viernes, 27 de febrero de 2009

lo urgente y lo importante.



Yo no sé a los demás, pero a mí me sucede que se me pasan los días marcados por un ritmo de acciones imperiosamente urgentes o al menos inaplazables. Familia, trabajo, estudio, tareas de casa…todo son cuestiones que requieren de tu presencia directa y que de alguna manera luchan por no ser desplazadas de ese guión rutinario pero a la vez tirano que marca unos espacios, unos tiempos y que va poniendo puertas y límites a las posibilidades de contactar con nuestra esencia. Cada ámbito nos suministra una etiqueta y una capa que nos viste y va ocultando qué, quién o cómo somos.
En cierta ocasión en un curso, el profesor me preguntó “¿tú, quién eres?” a lo que yo respondí “yo soy …” y el me dijo “no te he preguntado tu nombre, te he preguntado quién eres” y yo volví a responder “soy un estudiante de …” y me volvió a contestar “no te he preguntado a qué te dedicas, te he preguntado que quién eres” y yo algo más desconcertado contesté “soy una persona que vive en… y que le gusta… y hace…” y de nuevo me dijo “no te he preguntado dónde vives, ni qué te gusta ni qué haces, te he preguntado que quién eres”; así siguió esta situación como un bucle que se repetía hasta la saciedad sin que yo consiguiese dar con la respuesta correcta, hasta que con una mezcla de desesperación, de rabia e incluso de pena por fin dije “pues no sé quién soy”. Con esta prueba aquel profe solo quería mostrar como las distintas facetas de nuestra vida nos imprimen un rol que va tapándonos y envolviéndonos, con lo que corremos el riesgo de diluirnos o confundirnos creyéndonos ser lo que no somos.
Me viene ahora a la cabeza la frase que dice “si no vives como piensas, terminarás pensando como vives”. Quizás este sea el riesgo que corremos si no tenemos claras nuestras coordenadas de origen.
Esta semana me propuse apretar la agenda de manera que sacase tiempo para mí, es decir, no para el currante, ni para el marido, ni el hijo, ni el vecino ni para ninguna etiqueta. Me he podido largar dos días a la montaña. Era algo que hacía bastante tiempo que no podía hacer, bien porque siempre había algo “urgente” que lo obstaculizaba o cuando las ocupaciones me lo permitían era el clima el que decía que no era el momento de tirar para arriba. El caso es que mi síndrome de abstinencia era ya lo bastante fuerte como para estar en una situación de cierto desequilibrio.En cierto modo me pasaba como decía santa Teresa, "vivo sin vivir en mí". Era como si todos los trajes que llevaba puestos me estuviesen dificultando la respiración.
El haber roto con la rutina, me ha dado la posibilidad no tanto de encontrarme conmigo mismo como de ser consciente del riesgo que corro de perderme. Me he dado cuenta de cómo me dejo llevar por lo urgente y olvido lo importante, de cómo me encargo de cuidar a otros y no cuido al cuidador… y toda una serie de planteamientos que me llevan a reafirmarme en la conclusión de que si algún día me provoco un autogolpe de estado no será fruto de un azar ni de un mandato divino aunque si que creo que me quedaré más a gusto que dios.

jueves, 19 de febrero de 2009

Calorías emocionales 2.



A veces se dan ciertas coincidencias, o puede ser que esas coincidencias están ahí y son más frecuentes de lo que somos capaces de detectar. Sea como fuere, ayer me nutrí de una de esas coincidencias. Colgué la entrada compartiendo el texto que me encontré sobre la falcultad de crecer, y muy poco después mientras escuchaba la radio disfruté de esta conversación que me encantó. Los miércoles por la tarde en la cadena SER, en el programa la ventana que dirige Gemma Nierga, tiene un espacio a las cinco y media que se llama "pensar por pensar" y en el que establecen un diálogo Manuel Cruz (filósofo) y Manuel Delgado (antropólogo) sobre diversos temas, cada semana uno distinto. Algunas semanas la conversación resulta un ladrillo, pero ayer no fue este el caso; y ahí está la coincidencia, mi coincidencia. Hablaron sobre el crecer, el hacernos mayores y ¿qué nos convierte en adultos?.


