perdido algo muy valioso por el camino, y que ahora, fíjate tú, hay que recogerlo en libros. Alguien, a base de ataques y desplantes a nuestra autoestima, nos lo ha ido quitando, lo ha ido dejando cada vez más sordo, cada vez más ciego, cada vez más borroso, cada vez más insignificante, hasta que un día, cuando vas a decir una de esas cosas que diría un niño, te callas, porque te da vergüenza… Pues ¡que sepas que te han derrotado! ¡Que estás en el bando contrario y que o te rebotas o te convertirás en un sieso y un triste!
La capacidad de ser feliz está en esa parte salvaje de ti con la que viniste al mundo y que has ido escondiendo por el «qué dirán». Desde este libro te animo a que la recuperes. Desentierra la parte del niño que hay en ti y sácala a la luz. Ésa es la mejor versión de ti mismo que tienes. Sonríe como un niño, mira como un niño, juega como un niño y tu vida mejorará inmediatamente. Y, por favor, no te olvides de una cosa: manda a la mierda lo serio, nadie quiere estar serio salvo que esté enfermo. Así que no te dejes contagiar. Éste es el secreto de la felicidad. Íntimamente ya lo sabíamos, pero, si necesitas pruebas, pasa página y compruébalo.

Almudena, 4 años
Estaba Almudena jugando y su madre estaba tumbada en el sofá viendo la tele cuando llamaron a la puerta. Su madre le dijo: «Almu, abre, que es tu padre». Y Almudena le contestó: «Abre tú, que es tu marido».

Luca, 3 años
Un día la madre de Luca lo vio que estaba tocándose la «colita» con mucho afán y le preguntó: «Luca, ¿qué haces?». Y Luca le dijo: «Estoy buscándome el hueso». «Pero, hijo, si en la colita no hay hueso», le dijo su madre. Y Luca contestó: «¡Que sí, mamá! ¡A veces sí!».

David, 4 años
Mirando el Guernica de Picasso, dijo: «Pero ¿qué desorden es éste?».

Denís, 3 años
Denís tiene un amigo imaginario que se llama Pablo López. Una noche que no quería ir a la cama su madre le dijo: «Mira, Pablo López ya está en la cama». Y entonces Denís le respondió: «¿Sabes, mamá...? Pablo López es un poco imaginario».

Patricia, 4 años
Patricia se perdió un día en un centro comercial, se acercó a un guardia de seguridad y le dijo: «Perdone, se han perdido mis papás». Y él le preguntó: «¿No te habrás perdido tú?». Y Patricia contestó:«No,no, yo estaba viendo los juguetes».

Marcos, 3 años
Hace poco su padre se compró un coche nuevo y el día que lo estrenaron, Marcos, desde el asiento de atrás, le dijo: «Oye, papá, ¿el coche nuevo se puede ensuciar?». «No, no se puede», le respondió su padre. Y Marcos dijo: «Entonces, ¿qué hago con este moco?».

Cristina, 7 años
Ésta es una nota que Cristina les dejó a sus padres un día que la castigaron: «Queridos padres: Me voy de casa porque no me merezco vivir aquí. Un beso, Cristina. Estoy en el garaje, adiós».

Uriel, 3 años
Un día Uriel estaba con sus padres en la terraza del bar que ellos tienen y, sin venir a cuento, Uriel le dijo a su padre: «Papá, hay que comprarte unos cojones, que mamá dice que no tienes».

Pablo, 5 años
Un día le dijo a su madre: «Mamá, ¿sabes cuál es mi mayor tercer deseo? ¡Comerme un melón entero!». «¿Y el primero y el segundo?», le preguntó su madre. Y Pablo dijo: «¡Todavía no lo he pensado!».

Inés, 4 años
Inés está aprendiendo a nadar y cuando le quitan los corchos y se tira desde el borde de la piscina, siempre vuelve a la escalera buceando. El otro día su madre le preguntó: «¿Por qué vas por debajo del agua en lugar de nadar por arriba?». Ella contestó: «Es que por abajo no me hundo».

