viernes, 24 de diciembre de 2010

jueves, 18 de noviembre de 2010

Andar


Llevo ya casi tres semanas a nueve mil kilómetros de mi casa, concretamente en el sur de India, en una ciudad que se llama Chennai, cuya característica fundamental es que aquí se alojan ocho millones de personas, y digo bien, se alojan que no quiere decir que vivan, porque vivir es otra cosa (por supuesto, según mis parámetros particulares), en todo caso sobreviven. Es este un contexto hostil, al menos a mi me lo resulta, pues la decrepitud es la constante en todo el entorno. Casi todo, por no decir todo, está en un estado ruinoso, bien porque se fue desgastando con el tiempo y no se arregló o bien porque no hubo recursos ni siquiera para terminar de construir y tener la ínfima oportunidad de tener un instante de inauguración, quedando muchas veces las cosas en un estado de permanente intención que no llega nunca a consolidar y tampoco queda claro qué tipo de intención la motivó. Las personas en general son educadas pero me da la sensación de que está tan integrado el sentimiento de supervivencia que la hospitalidad tampoco es la palabra que mejor se ajusta a esta realidad. Hay recursos pero están mal repartidos. Hay modernidad aunque no hay renovación. Todo esto da como resultado una realidad confusa en donde el querer y el poder no se ponen de acuerdo, de manera que cuando se quiere no se puede y cuando se puede nadie toma las riendas.
En este escenario me intento mover aunque sea como pez fuera del agua, procurando con dificultad respirar un aire que también me resulta extraño. Me cuesta entender sin caer en la imitación sin sentido, demuestro gran torpeza para desenvolverme con muchos más medios materiales en un entorno al que la totalidad de quienes me rodean acceden con toda naturalidad sin siquiera tener lo básico. Soy en definitiva un neonato en esta otra dimensión de la vida.
Paralela y casualmente en estos días mi hija está aprendiendo a andar, ha pasado de andar a cuatro patas a sostenerse sobre sus dos pies y dar sus primeros pasos sin que nadie la ayude. Para mí está siendo muy curioso ver cómo poco a poco va buscando sus referencias, gestiona los desequilibrios y cae sin dañarse para rápidamente volver a levantarse e intentarlo de nuevo. Me viene a la cabeza en estos días también un comentario que me hizo el pediatra acerca del proceso de gatear en donde me venía a decir de la importancia que tiene el proceso de gatear como paso previo para echar a andar sobre dos pies porque este paso previo adiestra al niño en la habilidad de saber caerse sin hacerse daño.
Me acuerdo de este comentario, de la realidad de mi hija y de la realidad que yo estoy viviendo en estos momentos paralelamente a la suya y me hace pensar que en cierto modo yo estoy ahora gateando en esta parte del mundo, cayéndome y algo más escandalosamente que ella dándome de bruces con el suelo, pero si todo este paralelismo continua espero que todo este proceso me sirva también a mí para aprender a andar por el mundo.

lunes, 27 de septiembre de 2010

El poema del día de hoy

No volveré a ser joven

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

Jaime Gil de Biedma

martes, 31 de agosto de 2010

¿Atención, intención o acción?




Hay ocasiones en las que con un pequeño detalle se puede leer entre líneas una realidad paralela a la aparente. Una palabra que aparece en medio de una conversación, el desvío de una mirada, una piedra situada en un borde del camino en donde hay miles de piedras…Simplemente hay que estar en disposición de leer esos indicios para ajustar el enfoque de nuestra lente vital y acertar a mirar que hay de más.
Ayer por ejemplo, el calendario marcaba el mes de agosto, el termómetro se aliaba con esa lectura y le faltaba hervir al mercurio, pero el ambiente en cambio olía a septiembre. Sé que es fácil pensar que siendo lunes 30 de agosto la operación retorno se había hecho durante el fin de semana y las calles estarían con más movimiento; y es cierto, pero pensé que aún faltaban dos días para que finalizase el mes de agosto y 23 para que finalice el verano y me sorprendió esta sensación.
El reparar en este detalle sensitivo me introdujo en una serie de recuerdos de mi infancia. Recuerdo que el verano acababa cuando me empezaba a poner mi madre la manga larga y viceversa; y ahí no había calendario, tan solo sensación térmica, o ya algo más mayor, recuerdo tener conciencia de que el verano acababa el 14 de septiembre porque el 15 comenzaba el colegio (aunque en este caso quedasen 6 días para el cambio de estación). De hecho no recuerdo cuando aprendí las fechas en las que se produce el cambio de estación, supongo que sería en alguna clase de ciencias naturales o algo así. Tal vez, si me hubiese criado en un ambiente más ligado al campo esta visión del paso de las estaciones y sus transiciones habría estado inspirado por otras experiencias.
El caso es que al pensar y recordar estas cosas me surgía la pregunta, ¿la realidad es lo que pasa al margen de las sensaciones que uno perciba o de los focos de atención que proyecte, o quizás la realidad es aquello que construimos mediante la información que percibimos y la interpretación que hacemos de ello?. Es algo así como ese planteamiento filosófico que expone ¿vemos la luna porque está ahí o la luna está ahí porque la vemos?
En el fondo no me estaba planteando nada nuevo que no se le haya pasado por la cabeza a miles de personas antes que a mí, pero en estos días estoy leyendo acerca de la atención dividida y de las diferentes teorías acerca del funcionamiento cerebral en cuanto a la selección de información, la interpretación y la consiguiente ejecución de acciones. Y supongo que soy un sujeto perfecto para experimentar en estas cuestiones porque cada vez más mi paso por la vida pendula entre lo que siento y lo que sucede alrededor y uno a veces ya no sabe a qué atender.