El caso es que puesto que dejé el texto que ayer me aportó ese punto de referencia, creo apropiado aportar lo que fue la segunda parte a esta reflexión que ayer me ocupó y que de alguna manera me ha dejado un eco que creo me durará en el tiempo.


Simplemente dejo el enlace para escucharlo si apetece y si se dispone de tiempo, pues dura en torno a veintitantos minutos ( se puede escuchar mientras se hace otra cosa, creo que merece la pena escucharla). A mi personalmente las cuestiones y razonamientos que plantean los dos profesores me parecen muy interesantes y creo que se puede sacar mucho jugo, pero vamos, como todo este blog, esta es una apreciación personalísima.


En fin, que siguiendo con la metáfora de la onza de chocolate, esto es el trozo de pan que acompaña a toda merienda tradicional.



http://www.cadenaser.com/actualidad/audios/nos-convierte-adultos/csrcsrpor/20090218csrcsr_20/Aes/








miércoles, 18 de febrero de 2009

Calorías emocionales.


Este texto, lo saqué de alguna de las muchas páginas que me encuentro en la red cuando buceo curioseando de acá para allá. No recuerdo de dónde lo saqué ni cuándo lo encontré, pero en su momento llamó lo suficiente mi atención como para copiarlo y guardarlo en mis archivos. No se quien será el/la autor/a, pero le reconozco la propiedad diciento que el texto no es mío aunque bien me gustaría a mi haberlo escrito.

Registros de la propiedad intelectual al margen, la cuestión es que hoy, buscando en mi ordenador me he encontrado con el susodicho texto y al releerlo, me ha sabido bien. Digamos que es como esa tableta de chocolate que guardas en el armario de la cocina, y un día al ir a coger otra cosa la ves, le quitas un cuadradito y ese pequeño bocado te sabe a gloria. Sabes perfectamente que es chocolate, que no estás probando nada nuevo, pero en ese momento el sabor del cacao te sabe especial y te endulza el momento. Eso mismo me ha pasado con este texto. No me ha descubierto ninguna nueva teoría, pero me ha recordado lo guapo que es vivir y a pesar de que como alguien dijo, vivir es una enfermedad mortal, la verdad es que sarna con gusto no pica.

Este blog nació como una ventana natural a un gran cañon en el que me dispondría a gritar mis neuras al vacío, obteniendo mi eco como respuesta y el consuelo de descargarme como resultado. En cambio he tenido la agradable sorpresa de comprobar que algunas personas lo leen y me acompañan en mi vocerío existencial, algunas gritan conmigo en sus comentarios y otras gritan en silencio con la simple lectura. Para tod@s las personas que pasais por aquí comparto este trocito de chocolate personal, con la ilusión de que al igual que a mi, también os pueda alimentar y ayudar a crecer.

Gracias.



UNO CRECE


Imposible atravesar la vida ...sin que un trabajo salga mal hecho,

sin que una amistad cause decepción,

sin padecer algún quebranto de salud,

sin que un amor nos abandone,

sin que nadie de la familia fallezca,

sin equivocarse en un negocio.

Ese es el costo de vivir.

Sin embargo lo importante no es lo que suceda,

sino, como se reacciona.

Si te pones a coleccionar heridas eternamente sangrantes,

vivirás como un pájaro herido incapaz de volver a volar.

Uno crece...

Uno crece cuando no hay vacío de esperanza,

ni debilitamiento de voluntad, ni pérdida de fe.

Uno crece cuando acepta la realidad y tiene aplomo de vivirla.

Cuando comprende qué es lo que le frena en el camino a la felicidad.

Uno crece con la generosidad y el perdón.

Cuando acepta su destino, pero tiene la voluntad de trabajar para cambiarlo.

Uno crece asimilando lo que deja por detrás,

construyendo lo que tiene por delante

y proyectando lo que puede ser el porvenir.

Cuando ama y por amor gira su nave y va hacia el sol.

Uno crece cuando mil veces hierra y mil se levanta.

Crece cuando se supera, se valora, y sabe dar frutos.

Uno crece cuando abre camino dejando huellas, asimila experiencias...

