lunes, 21 de septiembre de 2009

Otoño.


El verano ya toca a su fin, al menos en lo que a fenómeno astronómico se refiere pues con el cambio climático que venimos provocando y arrastrando, a este paso a lo más que llegaremos a saber es que la temperatura puede cambiar aunque no sepamos cuándo ni cuánto.
A mi me gusta el otoño, antes no me gustaba pero ahora en cambio me relaja mucho. Me ha sucedido lo contrario que con el verano. Cuando era un niño era la temporada estival mi preferida y la que relacionaba con las vacaciones y el descanso; y el otoño lo relacionaba con la vuelta a la escuela y las ganas de morirme que me entraban nada más que de pensar en verme encerrado cada día entre esas cuatro paredes. No me extrañaba al ver que en esta época también los árboles se quedaban moribundos, sin hojas, como la raspa de un pez, pues en cierto modo, ya digo, yo también me apagaba considerablemente. Sin embargo ahora es distinto, sigo teniendo la referencia de las vacaciones ubicada en el verano pero este tiempo lo relaciono más con el jaleo de la gente en las calles, los chiringuitos, el desbarre sistemático del personal pillando unas borracheras de órdago, que se puede ir viendo lamentablemente cada vez con más frecuencia; y toda una serie de imágenes que a mi personalmente me estresan muy mucho. Y no digo que el que le pegue a la botella haga parada biológica como en los caladeros de pesca cuando llega el otoño, no soy tan incauto, aunque creo que quizás el fresco que comienza a aparecer en este tiempo invita a ir recogiéndose un poco y sobre todo a levantar un poco el freno del acelerador.
Se puede intuir que no soy una persona que le vaya demasiado el bullicio, pero no quiero decir con esto que abogue por una sociedad nórdica en dónde estemos metidos cada uno en nuestras casas sin apenas interaccionar. No llego a este extremo, aunque reconozco que tengo el umbral para el ruido cada día más bajo y me cuesta convivir con la fiesta si tiene una periodicidad corta.
Por otro lado, con el tiempo he ido descubriendo la maravillosa paleta de colores, olores y sabores que brinda el otoño; y si bien los días y la luz dura menos tiempo, también es cierto que la temperatura me resulta más agradable y llevadera que en esta estación que ahora acaba.
El caso es que dentro de muy poquito comenzará el otoño y habrá por delante este año 89 días y 20 horas según afirman los astrónomos (aunque luego la naturaleza campará a sus anchas según considere). Y puede ser una buena excusa esto del cambio de estación para reinventarse y darle una vuelta de tuerca a nuestra capacidad de disfrute, impregnándonos los sentidos de todo el potencial que nos rodee.
El otro día escuchaba el término “destrucción creativa” que al parecer lo acuñó un economista llamado Schumpeter allá por los años 40, para describir el proceso de innovación y como repercutiría en el mercado..., bueno, economía , crisis y otras hierbas aparte, la cuestión es que me parece que es un término que se ajusta también muy certeramente a lo que sucede en el otoño, pues las hojas caen, muchas plantas parecen quedar destruidas y sin embargo todo el proceso va dando unos paisajes de lo más creativos y evocadores y que sin duda son el germen de todo un potencial de brotes venideros. Quizás se podría también aplicar a nuestro quehacer, de manera que dejáramos caer cada cual lo que considere que toca soltar para que el viento nos ventile y nos prepare para acoger nuevos brotes.
Feliz otoño, también.

12 comentarios:

Majo dijo...

Lo habré dicho mil veces, pero qué más da una más que menos... el otoño es mi estación preferida, aunque reconozco que la primavera también tiene su punto. El verano es lo que tú dices, como que va asociado a nuestra infancia, y ahora verás cuando nazca tu bebé, que empezarás a valorarlo de nuevo con ojos de niño.

Pero yo me quedo con los paisajes a medio renovar, los marrones, naranjas, ocres.

Además, en el otoño es cuando realmente cambiamos de año, al menos así pienso yo.

Buen día!

Rosa dijo...

A mi el otoño me gusta, siempre me ha gustado. Será que soy del norte y vivo en el sur, sur-este para ser más exacta, zona de playa si me pinchas el Google earth. Sentir el fresco en la piel después del calor del verano para mi es un regalo, por no hablar del silencio o por lo menos de la ausencia de ruidos a los que no me acostumbro; el ruido a bronceador, veraneo, bullicio playero….. es la cultura de la chancleta. La odio.

Me ha gustado esa frase “destrucción creativa”. Es curioso como a veces juntamos palabras que, en una ojeada superficial parecerían enemigas, pero que en su esencia no pueden existir la una sin la otra, verdad?. Porque, no conlleva todo acto de creación en sí mismo un acto de destrucción??.

En fin, un placer leerte.
Besos.

Sâddha dijo...

Pues que quereis que os diga compañeras blogueras, que viene como anillo al dedo la última metáfora con la que termino la entrada, eso de dejar caer para brotar, porque vosotras habeis dejado caer por aquí vuestro comentario y en mí ha brotado ya de entrada una sonrisa; y empezar la jornada con este gesto es sin duda un lujo.
Majo, eso de cambiar de año en otoño lo aplica bastante gente, yo de hecho en cierto modo también lo aplico por aquello de comenzar nuevo curso y cosas así.
Rosa, lo de destrucción creativa me parece un término además de muy acertado muy esperanzador pues se le quita un poco ese estigma negativo a la destrucción, al fin y al cabo la naturaleza no es sino destrucción para nueva creación y poder así regenovarse continuamente.
Besos mañaneros a las dos.

marqus dijo...