María, 5 años
Un día le dijo María a su madre: «Mamá, ¿sabes qué es un hongosexual?». «No, mi vida, ¿qué es?», le preguntó su madre. María contestó: «Pues es como un guay, pero que le gustan los chicos».

Lorea, 3 años
Estaba Lorea en casa con su primo Iván cuando su madre le dio para merendar un kiwi y su primo le preguntó: «Lorea, ¿te gustan los kiwis?». Y Lorea respondió: «Sí, y además me hacen efecto...».

Rodrigo, 7 años
Sus padres están separados y, cuando algún hombre le habla a su madre, él aparece y dice, señalando a su madre: «¿¡¡¡Tú sabías que ésta tiene 36 años!!!?».
Irene, 9 años
Una noche estaba durmiendo con su madre y le dijo la niña muy seria: «Mamá, eres como una rosa». Y su madre, emocionada, preguntó «¿Por qué, cariño?». Y ella respondió: «Porque te pinchan las piernas como si tuvieras espinas».

Sara, 5 años
Un día estaba Sara con sus padres y sus padrinos, y los padrinos le preguntaron: «Sara, ¿a quién quieres más: a mamá, a papá o a tu hermana Noe?». Y Sara dijo: «A Noe». «Bueno, Sara, es que son cariños distintos», dijeron sus padres un poco mosqueados. Y Sara contestó: «Ya sé que son
distintos. A Noe la quiero más y a vosotros menos».

Ruslán, 6 años
Ruslán fue al baño a lavarse las manos y se encontró el tampón de su madre olvidado encima del lavabo. El niño salió enfadado del baño diciendo: «¡Mamáaa, otra vez te has vuelto a dejar el hueso de la vagina en el baño!».

Marc, 3 años
Estaba Marc en la cama con su madre y le dijo: «Yo soy Superman... papá es Superman... y... y... ¡tú eres Superman con tetas!».

Alejandro, 5 años
Alejandro estaba en la piscina con su padre tomando el sol y le preguntó de repente: «Papá, si yo me pongo muy moreno, ¿seguiré hablando español?».

Blanca, 3 años
Su madre le dijo un día: «Blanca, ¿tú sabes que cuando eras muy pequeñita estabas en la tripita de mamá?». «Sí», respondió Blanca. Su madre siguió contándole más cosas: «Y cuando estabas allí, oías lo que yo oía, comías lo que yo comía... y cuando ya te hiciste más grande y no cabías en la tripita, pues saliste por un agujerito». Entonces Blanca se quedó un momento pensando y dijo: «Entonces ¿yo qué soy? ¿Caca?».

Javier, 3 años
Un día en una tienda una señora le dijo: «Qué niña más guapa». Javier, un poco enfadado, le respondió: «No soy una niña, soy un niño». «Perdona, es que como tienes el pelo rizado no he visto si tenías pendientes», se disculpó la mujer. Y Javi le dijo, señalándose sus partes: «Los tengo aquí».

Paco, 8 años
Un día que estaba lloviendo muchísimo, la hermana de Paco comentó: «Esto parece el Diluvio Universal». Y entonces dijo Paco: «El Diluvio Universal, y yo sin conocer el amor».

Iván, 6 años
«Los mayores son fuertes y no lloran de dolor... Lloran de tristeza, de amor, de cebolla...».

Pilar, 5 años
El día que cumplía 5 años, cuando se despertó por la mañana, le dijo a su padre: «Papá, yo no me noto nada, pero ¿ya sabré leer?».

Lucía, 3 años
Estaba en el sofá viendo la tele y se le cayó la Coca-Cola que se estaba tomando y le dijo a su madre: «Mamá, se me ha caído la Coca-Cola en el sofá, pero no pasa nada, la he tapado con el cojín».