¡Y siembra raíces!

Entonces el ahora puede cambiar y germinar en luz.

Uno crece cuando se impone metas,

sin importarle comentarios negativos ni prejuicios,

cuando da ejemplos sin importarle burlas ni desdenes,

cuando cumple con su labor.

Uno crece cuando se es fuerte por carácter,sostenido por formación,

sensible por temperamento...¡Y humano por nacimiento!..

Uno crece cuando enfrenta el invierno aunque pierda las hojas.

Recoge flores aunque tengan espinas

y marca camino aunque se levante el polvo.

Uno crece cuando se es capaz de afianzarse con residuos de ilusiones,

capaz de perfumarse, con residuos de flores...

¡Y de encenderse con residuos de amor...!

Uno crece ayudando a sus semejantes,

conociéndose a sí mismo

y dándole a la vida más de lo que recibe.

Uno crece cuando se planta para no retroceder...

Cuando se defiende como águila para no dejar de volar...

Cuando se clava como ancla

y se ilumina como estrella.

Entonces...

Uno Crece

lunes, 16 de febrero de 2009

Querencias.



Aunque yo soy más de montaña, no quita que este fin de semana me haya venido como agua de mayo pasear por Cabo de Gata. Quizás por eso que dicen de que en torno al 60% por ciento de nuestro cuerpo es agua, de alguna manera el ánimo me pedía reencontrarme con el mar. La cuestión es que poder ver, oír, oler y palpar el paisaje marítimo ha tenido sin duda un efecto balsámico para mi cuerpo, mi mente y mi espíritu.
Pero de alguna manera esta transfusión de placer sensorial, también me ha dejado algo tocado. Siempre me pasa, quizás por esa propensión a la esquizofrenia geográfica congénita que padezco y de la que ya hablé hace unos días o simplemente por no llegar a encontrar mi lugar en el mundo, que dudo si alguna vez lo encontraré o estaré condenado a ser un buscador errante, el caso es que momentos y paisajes como los de este finde, hacen que me cuestione mis necesidades.
Ayer, mientras regresaba para casa me acordaba de Maslow y de su pirámide de necesidades; y cómo este autor plantea las necesidades humanas de acuerdo a un rango o prioridad de manera que pueden representarse bajo la forma de una pirámide. Por otro lado me acordaba de un curso que hice el año pasado y en donde me hablaban de otro autor, Manfred Max Neef, que plantea las necesidades desde otra perspectiva. Este autor sostiene que las necesidades pueden clasificarse de acuerdo a dos criterios: ontológico y axiológico; y a su vez estos dos criterios quedan expresados de la siguiente manera:

Necesidades ontológicas: ser, tener, estar, hacer.
Necesidades axiológicas: afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad, libertad, subsistencia y protección.

Max Neff, plantea la importancia de distinguir entre necesidades y satisfactores, así por ejemplo nos planteamos la necesidad de alimento, cuando en realidad el alimento es el satisfactor de la necesidad de subsistencia y a su vez esta subsistencia sirve para las necesidades de estar, hacer, tener o ser.

Seguramente no estoy descubriendo el Mediterráneo, pero he de reconocer que cuando lo conocí, a mi estos planteamientos me supusieron una puerta muy interesante por la que entrar en estas expediciones introspectivas que de vez en cuando me hago.

A mi personalmente me gusta más el planteamiento de Max Neff que el de Maslow, por que el primero no establece tan claramente una jerarquía de necesidades y esta propuesta se adapta más a mi variabilidad de gustos y querencias en el tiempo, que hacen que no siempre me resulte más necesario lo aparentemente más importante, o valga la redundancia, lo más necesario.

Todo esto viene porque desde ayer por la tarde-noche, mi cuerpo está aquí en la ciudad, ahora mismo frente al ordenador, pero mi espíritu y una parte importante de mi mente se quedó en la orilla del mar recogiendo conchas y piedras. Y esto hace que como ya he dicho, me plantee una vez más qué es lo que realmente necesito, porque estoy como cuando se tiene el estómago vacío, pero teniendo el estómago repartido entre el cráneo y el corazón.




jueves, 12 de febrero de 2009

Carne de cañón.