viernes, 23 de julio de 2010

No está de más un poco de oración.

De todos esos miles de correos que pululan por el ciberespacio, hoy me llegó uno que contenía esta oración, la cual, según titula el mail la realizó Mahatma Gandhi. La verdad es que no se si realmente será de Gandhi y ni me importa, pues el nombre del autor no le puede añadir más belleza ni tampoco quitársela. El caso es que como soy de los que piensa que no hace falta ser creyente de un dios con nombre, ni tan siquiera apodo y sin embargo si que creo necesaria cada vez más la fé (y cada cual que la tenga en lo que quiera), es por lo que considero importante la oración en su sentido más amplio, como una de las velas que empuje el barco de este mundo que no se ya si construimos, deconstruimos o directamente destruimos entre tod@s cada día un poquito.
Me tomo la licencia por tanto de darle difusión a estas letras.
Abrazos a todo el mundo y la munda.


ORACION

Señor...

...Ayúdame a decir la verdad
delante de los fuertes y a no decir
mentiras para ganarme el aplauso
de los débiles.

Si me das fortuna, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la
humildad.
Si me das humildad, no me quites
la dignidad.

Ayúdame siempre a ver la otra
cara de la medalla,
no me dejes inculpar de traición
a los demás por no pensar
igual que yo.

Enséñame a querer a la gente
como a mí mismo y a no juzgarme
como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo
si triunfo, ni en la
desesperación si fracaso.

Más bien recuérdame que el
fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar
es un signo de grandeza y que la venganza
es una señal de bajeza.

Si me quitas el éxito, déjame
fuerzas para aprender
del fracaso.
Si yo ofendiera a la gente,
dame valor para disculparme
y si la gente me ofende,
dame valor para perdonar.

¡Señor...si yo me olvido de tí,
nunca te olvides de mí!

(Mahatma Gandhi)

viernes, 18 de junio de 2010

Nos quedamos un poco más mudos y ciegos

Otra voz de los sin voz ha callado.
La conciencia del mundo se vuelve a desequilibrar, venciéndose la balanza hacia el lado de los que esquilman la justicia cada día. Cada vez son menos los que van quedando que digan las cosas a la cara, que no se escondan ni bajen la cabeza ante este sistema devorador de mujeres y hombres. Nos quedamos quienes le escuchamos y nuestra valentía de momento alcanza para asentir afirmativamente con sus palabras. Su vida ha concluido, su hilo de voz se ha cortado y ahora nuestros oidos y ojos están un poco más huérfanos al dejar de escucharle y leerle.
Como me gusta pensar en estos casos, creo que su vida no ha acabado sino que se ha repartido entre todos los que hemos sido sensibles a sus palabras y sus ideas. Ojalá que esta horfandad sensorial que ahora podemos sentir se transforme más pronto que tarde en fuerza de tracción que sirva para arrancar de los dientes del capital a este planeta y la transformación por un mundo más justo y pacífico sea una realidad, ahora que todavía es posible.
Dónde quiera que estés maestro, descansa en paz.