Guillermo, 9 años
Cuando a Guillermo le dijeron que le tenían que operar, él se quedó muy preocupado, aunque no era nada grave, y su madre intentó consolarlo diciéndole: «¡No llores, tonto! ¿No ves que como vas a estar dormido no te vas a enterar de nada?». Entonces Guillermo dijo, más tranquilo: «Ah, pero... ¿es que me van a operar por la noche?».

Nacho, 4 años
Estaba haciendo caca y cuando acabó llamó a su tía para que lo limpiara. La tía fue al baño y, como estaba fumando, le dijo a Nacho: «Nacho, levántate y así tiro el cigarro». Y él la miró enfadado y le dijo: «¿Te gustaría que yo fuera y te hiciera caca en el cenicero?».

Adriana, 5 años
Un día le preguntó a su madre: «Mamá, Spiderman no existe, ¿a que no?» «No, claro, hija, son dibujos», le explicó su madre. Y dijo Adriana muy convencida: «Si ya se lo he dicho yo a los niños, que no se enteran de que es de mentira. No como las princesas, que son de verdad y viven todas en Disney».

Nuria, 7 años
Una tarde iba con su madre por la calle y vio a unas chicas muy guapas y muy bien vestidas, con unas bolsas con bebidas, y preguntó: «¿Adónde van con esas bolsas?». «Van a hacer botellón», le respondió su madre. Y entonces Nuria preguntó extrañada: «¿Y por qué se arreglan tanto si se van a poner borrachas?».

Nagore, 4 años
Nagore va a clases de natación y cuando acaba se ducha y se cambia en el vestuario de señoras. Un día coincidió con una chica que iba en tanga, y Nagore, como nunca había visto esa prenda, le dijo a su madre: «Ama, mira, ese culo se come las bragas».

Eva, 6 años
A Eva no le gustan mucho ni las princesas ni las cosas de niñas, y menos el color rosa. Su madre un día le dio una camiseta rosa para que se la pusiera y ella no quiso, y su madre le dijo: «Pero ¿por qué no quieres nunca el rosa?». Y Eva contestó: «Porque es el color de las Barbies y de las multas».

Pau, 9 años
Un día, viendo El padrino con sus hermanas mayores, les preguntó: «¿Qué es la Mafia?». Y sus hermanas le contestaron: «Pues son unos señores que, a cambio de dinero, te protegen y, si dejas de pagar, tururú que te vi». Y Pau dijo:
«Ah, como la hipoteca».

Paula, 7 años
Paula siempre ve a su madre cuando se está vistiendo, y un día, al verla con un tampón puesto, le dijo: «Mamá..., ¿la regla viene sola o viene ya con el hilo?».

Jordi, 6 años
Ésta es la nota que le dejó Jordi al Ratoncito Pérez: «Hola, Ratoncito Pérez, ce me ha caído el diente. Perdona, mala noticia, me lo he tragado y no puedo darte el diente. Pero te haré un dibujo».

Rodrigo, 5 años
En una comida vio que su madre estaba tomando vino y le dijo: «Mami, estás tomando vino... Tú verás... no podemos conducir por ti».

Yeray, 5 años
Yeray un día dijo que le dolía la tripa y que quería ir al baño. Cuando volvió del baño, preguntó su padre: «¿Has hecho la caca dura o blanda?». Yeray se le quedó mirando sorprendido y le contestó: «No lo sé, papá, no la he tocado».

María, 6 años
En una tertulia después de una comida de cumpleaños María empezó a suspirar y le preguntaron sus padres: «¿Qué te pasa, María?». Y ella contestó con cara de resignación: «Que estoy deseando jubilarme para no tener que ir más al cole».

Manuel, 5 años
Iba en el coche con sus padres y pasó un coche fúnebre lleno de flores, y dijo: «Mira, mamá, un coche lleno de flores, seguro que dentro va la novia».