La otra mañana tenía la radio puesta de fondo como tantas otras veces. Y en ese run run que deja en el aire la conversación, llegan palabras que uno no siempre alcanza a enlazar ni a pasar por el filtro de la escucha, tan solo pasan por el registro del oído pero no traspasan la capa de nuestra atención. En un momento dado y por alguna razón que no siempre es clara, una palabra hace la función de anzuelo y pesca tu atención. En este caso recuerdo que me enganché con la palabra buey, así fue como me enteré que estaban hablando de las virtudes culinarias de los chuletones de dicho animal. En este aspecto siguió preguntando el periodista a la persona llamémosla “experta en el apasionante mundo del chuletón de buey” acerca de la dificultad de encontrar bueyes, pues ya se tendrán que criar exclusivamente con finalidad alimentaria puesto que en otros tiempos si era un animal de uso frecuente en las labores del campo, tanto para arar la tierra, como para tirar de carruajes y demás tareas de labranza; en cambio ahora con la mecanización de la agricultura es un animal que ya se habrá dejado de criar. La respuesta que dió el entrevistado fue lo que me dejó, podríamos decir la cicatriz existencial del día. Esta persona vino a decir, que si bien es cierto que ya no se crían bueyes porque es un hecho incuestionable lo de la mecanización del campo, todavía quedan por ahí bueyes; y a eso se dedican él y sus colaboradores, a buscar esos bueyes que quedan digamos residuales, por la geografía de España. Bueyes que ya son mayores, que han estado toda su vida siendo usados para el trabajo de campo. Son esos bueyes los que ellos especialmente buscan, porque el buey, no se me olvidarán las palabras textuales que utilizó, “cuanto más ha trabajado y más ha obedecido, mejor sabe su carne, tiene un sabor más especial”. La mansedumbre y el sometimiento hacen más jugosa la carne de la víctima, no pude evitar pensar al escuchar esto.
Parafraseando a Benedetti cuando dice que un pesimista es un optimista bien informado, uno no puede por menos que sentir un escalofrío al escuchar frases como la que soltó este cocinero. Viendo el ambiente que se respira, donde como dice Galeano muchos “nadies” que además son ninguneados valen menos que la bala que los mata y estamos inmersos en una crisis que dicen que es económica y no de valores, en la que los bancos reciben ayudas para que puedan seguir existiendo y continuar así cobrando intereses a los que no reciben ayudas; es cuando menos espeluznante tomar conciencia de la posibilidad de estar preparando nuestra carne con este sometimiento al neoliberalismo que nos cuece la vida, para que cuando lo estimen oportuno los amos, nos peguen un bocado y comprueben el efecto de la obediencia en nuestro propio sabor.
Desde que escuché esta noticia ha pasado ya una semana, pero todavía tengo el eco del ardor de estómago.

domingo, 8 de febrero de 2009

El mundo al revés


Basta con echar una sencilla mirada a como está el mundo para que nos pase por la mente la idea de que algunas o bastantes cosas no funcionan; y estos desajustes nos dejan la sensación de que el mundo está al revés.

Buceando por la red me he encontrado esta propuesta de vida al revés, que hace el genial Quino y en la que puestos a desandar podría ser una alternativa a esta huida hacia adelante que llamamos evolución, en la que con los despropósitos que estamos construyendo, lejos de evolucionar corremos el serio riesgo de deshumanizarnos por completo.

jueves, 5 de febrero de 2009

Deseos al viento...


En el balcón de casa tengo colocadas unas banderas budistas, el sentido con que se utilizan por parte de los seguidores del budismo es algo que me pareció de lo más bonito. Estas banderas tienen escritos unos mantras (oraciones) en los que se pide por la paz; y se piensa que el viento al mover estas banderas se lleva esos mensajes de paz y los reparte por el mundo. Las banderas de por si tienen colores muy vivos y el simple hecho de mirarlas alegra la vista, pero si además le sumas esa intención, me resultó de lo más motivante el colocarlas. Yo vivo en un último piso y además el edificio hace esquina y es más alto que los colindantes por lo que en cierto modo hace el efecto de torre con respecto al conjunto, por lo cual las banderas son bastante visibles. Aunque ya tod@s llevamos el móvil de última generación y estamos puestísimos de todos los adelantos que van apareciendo a cada segundo, (ya casi que nos falta ponernos el chip intracutaneo como a mi perro, en lugar de llevar DNI); eso no es óbice para que el personal se sorprenda con ciertas cosas como puede ser el ver unos trocitos de tela de colores en un balcón y no ser navidad. Miran con cara rara, comentan pero no se atreven a preguntar no vaya a ser que les pueda decir que son señales para tener en mi balcón un encuentro extraterrestre.