martes, 15 de junio de 2010

Video para dar difusión

Como me he tirado un largo tiempo fuera de onda, al menos fuera de la onda blogosférica, valga esta entrada como un primer paso en la sana costumbre de despacharse uno mirando al ciberespacio.
Dejo este video con el que el otro día me topé que me parece muy clarificador acerca de cómo está el patio. Creo que ya está bien de que nos vendan la moto con el rollo de la crísis como si el dinero se hubiera agotado cual materia prima que se extingue; está claro que el dinero que antes circulaba con más o menos fluidez se ha quedado parado en la caja fuerte de algunos que quieren seguir estrujando al resto. Cuando nos vienen con la canción de que esto lo arreglamos entre todos o erre ge y su puñetero padre creo que deberíamos hacer caso al menos en algo y es en lo de ponernos todos de acuerdo para dar la patada a la mesa y tirar la vajilla de porcelana china que se vaya a tomar porculo. Si empezásemos a investigar veríamos que los que dirigen las grandes multinacionales (que son las reales grandes potencias y no ningún país como nos quieren vender) son personas que vienen el 90 por ciento de ell@s del mundo de la política, habiendo utilizado la engañifa del pueblo llano para dar el salto al parlamento, al senado, al gobierno y desde ahí empezar a conceder favores a esas empresas hacia las que luego han dado el salto, es decir, utilizan a la gente que votamos para su puro y duro beneficio que luego redundará atendiendo a lo que está ocurriendo en nuestro más puro y duro perjuicio.
En fin, dicho esto mejor echad un vistazo al video que lo dice mejor y con más calma.
http://vimeo.com/7217863

lunes, 10 de mayo de 2010

Felicidad.

Yo no sé cómo será para los demás pero para mí la felicidad cuando está presente en mi vida de manera real y no de manera convencional no soy consciente de ella, quiero decir, si estoy viviendo un momento de tal intensidad que me sume en la infinitud de cada segundo, mi capacidad de racionalizar el momento y encerrarlo en el concepto “felicidad” es nula. Luego ya, a tiro hecho lo revivo y me recreo en el recuerdo de ese rato o esa experiencia que me atrapó como pez en la red y utilizo toda clase de calificativos y palabras, pero en el momento en que lo estoy viviendo estoy pillado a todos los niveles de tal modo que no me sale definición alguna, solo vivo y vivo y vivo como si nunca fuera a morirme.
Ayer fue uno de esos momentos. Este año con el nacimiento de la canija apenas me pude escapar a la montaña, exactamente he podido salir dos días y he de reconocer que mi ánimo pedía salir al monte como el preso pide la libertad, y eso que no me siento preso, pero me sentía ya como los peces fuera del agua haciendo esfuerzos por seguir respirando. Finalmente me pude organizar, el tiempo acompañó y quedé con una buena gente que proponía un buen plan, lo demás vino rodado, sentir, sentir y sentir hasta casi tener una hemorragia emocional.



















domingo, 18 de abril de 2010

La soledad de los números primos.

Hace unos meses leí la novela cuyo título he cogido prestado para esta entrada; y es que quien haya leído el libro quizás encuentre algún parecido con el personaje al que hoy hago referencia. Y por supuesto, para quien no se haya leído la susodicha novela, es sin duda una lectura de lo más recomendable.
Hoy me he topado con el artículo que ha continuación pegaré íntegramente. Ya me habian llegado noticias de la existencia de esta persona y no voy a negar que desde el primer momento me llamó la atención, aunque todavía no me había puesto a recabar información acerca de él. Hoy mientras desayunaba he leído este artículo y reconozco que no iba descaminado cuando me quedé con su nombre como alguien a quien seguir conociendo.
Como estoy de tiempo lo suficientemente escaso como para hacer entradas en el blog y mi capacidad de escribir es bastante más lenta de lo que el espacio entre cambio de pañal y pañal me permite, al menos comparto esta lectura entretenida a la vez que sugerente.
Besos.


NOTA: el nombre que viene al final del artículo es el del autor del mismo, para que no haya problemas con derechos y movidas de estas. Y el artículo viene en el dominical de hoy, en "XLSemanal".