Óscar, 6 años
Su madre le dijo un día: «Si tu padre y yo nos separásemos... ¿tú con quién te irías?». Y Óscar se quedó pensando un momento y respondió: «Con quien tenga Canal Plus».

Gonzalo, 5 años
Un día sus padres le preguntaron qué quería ser de mayor y Gonzalo contestó: «Pues cuando yo sea mayor, voy a ser trastero, para poder llevar los trastores».

Javi, 5 años
La madre de Javi le dice muchas veces eso de «Javi, estate quieto ya, que me pones nerviosa». En una ocasión, Javi estaba llamando a su madre y, como ella no le hacía caso, le dijo: «Mamá, o vienes ya o te pongo nerviosa».

Sergio, 7 años
Un día Sergio preguntó a sus padres: «Mamá, ¿tú qué quieres que sea de mayor?». «Pues me gustaría que fueras cirujano para poder curar a todos los niños que estén enfermos», le respondió ella. Y Sergio entonces se dirigió a su
padre: «¿Y tú, papá?». «Pues a mí me gustaría que fueras topógrafo. Pero lo importante es lo que quieras ser tú», le contestó él. Y entonces Sergio dijo: «Pues a mí me gustaría ser recogepelotas».

José, 6 años
Una mañana José tenía gases y se fue al váter. Cuando salió, su padre le dijo: «¡Hijo, menudo ruido!». Y José contestó: «¡Es que menuda fiesta tenían las cacas en mi culo! ¡Fuegos artificiales!».

Natalia, 6 años
En el bautizo de su hermana le dijo el cura: «Natalia, ¿con qué líquido, que es símbolo de pureza, vamos a bendecir a tu hermana?». Como Natalia no contestaba, el cura insistió: «A ver, Natalia, lo tomas cada día con la comida». Y Natalia dijo: «¡Ah, con Fanta de naranja!».

Josu, 4 años
Cuando nació su hermano pequeño Mikel, su padre lo llamó por teléfono desde el hospital y le dijo: «Josu, tu hermano Mikel ya ha nacido». Y Josu le contestó: «Pues que se ponga».

Salva, 4 años
Como todas las noches, su padre fue a contarle un cuento a la cama y le dijo: «¿Sabes qué cuento te voy a contar hoy? El de Alí Babá y los cuarenta...». Y Salva contestó: «¡Principales!».

Pau, 5 años
Los papás de Pau están separados. Un día estaba Pau viendo en la tele una peli donde un cura estaba casando a una pareja y decía la frase: «Hasta que la muerte os separe», y acto seguido Pau le dijo a su madre: «Mamá, ¡papá y tú estáis muertos!».

Henar, 5 años
Un día su padre llegó de trabajar y le dio un beso y, cuando el padre se estaba alejando, Henar se limpió disimuladamente la mejilla. Su padre, un poco enfadado, le dijo:«Oye, no te limpies mi beso». Y Henar respondió: «No me lo estoy limpiando, me lo estoy extendiendo».

Ángela, 3 años
Este año ha empezado el cole y a las dos semanas de empezar, su tío le preguntó qué tal le iba y ella le dijo: «Pues ya me han castigado sin recreo por pelearme con una niña. Si la vida sigue así, a mí me agobia».

Carlos, 4 años
Un día le dijo a su padre: «Papá, de mayor me gustaría ser como tú, pero con pelo».

Paula, 5 años
Paula iba en el coche haciendo unos ejercicios que le habían puesto en el cole. Tenía que escribir palabras que empezaran por «ma», y empezó: «Maleta, mariposa...». De repente preguntó: «Mamá, ¿maldito es una palabrota?». «No, cariño», le contestó su madre. Y entonces dijo Paula: «Pues entonces, maldito cabrón».