No voy a negar que al principio me mosqueaba un poco el cuchicheo, pero luego me ha ido importando un pimiento los pensamientos ajenos y me he centrado en mis pensamientos, imaginando que esos buenos deseos de los banderines van viajando a lugares donde son recogidos y puestos en práctica. Yo por si acaso intento llevarme algunos a cuestas y poner mi granito de arena con quien me voy encontrando.

Todo esto viene por el sentido que le doy a la entrada de hoy. Resulta que tal día como hoy hace 38 años vine al mundo. A todos los efectos hoy es mi cumpleaños, pero para mí a estas alturas del partido lo más importante es caer en la cuenta de que hoy puedo celebrar esta fecha porque mi madre me trajo al mundo, me alimentó, me arropó y me ayudó a crecer. Todo esto fue bajo el precio de trabajar como una mula, pasar muchas fatigas, privarse muchas veces del pan de su boca para que no me faltase a mí y no escatimar en cuidados. Mi madre no pisó una escuela en su vida, no pudo aprender a leer ni a escribir, se chupó una guerra civil y no tuvo infancia, aunque se dejó la piel para que yo si la tuviese. En la actualidad mi madre tiene alzhéimer y está en tal grado la enfermedad que no me reconoce (o al menos esa es la apariencia), pero afortunadamente yo si la reconozco como madre y como ser humano ejemplar (para mi, por supuesto). Esta entrada lleva la intención de las banderas budistas, con ella quiero dejar a los cuatro vientos del ciberespacio todo el agradecimiento que le tengo. Si fuese budista me tendría que reencarnar en muchas vidas para poder pagarle todo lo que ha hecho por mí y todo lo que me ha enseñado.

martes, 3 de febrero de 2009

Esquizofrenia geográfica.


Sin necesidad de apostar por la reencarnación, simplemente teniendo en cuenta la ley de conservación de la energía que afirma que la energía ni se crea ni se destruye sino que se transforma, entiendo que mi energía vital la que en estos momentos me permite por ejemplo escribir este blog o sencillamente pasear por la vida; en otro tiempo, antes de que se conjugase para formar mis huesos, músculos y demás tejidos estaría en algún otro lugar formando o participando de otro ser. Es este razonamiento lo que da alas a mis elucubraciones y me sirve de excusa para explicarme algunas preguntas que me surgen. Es así, que a veces me digo a mi mismo que en otra vida tuve que ser una cabra o algún otro bicho del paisaje, pues de todos los lugares que conozco, dónde mejor me encuentro es subiendo una montaña. Allí no me importa pasar frío, tener cansancio, que me falte el oxigeno o notar cierto nivel de riesgo (contralado, eso sí, pero dejando que la adrenalina haga su aparición y me active un poco). Paradójicamente con mi ego que tiende a estar jodido cuando se siente empequeñecido, frente a una montaña me da placer tener la sensación de fragilidad, de impermanencia y de sentir mi existencia en diminutivo. No se, pero percibirme pequeño y sobre todo saberme pequeño le proporciona coordenadas a mi sentido de la existencia. Es como crearme la posibilidad de volver al vientre de mi madre y en cierto modo no es tan absurdo puesto que la montaña es muchas veces representada como el símbolo de la Madre Tierra. No obstante aunque sea absurdo me da igual pues a mí me sirve para ir trazando el camino de mi propio entendimiento.
Muchas veces cuando estoy digamos, perdido por ahí arriba en aquellas circunstancias que ya he dicho, me pregunto - ¿pero qué coño hago yo aquí? pudiendo estar tan agustito en mi casa-, curiosamente muchas otras veces estando supuestamente agustito en casa me pregunto lo mismo pero sintiendo que lo bueno está “en lo aparentemente malo”. Es lo que se dice un comportamiento un tanto esquizoide, no lo voy a negar, pero en este trapecio muevo mi paseo por la vida.
Hoy, leyendo un artículo en una revista de montaña me he encontrado con una frase que ha sido como un rayo en mitad de la noche, de mi noche esquizoide que me hace estar en eterna búsqueda. La frase en cuestión decía “antes morir que perder la vida". No sabría explicar bien lo que me han aportado esas seis palabras y quizás continúe en otro momento, simplemente he pensado ¡¡anda que no!!