EL `SUPERHOMBRE´ QUE DIJO NO A UN MILLÓN DE DÓLARES

Este tipo con pinta desastrada es el hombre más inteligente del planeta. Se llama Grigori Perelman y es ruso. Hace cuatro años se negó a recoger la medalla Field, el Nobel de las matemáticas. Y hace un mes rechazó un millón de dólares tras resolver uno de los Siete Problemas del Milenio. No concede entrevistas y jamás se deja fotografiar. Sólo una periodista ha tenido acceso a su círculo más íntimo.
Parece un indigente. algún viajero del metro de San Petersburgo se ha acercado a darle limosna. Otros se apartan, recelosos. Ese tipo desastrado y con aire ausente, cazadora andrajosa, uñas larguísimas y barba selvática es el hombre más inteligente del planeta. Si fuera el filósofo Diógenes y el gran Alejandro Magno se acercase a él y le ofreciese cualquier cosa, sólo le diría que se apartase un poco para que no le quite el sol. Pero no es Diógenes, es un matemático fuera de serie, y los ‘Alejandros’ de la ciencia le concedieron la medalla Fields, el equivalente al premio Nobel. Ni se molestó en viajar a Madrid a recogerla, dejó plantado al Rey Juan Carlos. Y ahora el Instituto Clay de Cambridge (Estados Unidos) le ha ofrecido un millón de dólares por haber resuelto uno de los Siete Problemas del Milenio. Y ha dado la callada por respuesta. Que se olviden de él. No necesita el dinero ni el reconocimiento universal. A un periodista que consiguió su número de móvil le ladró: «¡Me está usted molestando! ¡Estaba cogiendo champiñones! No soy un animal de zoológico, no estoy en exposición. Y tampoco soy un héroe de las matemáticas. ¡Déjenme en paz!».
Así las gasta Grigori Perelman (Leningrado, actual San Petersburgo, 1966). Grisha, para los amigos. Que alguno tiene, o tenía... Porque cada vez está más solo. Nunca fue la alegría de la huerta, pero su ramalazo de ermitaño se ha acentuado. Tiene piso propio, de un solo dormitorio, sin apenas muebles, dicen que infestado de cucarachas. Pero prefiere vivir con su madre y su hermana, que comparten con él la obsesión por las matemáticas. Aunque él asegura que se ha retirado. Que ya no le motivan. Que está buscando trabajo, cualquier cosa, pero que no tenga nada que ver con dimensiones, ecuaciones, esferas...
Perelman es un enigma. Su mente es tan inasequible como lo fue la conjetura de Poincaré desde 1904 hasta que él la resolvió, un siglo más tarde. ¿Por qué le volvió la espalda al mundo? Esta pregunta obsesiona a Masha Gessen, autora de Perfect rigor (editorial Houghton Mifflin), una biografía no autorizada del genio. ¿Ha perdido la chaveta? ¿O es consecuente con su forma de ser y su ética furiosa, a prueba de vanidades y propinas millonarias? Gessen sugiere que su perfeccionismo es la causa de su alienación. Y apunta, además, la posibilidad de que padezca una rara enfermedad, el síndrome de Asperger, una variedad de autismo que no está reñida con una inteligencia casi sobrenatural. Su desaliño indumentario, su despreocupación por el aseo, su ceguera emocional y su manera de tomárselo todo al pie de a letra, sin llegar a captar las sutilezas del lenguaje, la ironía o los dobles sentidos, son propias de este síndrome.
Quizá la razón íntima de su desapego sea una amalgama: moral intransigente y torpeza social, maceradas con unas gotas de locura. Como explica Gessen: «Se considera loco al individuo que, en su interior, alberga una visión del mundo radicalmente diferente a lo que la mayoría de la gente considera normal. En ese sentido, es cierto que Perelman tiene una visión distinta del mundo. Creo que esa visión y la rigidez con la que se aferra a ella están relacionadas con su habilidad para resolver el problema matemático más arduo. Su mente es capaz de recibir más información y absorber sistemas más complejos que cualquiera. Su cerebro es una trituradora. Aborda problemas muy complejos y los reduce a su esencia. El problema es que él espera que el mundo de los humanos pueda ser también reducido a esa especie de papilla esencial y que funcione de acuerdo a unas leyes estrictas. Y como no puede soportar que no se cumplan esas reglas, Perelman ha ido eliminando sucesivos pedazos del mundo. Y lo único que le queda ahora es el apartamento que comparte con su madre».
