La conciencia del mundo se vuelve a desequilibrar, venciéndose la balanza hacia el lado de los que esquilman la justicia cada día. Cada vez son menos los que van quedando que digan las cosas a la cara, que no se escondan ni bajen la cabeza ante este sistema devorador de mujeres y hombres. Nos quedamos quienes le escuchamos y nuestra valentía de momento alcanza para asentir afirmativamente con sus palabras. Su vida ha concluido, su hilo de voz se ha cortado y ahora nuestros oidos y ojos están un poco más huérfanos al dejar de escucharle y leerle.
Como me gusta pensar en estos casos, creo que su vida no ha acabado sino que se ha repartido entre todos los que hemos sido sensibles a sus palabras y sus ideas. Ojalá que esta horfandad sensorial que ahora podemos sentir se transforme más pronto que tarde en fuerza de tracción que sirva para arrancar de los dientes del capital a este planeta y la transformación por un mundo más justo y pacífico sea una realidad, ahora que todavía es posible.
Dónde quiera que estés maestro, descansa en paz.