domingo, 1 de febrero de 2009

Éste es tu cerebro en éxtasis


Éste es tu cerebro en éxtasis (por Matthieu Ricard)


Luego de 2000 años de práctica, los monjes budistas saben que uno de los secretos para la felicidad es simplemente fijar tu mente en ella.



A la izquierda, Matthieu Ricard, dejó su carrera
como genetista celular hace casi 40 años para estudiar budismo.
Él es el intérprete al francés del Dalai Lama, a la derecha.
Foto por Pagoda Phat Hue, phathue.com


¿Qué es la felicidad, y cómo podemos conseguirla?

La felicidad no puede reducirse a unas pocas sensaciones gratas. Más bien, es una forma de ser y de experimentar el mundo, una profunda satisfacción que infunde cada momento y perdura a pesar de las inevitables adversidades.

Los caminos que tomamos en la búsqueda de la felicidad a menudo nos llevan, en cambio, a la frustración y al sufrimiento. Tratamos de crear las condiciones externas que, creemos, nos harán felices. Sin embargo, es la mente misma la que traduce las condiciones externas en felicidad o sufrimiento. Es por eso que podemos ser profundamente infelices a pesar de "tenerlo todo"—riqueza, poder, salud, buena familia, etc.—y, a la inversa, podemos permanecer fuertes y serenos en la adversidad.

La auténtica felicidad es una forma de ser y una habilidad a ser cultivada. Cuando recién empezamos, la mente es susceptible e indómita, al igual que la de un mono o un niño inquieto. Se necesita práctica para lograr paz y fuerza interior, amor altruista, templanza y otras cualidades que conducen a la auténtica felicidad.

Su Santidad el Dalai Lama a menudo enseña que, si bien existen limitaciones a la cantidad de información que uno puede aprender y a nuestro desempeño físico, la compasión se puede desarrollar ilimitadamente.

Practicar felicidad.

No es difícil empezar. Sólo tienes que sentarte de vez en cuando, dirigir la mente hacia dentro, y dejar que tus pensamientos se calmen.

Enfoca tu atención en un objeto determinado. Puede ser un objeto en tu habitación, tu respiración o tu propia mente. Inevitablemente, tu mente vagará cuando lo hagas. Cada vez que lo haga, gentilmente llévala otra vez hacia el objeto de concentración, como una mariposa que regresa una y otra vez a una flor.

En la frescura del momento presente, el pasado está ausente, el futuro no ha nacido todavía, y, si uno permanece en una atención y libertad puras, los pensamientos inquietantes surgen y se van sin dejar rastro. Esto es la meditación básica.

La conciencia pura sin contenido es algo que todos los que meditan regular y seriamente han experimentado, no es sólo una especie de teoría budista. Y cualquier persona que se tome la molestia de estabilizar y aclarar su mente será capaz de experimentarla también. Es a través de este aspecto no condicionado de la conciencia que podemos transformar el contenido de la mente a través del entrenamiento.

Pero la meditación también significa cultivar cualidades humanas básicas, tales como la atención y la compasión, y fomentar nuevas maneras de experimentar el mundo. Lo que realmente importa es que una persona cambia paulatinamente. A lo largo de meses y años, nos volvemos menos impacientes, menos propensos a la ira, menos desgarrados entre esperanzas y temores. Se vuelve inconcebible dañar voluntariamente a otra persona. Desarrollamos una inclinación hacia un comportamiento altruista y al conjunto de cualidades que nos dan los recursos para hacer frente a los vaivenes de la vida.