La historia de Perelman comienza con una pelota de ping-pong. Una minúscula esfera de celulosa que hace rebotar en el pupitre. Es un niño callado que después de clase acude al club de matemáticas. Esos clubes, como los de ajedrez, eran muy populares en la Unión Soviética... y muy competitivos. Las matemáticas son un espacio de libertad dentro de un sistema tan controlado como el comunista. Al fin y al cabo, pocos comisarios del Politburó entienden de ‘mates’. Uno puede pensar por su cuenta, llegar a sus propias conclusiones, sin que el Partido te diga lo que está bien y lo que no y, por tanto, sin arriesgarte a acabar en Siberia. «El humilde razonamiento de uno vale más que la autoridad de miles», dijo Galileo. Una cita que Perelman hace suya. Además, las ciencias exactas gozan de un prestigio patriótico. Tres semanas después de la invasión nazi y con la fuerza aérea soviética destruida en los hangares, Stalin reclutó a jóvenes matemáticos para reconvertir, calculadora en ristre, los aviones civiles en cazas y bombarderos. Después de la guerra se construyeron en la URSS más de cuarenta ciudades secretas donde vivían y trabajaban doce millones de científicos y sus familias en condiciones de extremo aislamiento. Caldo abonado para que el país se convirtiese en una potencia en investigación.
Pero volvamos al club: el profesor presenta un problema y los alumnos se dedican durante horas a pensar en la solución. Cuando se concentra, el pequeño Perelman se dedica a botar la pelotita o se rasca las rodillas hasta hacerse sangre o gimotea y murmura sonidos guturales, incomprensibles, como si salmodiara una oración en una lengua muerta. Siendo un adolescente, participó en unas olimpiadas matemáticas, en Budapest, y alcanzó la puntuación perfecta. Es amable con sus compañeros, pero no tiene ningún amigo íntimo. Se gasta todos sus ahorros en comprar libros de Julio Verne y Mark Twain y discos de ópera, su otra pasión. Hasta hace unos años seguía acudiendo a las funciones del teatro Mariinsky. Se sienta en lo más alto del gallinero, ni mira al escenario. Pasa del vestuario y de los gestos de los cantantes. Prefiere ensimismarse en la acústica. El sonido puro.
Perelman se doctora en la Facultad de Mecánica y Matemática de Leningrado, donde había ingresado con 16 años. Su profesor de geometría, Yuri Burago, lo recuerda: «Hay muchos estudiantes que hablan antes de pensar. Grisha era diferente. Pensaba profundamente. Sus respuestas siempre eran correctas. Lo repasaba todo con meticulosidad. No era rápido. La velocidad no significa nada. Las matemáticas no dependen de la velocidad. Era profundo». Por entonces, ya no se cortaba las uñas y las llevaba tan largas que se le curvaban como si fueran garras.
Comienza a trabajar como investigador en el prestigio Instituto Steklov, donde se convierte en un experto en geometría de Riemann. Publica sus primeros artículos y en 1992 es invitado a pasar un semestre en la Universidad de Nueva York, coincidiendo con el derrumbe de la Unión Soviética. Muchos matemáticos rusos se quedan en la indigencia y sus colegas norteamericanos les pasan dólares de contrabando para que sobrevivan. Luego acepta una beca de dos años en la Universidad de Berkeley, California. Al principio soporta bien la vida en el campus. Comparte ideas con otros matemáticos, en especial con Richard Hamilton, cuyas teorías le servirán de inspiración para resolver la conjetura de Poincaré. Pero no se centra en un único problema. Picotea aquí y allá. Esboza soluciones elegantes para asuntos muy complicados, aunque no llega a rematarlas. Y no le gusta dar clases. Prefiere pasear. Necesita tiempo para no hacer nada, pensar en las musarañas. Y en las universidades norteamericanas hay que aprovechar el tiempo, están obsesionadas con la productividad. El éxito se mide en el número de publicaciones; no en la inspiración que las alienta. A veces, para ser un genio, tienen que dejarte ser un poco gandul. Y Perelman, harto, rechaza todas las ofertas de trabajo que le llueven y vuelve a Rusia.
