martes, 19 de abril de 2011

Cantar

Anoche me acosté digiriendo como cena la siguiente noticia “según un estudio científico los pájaros cantan más alto y durante más tiempo en las ciudades para contrarrestar el ruido de la ciudad y así poder escucharse entre ellos”. No voy a negar que la noticia lejos de parecerme curiosa me resultó cuando menos triste y me hizo tomar conciencia una vez más del caos que estamos construyendo como modo de vida y de lo lejos que nos estamos situando de nuestra condición natural como seres humanos que en esencia somos.


Esta semana es uno de esos periodos en que se me acentúa el síndrome del exiliado pero con un marcado carácter voluntario y vocacional pues mis pies solo se preocupan de correr en la dirección contraria a donde estén las procesiones y la multitud de gente. Mis sentidos no se acostumbran al estrépito de los tambores y cornetas, a la masa de gente que se agolpa en calles y plazas y que no te deja caminar con un mínimo de normalidad y desde luego no sirvo para seguir toda esa efervescencia místico-festiva que son las cofradías. En resumen, que no soporto el jaleo y en este caso, dejando al margen las creencias particulares de cada cual la expresión histriónica de la fe me empuja a salir al campo con más ansia si cabe.


Esta mañana me he desayunado la siguiente noticia “A las 16 horas y 50 minutos del martes 19 de abril, España entrará en déficit ecológico. Es decir, habrá agotado en algo menos de cinco meses todo el presupuesto ecológico de que dispone la economía española en el conjunto del año, entendiendo por presupuesto ecológico el equilibrio perfecto entre la riqueza ecológica que destruye y la capacidad del sistema de generar o regenerar el sistema ecológico”


Estas dos noticias que configuraron mi cena y desayuno junto con mi estado anímico acaecido por el entorno festivo me han apretado algo más el nudo en la garganta y a lo largo del día cada vez que pienso en el tema me cuesta tragar saliva. No llego a ninguna conclusión más allá de “pero que mierdas que somos los humanos” y he de ser honesto y reconocer que eso no quita ruido ni contaminación y si que consume, al menos a mí, mucha energía por lo que no he querido seguir hurgando en la herida, aunque eso sí, sin tampoco mirar para otro lado. El caso es que no sé si será por aquello del instinto de supervivencia o por no sé qué arte de romanticismo pero he querido pensar que por encima de los negros nubarrones, quizás esos pájaros de los que habla el estudio científico son bastante más inteligentes que nosotros y entonan ahora sus gorgoritos más alto por aquello que dice el refrán de “quien canta su mal espanta” y quizás aunque el mundo con sus guerras e injusticias vaya a la deriva y la lluvia ácida sea una amenaza cada vez más real, ciertas notas musicales consigan bajar la tensión reinante.


En cierta ocasión un profe me dijo, “nuestra única obligación en la vida es florecer para perfumar el ambiente”. Creo que cada vez que un pájaro canta florece algo en el ambiente.


Yo de momento me voy al campo pues ya oigo a lo lejos los tambores y creo que no me vendrá nada mal una clase de canto.

2 comentarios:

Drago dijo...

La paciencia y el empeño en seguir creyendo que las cosas se pueden hacer mejor es lo que debe permanecer. Salir al campo y airearse, coger energía y volver más fresco, nada mejor!
Un abrazo.

Sâddha dijo...

Totalmente de acuerdo contigo amigo Chencho, como dice un proverbio alemán "la perseverancia es la virtud que despierta al resto de las virtudes"; luego habrá que tener paciencia, fe y seguir para adelante, eso si, aireados a ser posible ;-). Un abrazo.