El punto aquí es que puedes observar tus pensamientos, incluyendo a las emociones fuertes, con una atención pura que no está asociado con los contenidos de los pensamientos.

Tomemos el ejemplo de la ira maligna. Usualmente nos identificamos con la ira. La ira puede llenar nuestro paisaje mental y proyectar su realidad distorsionada sobre personas y eventos. Cuando estamos abrumados por la ira, no podemos disociarnos de ella. Perpetuamos un círculo vicioso de aflicción reavivando la ira cada vez que vemos o recordamos a la persona que nos hace enojar. Nos volvemos adictos a la causa del sufrimiento.

Pero si nos disociamos de la ira y la miramos con atención, aquel que es consciente de la ira no está enojado, y podemos ver que la ira es sólo un montón de pensamientos. La ira no corta como un cuchillo, ni quema como el fuego ni aplasta como una roca; no es nada más que un producto de nuestras mentes. En vez de “ser” la ira, entendemos que no somos la ira, del mismo modo en que las nubes no son el cielo.

Entonces, para manejar la ira, evitamos dejar a nuestra mente saltar una y otra vez sobre el gatillo de nuestra ira. Entonces miramos a la propia ira y mantenemos nuestra atención en ella. Si dejamos de añadir leña al fuego y sólo observamos, el fuego se extinguirá. Del mismo modo, la ira desaparecerá, sin reprimirla forzadamente ni dejarla explotar.

No es cuestión de no experimentar emociones; es cuestión de no ser esclavizados por ellas. Deja que surjan emociones, pero permítales ser libres de sus componentes aflictivos: distorsión de la realidad, confusión mental, aferramiento y sufrimiento para uno mismo y los demás.

Hay una gran virtud en descansar de vez en cuando en la conciencia pura del momento presente, y en ser capaces de invocar este estado cuando las emociones aflictivas surgen para no identificarnos con ellas ni ser influenciados por ellas.

Es difícil al principio, pero se vuelve bastante natural a medida que te familiarizas cada vez más con este enfoque. En cualquier momento en que la ira surge, aprendes a reconocerla inmediatamente. Si conoces a alguien es un carterista, incluso si se entremezcla en la multitud, lo divisarás inmediatamente y mantendrás un ojo cuidadoso sobre él.

Interdependencia.

Así como puedes aprender a lidiar con pensamientos angustiantes, puede aprender a cultivar y mejorar los saludables. Estar lleno de amor y bondad da lugar a una manera óptima de ser. Es una situación ganar-ganar: disfrutarás de un bienestar duradero para ti mismo, actuarás de manera altruista hacia los demás, y serás percibido como un buen ser humano.

Si el amor altruista se basa en una comprensión de la interdependencia de todos los seres y de su natural aspiración de felicidad, y si este amor se extiende con imparcialidad a todos los seres, entonces es una fuente genuina de felicidad. Actos de amor desbordante, de pureza, de generosidad desinteresada, como cuando haces feliz a un niño o ayudas a alguien necesitado, aunque nadie se entere de lo que has hecho, generan una realización profunda y reconfortante.

Las cualidades humanas a menudo vienen en grupos. El altruismo, la paz interior, la fuerza, la libertad y la felicidad verdadera prosperan juntas como las partes de una fruta nutritiva. Del mismo modo, el egoísmo, la enemistad y el miedo crecen juntos. Así, aunque ayudar a otros puede no ser siempre “placentero”, esto conduce a la mente a una sensación de paz interior, valentía y armonía con la interdependencia de todas las cosas y los seres.

Los estados mentales angustiantes, por otro lado, empiezan con el egocentrismo, con un incremento en la brecha entre uno mismo y los demás. Estos estados están relacionados con la excesiva auto-importancia y el egocentrismo asociados con el miedo o el resentimiento hacia los demás, y con la caza de cosas exteriores como parte de una desesperada búsqueda de una felicidad egoísta. Una búsqueda egoísta de la felicidad es una situación perder-perder: te haces a ti mismo miserable y haces miserables a los demás también.