A los 29 años retoma su plaza en el instituto Steklov. El sueldo: cien dólares al mes. «Con lo que he ganado en Estados Unidos, me sobra para vivir toda la vida», le dice a un colega. Es un tipo espartano. Sin cargas familiares y sin apenas obligaciones profesionales. Durante siete años no hace otra cosa que darle vueltas al problema cuya resolución lo hará famoso y cuya demostración publicó en Internet, en tres partes. La primera, a finales de 2002; la última, al verano siguiente. Fue poco ortodoxo. Una prueba matemática suele cumplir una serie de convenciones. Empieza con axiomas, o verdades aceptadas, y emplea una serie de pasos lógicos para llegar a una conclusión. Si la lógica es correcta y no hay fallos, el resultado es un teorema. Al contrario que una ley física, basada en la evidencia y la experimentación, un teorema tiene que ser revisado por expertos. La demostración de Perelman era muy breve. Secuencias lógicas que podían haber sido desarrolladas a lo largo de cientos de páginas estaban condensadas en unas pocas líneas. Esto propició que dos matemáticos chinos, Cao y Zhu, limitándose a completar lo que Perelman daba por sentado, quisieran apuntarse el tanto. Costó un par de años aclarar el asunto. «No puedo decir que esté indignado. Otras personas hacen cosas peores. Claro que hay muchos matemáticos que son más o menos honrados. Pero casi todos son conformistas. Son honrados, pero toleran a quienes no lo son», declaró Perelman, dolido.
Las aplicaciones prácticas de su hallazgo son insospechadas y se irán viendo en las próximas décadas. De momento, ya ha servido para pergeñar un modelo en el tratamiento contra el cáncer que predice el comportamiento de las células malignas y podría ayudar a frenar su proliferación. ¡Matemáticas curativas! Pero sólo es el principio de una revolución de la geometría que modificará incluso nuestras ideas sobre la forma del universo.
Y llegaron los honores que no quiso aceptar. En 2006 la medalla Fields, la más prestigiosa de las matemáticas, un honor que se concede sólo a los menores de cuarenta años (se considera que a partir de esa edad ya es imposible alumbrar una idea original) y que debía serle impuesta en el Congreso Internacional de Matemáticos que se celebró en Madrid. No hubo manera de convencerlo para que asistiese a la ceremonia o, por lo menos, agradeciese el gesto. «La medalla era irrelevante para mí. Si la demostración es correcta, no necesito otro reconocimiento. No creo en el autobombo. Otros están locos por promocionarse. Allá ellos. A mí no me interesa lo más mínimo», explicó Perelman. «Tiene principios morales bastante extraños. Se siente muy agraviado por cualquier minucia», reflexiona Sergei Kisliakov, director del Instituto Steklov. Según Kisliakov, su decisión de rechazar la medalla podría ser el resultado de un complejo de superioridad. Consideraría que sus colegas no son dignos de darle un premio porque no están a su altura. «Cortó todo contacto con la comunidad académica y me dijo que quería encontrar un trabajo que no estuviera relacionado con las matemáticas. No sé si lo consiguió.»
El mes pasado, la leyenda de Perelman se agigantó cuando fue premiado con el millón de dólares que concede el Instituto Clay. Él no ha dicho `esta boca es mía´. De hecho, no se sabe muy bien dónde se encuentra. La última vez que se lo vio fue en el metro de San Petersburgo en 2007, donde un pasajero atónito le hizo unas fotos con el móvil. Incluso hay quien jura que anda por Andorra, donde vive como un eremita en una aldea pirenaica. «Estoy buscando amigos y no tienen que ser matemáticos», confesó a The New Yorker hace unos años, en una de las contadas entrevistas que ha concedido. Quizá, después de todo, Perelman no es tan raro como parece.