Con entradas así dan ganas de que llegue el otoño, desde luego, y más, personalmente, si las acompañas con el sonido de Yann Tiersen. Yo termino encontrándoles encanto a todas las estaciones, aunque coincido con vosotras en que al verano le sobra ruido o le falta silencio.

Ojalá toda destrucción fuera tan creativa. Un saludo.

Cris dijo...

Me pasa lo mismo que a Rosa: siendo del norte y viviendo en el sur, el otoño se espera con ansia.

Una cosa que no tiene nada que ver:
El otro día, hablando con un amigo "artista", me contó que estaba por ahí exponiendo unas obras basadas en la destrucción. Me enseñó algunas fotos que llevaba en el móvil, y yo que a veces no puedo contener la lengua, le dije: "¿Pero de verdad esto es arte?". Y me dijo: "Claro. El arte consista en que el otro crea que lo es. Todo lo que está expuesto como arte, es arte."
No esperaba que alguien que vive más o menos de eso me lo fuera a reconocer tan abiertamente.

Ais. Y yo aquí trabajando a la manera tradicional...

Besos.

dezaragoza dijo...

Feliz otoño a tí también. Y feliz reinvención.

A través del espejo dijo...

Escribo tal como me viene al corazón (como casi nunca hago):

Aquí me he quedado, más tiempo del que creí al entrar. Estoy pensando en un camino marrón de bosque mojado, en una mujer nórdica con bufanda que camina delante de mí, no sabe que camino tras ella. Cierra su puerta y enciende una luz naranja.

Me entra un poco de pudor al darme cuenta de que la estoy observando desde el camino. No estamos solos, pero nadie nos ve.

Y eso sí, el tiempo está pasando muy despacio. No sé cuánto tiempo llevo parado allí, cuando el viento se levanta un poco, y el rumor de las hojas secas me avisa de que es hora de volver a mi soledad.

Alguien ha estado caminando detrás de mí. No le he visto verme entrar en casa, encender la luz naranja y sentirse algo violento al ser sorprendido por el viento en las hojas secas.

Sâddha dijo...

Hola a tod@s.

Marqus, estoy contigo en que cada estación tiene su encanto, aunque también están las afinidades que hacen que cada uno tenga sus márgenes de tolerancia.

Cris, respecto a tu amigo, por aquí por el sur se le diría "qué arte tiene el gachó, que arte diomio". Te dió por mirarle si tenía paquete? porque me da a mi que con razonamientos así a uno se le tienen que caer las pelotas a pulso. Vaya tela killa.

Maño, qué alegría¡¡¡ Qué bien que sigas dando señales de vida. Espero que las circunstancias que te rodean en este momento sean algo más favorables que las que se intuían en tus dos últimas entradas. Y... vuelve proooooooooooooonto.
Un abrazo.

Espejo, qué mejor tinta que la que bombea el corazón. Gracias por tu dosis de creatividad. Todavía no ha empezado el otoño y ya se empiezan a dibujar bonitos paisajes. Gracias de verdad.

Muchas gracias a tod@s por acompañarme. Besos.

Antonio ST dijo...

La llegada del fresco con el otoño me parece como un descanso en una larga caminata, gratificante al principio pero que, si es larga te supone un gran esfuerzo para continuar. El hecho de que cada día haya menos luz solar me pone melancólico y muy triste. Se me hace muy cuesta arriba el mes de noviembre y sólo la llegada de diciembre y la Navidad, me rescatan de terminar muy bajito de ánimo.

Sâddha dijo...

Bienvenido Antonio.
Ciertamente el otoño y el invierno tienen menos horas de luz; y para las personas que como tú gustais de la luz solar (así lo intuyo por tus palabras) es un pequeño handicap hacer frente a un mayor espacio de tiempo en la contraparte lumínica, pero por otro lado está la circunstancia de que lo que se pierde en cantidad se gana en calidad, a mi al menos así me lo parece, el sol de otoño y de invierno me resulta mucho más agradable ya no solo por el contraste térmico sino por la propia luminosidad que proporciona que me resulta mucho más nítida que el foco de luz del verano que me deslumbra bastante. En cuanto al tema de la navidad se nos cambian los papeles, pues a mi la navidad es un tiempo que me pone un pelín triste, digamos que me pasa lo mismo que con el sol de verano, me deslumbro con tanta luminosidad.
El caso es que esto es lo bonito de la vida, los contrastes y la diversidad que son los que proporcionan la orografía humana como un paisaje de lo más interesante para descubrir.
Repito, bienvenido y ha sido un gusto leerte también.

Pilardepiedra dijo...

A mi me encanta el Otoño. Los días como hoy son mis favoritos. Sábado, lloviendo, tranquilidad en casa, olor a tierra mojada... Es una época donde empezar nuevos proyectos, donde iniciar ideas. Me gusta, me sienta muy bien.
Me alegra coincidir.

Sâddha dijo...

Pilar, el olor a tierra mojada... me resulta un perfume que me cambia el ánimo, es como si me regaran el alma a mi también con la lluvia. Incluso a veces me pasa cuando es una lluvia tranquila sin viento, digamos una lluvia pacífica, que me puedo tirar un buen rato mirando a través del cristal de la ventana estasiado viendo caer el agua del cielo, me hipnotiza como cuando miro el fuego.