Los conflictos internos están vinculados a menudo con la excesiva reflexión sobre el pasado y en la anticipación del futuro. No estás prestando atención realmente al momento presente, sino que estás concentrado en tus pensamientos, en un círculo vicioso, alimentando tu egocentrismo.

Esto es lo contrario a la atención pura. Volver tu atención hacia dentro significa mirar a la conciencia pura en sí misma y habitar sin distracciones, sin esfuerzos, en el momento presente.

Si cultivas estas habilidades mentales, después de un tiempo ya no necesitarás aplicar esfuerzos artificiosos. Puedes lidiar con perturbaciones mentales, así como las águilas que veo desde la ventana de mi monasterio en el Himalaya lidian con los cuervos. Los cuervos a menudo las atacan, lanzándose sobre las águilas desde arriba. Sin embargo, en lugar de hacer toda clase de acrobacias, el águila simplemente retrae un ala en el último momento, deja pasar al cuervo en picada, y luego extiende su ala otra vez. Todo esto requiere un esfuerzo mínimo y causa poca perturbación.

Estar experimentado en lidiar con el repentino surgimiento de las emociones en la mente funciona de manera similar.

He tratado con el mundo de las actividades humanitarias por un número de años desde que decidí dedicar la totalidad de las regalías de mis libros a 30 proyectos sobre educación y salud en el Tíbet, Nepal e India, con un grupo de voluntarios dedicados y de filántropos generosos. Es fácil de distinguir cómo la corrupción, los enfrentamientos de egos, la empatía débil, el desánimo, pueden infestar el mundo humanitario. Todo esto se origina en una falta de madurez. Así que las ventajas de invertir tiempo en desarrollar el altruismo humano y la valentía compasiva son obvias.

La fragancia de la paz.

El momento más importante para meditar o hacer otros tipos de prácticas espirituales es temprano en la mañana. Fijas el tono para el día y la “fragancia” de la meditación permanecerá y dará un perfume particular al día entero. Otro momento importante es antes de quedarse dormido. Si claramente generas un estado positivo de la mente, lleno de compasión o altruismo, esto le dará una calidad diferente a la noche entera.

Cuando la gente experimenta “momentos de gracia” o “momentos mágicos” en la vida diaria, mientras caminan en la nieve bajo las estrellas o pasando un hermoso momento con amigos queridos en la playa, ¿qué está pasando realmente? De repente, han dejado atrás su carga de conflictos internos.

Se sienten en armonía con los demás, con ellos mismos, con el mundo. Es maravilloso disfrutar plenamente estos momentos mágicos, pero también es revelador entender por qué se sienten tan bien: la pacificación de los conflictos internos, un mejor sentido de interdependencia con el todo en vez de fragmentar la realidad y un descanso de las toxinas mentales de agresión y obsesión. Todas estas cualidades pueden ser cultivadas mediante el desarrollo de la sabiduría y la libertad interior. Esto dará lugar no sólo a unos pocos momentos de gracia, sino a un duradero estado de bienestar que podemos llamar verdadera felicidad.

En este estado, los sentimientos de inseguridad gradualmente dan camino a una profunda confianza de que puedes enfrentar los altibajos de la vida. Tu ecuanimidad te salvará de ser dominado, como la hierba de montaña en el viento, por cada posible alabanza y culpa, ganancia y pérdida, bienestar y malestar. Siempre puedes recurrir a la profunda paz interior, y las olas en la superficie no parecerán amenazantes.

La meditación budista puede no ser lo primero que viene a la mente cuando piensas en una prisión de alta seguridad. Para 36 reclusos de la Correccional Donaldson de Alabama, un curso de meditación riguroso y silencioso de nueve días en 2002 les dio las herramientas para echar una profunda mirada en sus vidas, y para conectarlos con su humanidad en el deshumanizante establecimiento penitenciario. Muchos han continuado meditando, y se identifican como miembros de una comunidad, “The Dhamma Brothers”. Ese es también el nombre de una colección de sus cartas a la organizadora del taller Jenny Phillips, en la cual describen el profundo impacto que la meditación ha tenido en sus vidas.


Fuente: Yes! Magazine