Carlos Manuel Sánchez

miércoles, 7 de abril de 2010

Mi banda sonora del aquí ahora.

Como últimamente mis entradas están siendo bastante esporádicas e incluso algo bajas de endorfinas, dejo en esta micro entrada una cancioncilla que desde que la escuché el otro día por primera vez se me ha metido en el coco y es mi banda sonora de los últimísimos momentos. A mi me resulta muy alegre tanto por su musicalidad como por su letra, y por eso que me apetece compartirla con vosotr@s.
Besos.



viernes, 12 de marzo de 2010

Sentido o sensibilidad

No recuerdo desde cuando, pero me sorprendo con más frecuencia de lo que ha sido habitual a lo largo de mi vida, sintiendo un nudo en la garganta al ver sufrir a otro ser, ya sea humano o animal. Quizás suene a una perogrullada peligrosa pues es lógico pensar que uno se pueda conmover ante el dolor ajeno con cierta facilidad y que si esto no sucede, cuando menos es para cuestionarse si el músculo cardiaco no haya sufrido una fibrosis que lo ha endurecido hasta alcanzar el umbral del acero. Aunque también cabe la posibilidad de estar en un estado de anestesia emocional, provocada por un habituamiento al dolor que adereza nuestros almuerzos y cenas a través de las noticias como si del condimento básico se tratara. Sea como fuere, el hecho está en que esa sensación de angustia compartida me azota las entrañas al ver el dolor representado en otro rostro. Si bien es una pesadumbre infiltrada de una inyección de control racional mediante pensamientos que exhiben toda una muestra de reflexiones y consideraciones, que intentan explicar la situación de manera que no haya motivo alguno para que mis lágrimas tengan la desafortunada idea de aflorar y tomen el camino de regreso al fondo de mi alma, bajo el pensamiento de que son lágrimas estériles en tanto en cuanto no van a paliar el sufrimiento del que soy testigo.
Hoy mismo lo he experimentado de nuevo al ver en la televisión el rostro de los familiares de las personas que murieron en los atentados del 11M. Sus lágrimas y sus rostros me han retumbado como un trueno y de nuevo me he visto en un pulso entre la sensibilidad y el sentido, por supuesto ganando el sentido ya que las lágrimas no han aparecido. En este caso ha sido recurrente el pensamiento de “¿pero, y esto a qué viene ahora? Con la de veces que has visto en estos seis años imágenes de este tipo y mucho peores ¿y te vas a poner a estas alturas melancólico?”
Me resulta jodido reconocerlo pero es así, me empiezo a dar cuenta de cómo me empeño en no tragar muchas cosas contra las que me rebelo y sin embargo me atraganto de mis propias lágrimas. Intento alcanzar la esencia de la vida sin distracciones superfluas pero en cambio me narcotizo con razonamientos pueriles.
Es cierto que mis lágrimas no pueden devolverle el padre al niño chileno que angustiado lloraba el otro día ante la cámara suplicando que apareciese, ni alimentan a quien moribundo por el hambre me mira a través de la cámara, ni quitará el dedo del gatillo de las armas que cada día se disparan para matar y desmembrar; pero quizás mi llanto me ayude a encontrarme para que en mi fuero interno el sentido del sinsentido deje de hacerme sentir más desamparado que el niño chileno y más muerto que el hambriento o al menos que este sentido del sinsentido no me termine amputando la conciencia.

lunes, 8 de marzo de 2010

Tener o no tener esa no es la cuestión.


El otro día llegaba a mis manos un pequeño artículo acerca del desarrollo de los bebes que explicaba como en cierto momento del desarrollo, cuando el bebé ya comienza a agarrar los objetos con sus manos, si se le muestra algo que llame su atención procederá a agarrarlo con su mano; y si a continuación le muestras otro objeto que también le llame la atención igualmente irá a cogerlo con la otra mano que le queda libre, manteniendo cada objeto con cada mano, pero si seguidamente le muestras un tercer objeto que también resulta de su interés hará todo lo posible por asirlo también entre las dos manos que ya están ocupadas con sendos objetos anteriores, con lo que no lo conseguirá y ahí empieza una pequeña situación de frustración de querer coger y no poder, hasta que aprende el ejercicio de soltar para coger, de medir su capacidad para retener y de que no todo se puede tener a la vez. Se supone que esta lección queda grabada en nuestro córtex cerebral y está dispuesta para aplicarla cuando resulte necesaria a lo largo de nuestra vida. Ocurre con esto como con el aprendizaje de no hacernos nuestras necesidades encima y realizarlas en el lugar destinado a ellas.
En estos días ha salido a los medios una campaña para hacer frente a la crisis, con la que se pretende levantar el ánimo de la población diciendo que la crisis es algo que tenemos que arreglar entre todos y no dejarla en manos de los políticos ni de otros. En un primer instante uno piensa que es cierto eso de que el desánimo no es el mejor apoyo para salir de las crisis, pero enseguida me surgen una serie de preguntas al atender a esta campaña, como por ejemplo, ¿quiénes somos todos? ¿quiénes son los otros? Porque claro, no puedo evitar pensar si en ese “todos” solidario me equiparan a los que salen en el anuncio hablando de optimismo como son un ganador del premio planeta, un campeón de rallyes, famosos periodistas, empresarios y un largo etc con quien no consigo empatizar al menos en lo que a ingresos económicos se refiere. Por otro lado se hace en el anuncio el símil de la crisis con la sensación térmica en la temperatura ambiente, de manera que al igual que a veces hay una temperatura “X” pero la sensación térmica puede ser “X-3”, de la misma forma la crisis nos afecta en “X” pero la percibimos como mayor. Yo en este punto me encuentro con otra disyuntiva, pues si bien es cierto que no toda la población siente la crisis en la misma proporción y por tanto el desánimo generalizado que hay, honestamente tendría que ser más selectivo, porque no todo el mundo sufre la precariedad como las personas concretas que no obtienen ningún ingreso y además no encuentran posibilidad de emplearse; y por tanto las personas que no tenemos una situación de desamparo de este calibre tendríamos que ser más optimistas, me encuentro aquí con esa disyuntiva, pues discrepo con el sentido de optimismo que se predica en la campaña, ya que se insta a no tener miedo a gastar y a fomentar el consumo como medio para incentivar el mercado. Pero es que precisamente creo que esa ha sido la causa de la crisis que tenemos y de las que vendrán más adelante si no reformulamos el sistema puesto que la clave no creo que sea consumir sino más bien (permitiéndome el juego de palabras) “sumar con”, es decir, compartiendo y no tragando como sumideros desbocados. No me puedo creer que por comer más de lo que mi hambre me demanda ni por tener más bienes materiales de los que puedo llegar a disfrutar en todo su potencial voy a construir un mundo más justo y equitativo. Es como si le quisiésemos enseñar a los bebes cuando no pueden aferrar más de dos objetos que la única manera de que le salgan tres manos es intentando coger más de dos objetos a la vez.
Es cuando menos curioso cómo se van modificando los aprendizajes que adquirimos en nuestras primeras edades y llegados a la madurez nos cagamos fuera del tiesto porque no podemos coger más de lo que abarcamos.