Vera, 2 años
Una tarde, después de estar varias horas dando vueltas por ahí, antes de subirla al coche para volver a casa, sus padres le preguntaron: «Vera, ¿quieres ir en el coche?». «No», respondió Vera. «Vera, ¿quieres ir a casa de la yaya?», siguieron preguntando. «No», seguía respondiendo Vera. «Vera, ¿quieres ir al parque?», insistían sus padres. «No», contestó Vera por tercera vez. Y al final su madre le dijo: «Jo,Vera, no quieres ir a ningún sitio...». Y ella respondió toda seria: «Sí, a la luna».

Guillermo, 6 años
Ésta es la nota que Guillermo le escribió a su padre un día que se enfadaron:
«Papá, sé que me he portado mal contigo, por eso quiero que me perdones, pero ahora no podrá ser porque tengo que hacer la siesta».


jueves, 16 de julio de 2009

Mejor locura que amargura.

El mismo fin de semana que subí a Madrid y que aproveché para visitar la catedral de Justo Gallego, se celebraban las fiestas del barrio de Chueca y la manifestación del orgullo gay, por lo que ya que estaba embarcado en ver cosas bonitas y positivas habiendo comenzado el sábado con la visita a Mejorada del Campo opté por darme un rule en la tarde por el centro y alucinar con el ambientazo que se respiraba.
Al igual que me pasó con la visita a la construcción de Justo sucedió con el espectáculo tan colorido y festivo de la tarde, no sabía exactamente qué, pero sabía que más temprano o más tarde terminaría escribiendo sobre ello en el blog. Ahora que ya han pasado casi dos semanas y estoy menos atareado voy poniendo en mi cabeza las imágenes, recordando palabras y sonidos, reviviendo sensaciones… y todo ello mientras en casa hago tareas domésticas, concretamente construir un armario que es lo que me ocupa el tiempo estos cuatro últimos días. Sé que se podría sacar el chiste fácil a raíz del trabajito con el armario y yo acordarme de las fiestas del orgullo pero es que es así de casual la vida a veces.

La cuestión es que al volver a mirar las fotos que estuve haciendo durante la mani del día 4 me han sugerido al igual que en el momento en que lo viví en directo unas ganas enormes de vivir, un estado de buen rollo y de optimismo que es sin duda de agradecer en estos tiempos que corren.



Pensaba en el momento que veía las carrozas y pienso ahora también, que no entiendo como se pueden dar connotaciones negativas y peyorativas a una opción que en el fondo se apoya en el acto más natural de los humanos como es la sexualidad y el amor. Algo tan sencillo como mostrar afecto con el cuerpo no puede ser malo. La circunstancia de si los cuerpos coinciden o difieren en su género es solo eso, una circunstancia. No me cabe en la cabeza que se pueda crear realmente un malestar profundo en la mente de alguien por ver a dos personas del mismo sexo cogidas de la mano, abrazándose o besándose. Ya me gustaría ver en muchas bodas heterosexuales las mismas caras de felicidad sincera que veía en infinidad de rostros esa tarde por el simple hecho de ir cogidos de la mano sin tener que esconderse. Me parece realmente lamentable que hallamos construido una sociedad tal que el afecto, la ternura, la pasión y el amor queden supeditados a una cuestión de cromosomas cuando por otro lado se nos llena la boca acerca de la superioridad de la especie con respecto al resto de los seres que habitan el planeta.

Ese mismo sábado a última hora de la tarde, puesto que se veía que ya era demasiada dicha para un mismo día, tocó ponerle freno al buen rollo y quedar con cierto sector de la familia política que se caracteriza por tener unas ideas que confrontadas con las del caudillo éste último queda como un camarada del PCE. El caso es que por tener algo de qué hablar se nos ocurrió a mi compa y a mi contar que habíamos ido a ver la mani del orgullo y que nos había gratamente sorprendido el montonazo de gente que había y como afortunadamente la peña va saliendo del armario o incluso mucho mejor no llega ni a entrar y ya poco a poco se va normalizando esta cuestión. La respuesta no se hizo esperar, “esto es que está de moda y ahora muchos ni lo son pero dicen que son porque queda bien”. No se si me hizo más gracia esto o el resto de la conversación en donde se lanzaban algunas insinuaciones del tipo de “si esto fuese a más correría peligro la continuidad de la especie”. Por un rato entré al trapo e intenté explicar que lo que hacía correr peligro de extinguirse la especie son las armas y con eso si que se ostenta a ver quien la tiene más larga cuando se hacen las paradas militares; pero era como si quisiese explicarle la teoría del big bang a mi perro wily, bueno tampoco es eso, porque willy aunque creo que no me entiende si que me escucha.