lunes, 8 de febrero de 2010

Vueltas

Hace ya tiempo que caí en la cuenta de que solo hace falta tener los ojos bien abiertos para estar en un permanente estado de aprendizaje. Esta cuestión tan obvia y sencilla de entender no conlleva una aplicación permanente, pues sucede que a veces las circunstancias colapsan mis circuitos internos y entro en un estado de sobredosis emocional y mental que me lleva al bloqueo y a entrar en un ritmo de vida cercano al punto muerto, en donde casi ando por la vida más por una cuestión gravitacional, dejándome caer por las pendientes, sin acelerar pero tampoco pisando el freno; hasta que en un momento dado sucede algo, un pequeño detalle, que hace la función del chasquido de dedos del hipnotizador que te saca del trance y me devuelve cierta luz que sintoniza mis coordenadas nuevamente.
La otra mañana me encontraba observando a Ana. Como el resto de la humanidad ella también cada día aprende algo nuevo; y ese día estaba descubriendo la posibilidad de girar su cuerpo y darse la vuelta. Estaba inmersa en toda una suerte de movimientos de piernas, brazos y cabeza intentando modificar sus puntos de apoyo y cambiar su posición. Se retorcía y cambiaba un poco para perder el equilibrio y volver como un resorte a la posición de partida. Ella continuaba una y otra vez, perseveraba como si toda su vida le fuese en llevar a cabo ese movimiento. Gruñía y hacía muecas que sonaban a llanto aunque no lloraba, se le veía demasiado concentrada en su tarea como para perder energía en llantos y quejas. Yo observaba embelesado toda la escena como observa un zoólogo el comportamiento de un animalillo, casi memorizando todo aquel protocolo que por otra parte me resultaba tan sencillo de entender y de realizar. Me parecía tan evidente ver que su propio brazo al pillarlo debajo de su cuerpo le hacía palanca y le impedía girar correctamente que simplemente era cuestión de llevar el brazo hacia arriba por encima de su cabeza y con el impulso de sus piernecillas el giro sería efectivo. Era fácil de entender y sencillo de realizar, pero era evidente que para ella con sus referencias y su visión del mundo en ese momento esta cuestión era poco menos que insalvable.
No sé exactamente en qué momento sucedió pero de repente me vi en su lugar. Entendí que yo me encuentro haciendo exactamente igual que ella pero con otros parámetros y otras referencias. Llevo bastante tiempo intentando darme la vuelta, revolverme respecto a como me encuentro situado, queriendo modificar mi posición en el mundo y luchando con no se qué cosas, pero a diferencia de mi hija lloro y me quejo más que ella. Y no tengo del todo claro quién de los dos es más perseverante y concentra mejor su energía de cara a su objetivo.
Encontrar este paralelismo me alivió bastante pues pensé que quizás en el fondo, las cosas (mis cosas) tampoco sean tan complejas y solo sea cuestión de ver dónde tengo puestos mis brazos y mis piernas y de qué modo me impido yo mismo realizar mis movimientos. Al fin y al cabo se trata de darme yo la vuelta y no de dársela al mundo.