La conversación quedó zanjada cuando mi suegra en un conato de amabilidad me preguntó “¿y si tu hija sale lesbiana, no te importará entonces, tu que lo ves tan natural?” a lo que respondí, “sinceramente lo que me preocupará y me lo tendré que comer con patatas aunque me joda es si me sale de derechas, lo demás me trae sin cuidado”. Tras un silencio aprovechado por todos para dar un trago a nuestras respectivas copas o tomar de la tapa de manera que se disimulase el sonido de sables se optó por comentar el calor que había hecho durante todo el día y comentamos la visita a la catedral de Justo Gallego.

Concluyendo,



prefiero a unas "locas" antes que a unos tarados.


sábado, 11 de julio de 2009

Sobre sueños e ilusiones.

El pasado fin de semana anduve por Madrid y aproveché para hacer algunas cosillas que tenía pendientes desde hacía tiempo. Una de esas cosas que arrastraba las ganas de hacer era acercarme a Mejorada del Campo a ver la catedral que está construyendo Justo Gallego. Hacía ya bastantes años que me rondaba por la cabeza visitar ese sitio, pues si bien es verdad que tengo cierta debilidad por las catedrales, el saber que una construcción de esa envergadura la está haciendo una persona sola con sus conocimientos mas o menos rudimentarios y las claras y lógicas limitaciones que tiene el afrontar este reto en solitario, contenía todos los alicientes para que esta visita quedase fija en mi agenda con la única circunstancia de mover la fecha de realizarla, pero como una visita obligatoria para mi formación humana.
Sobra decir que me quedé maravillado de lo que vi. Ya no tanto por la estética que puede gustar más o menos o que puede dar pie a muchísimas lecturas, sino por todo el conjunto y lo que él encierra más allá de estilos arquitectónicos u otras cuestiones técnicas.
Esta obra aún por terminar, para mi supuso toda una lección sobre la vida, el sentido de la vida, el lugar que ocupamos, el tiempo que vivimos, las decisiones que tomamos…Mirase por donde mirase se podía sacar una historia, una metáfora y por supuesto una enseñanza.












La verdad es que salí del lugar con una revolución interior de cuestionamientos hacia mi mismo, de confrontación acerca de mi vida y de cómo la vivo y sobre todo y por encima de todo con una carga energética muy alta.

Ver a aquel señor de 84 años trabajando con la misma naturalidad e ilusión durante casi cuarenta años que lleva haciendo lo mismo me hizo sentirme súper pequeño y me aportó más ganas aún de seguir creciendo, aprendiendo y poniendo mi granito de arena en la construcción de un mundo algo mejor que el que tenemos.
Para mi al final la catedral resultó ser lo de menos. Como dicen por ahí “lo que alimenta es la leche y no la teta”, para mi la catedral es la teta, pero lo que se lee entre ladrillo y ladrillo es lo que realmente alimenta y hace crecer la fe y la confianza en uno mismo y en las ilusiones y objetivos que nos podamos marcar, la constancia y la paciencia para seguir aunque no siempre el viento sople a nuestro favor, la humildad y la templanza para no dejar que la vanidad y el ego manejen nuestro timón y la capacidad de convertir en una meta cada paso de nuestro camino, saboreando cada sorbo de aire que respiramos como el manjar entre los manjares.