domingo, 1 de febrero de 2009

Éste es tu cerebro en éxtasis


Éste es tu cerebro en éxtasis (por Matthieu Ricard)


Luego de 2000 años de práctica, los monjes budistas saben que uno de los secretos para la felicidad es simplemente fijar tu mente en ella.



A la izquierda, Matthieu Ricard, dejó su carrera
como genetista celular hace casi 40 años para estudiar budismo.
Él es el intérprete al francés del Dalai Lama, a la derecha.
Foto por Pagoda Phat Hue, phathue.com


¿Qué es la felicidad, y cómo podemos conseguirla?

La felicidad no puede reducirse a unas pocas sensaciones gratas. Más bien, es una forma de ser y de experimentar el mundo, una profunda satisfacción que infunde cada momento y perdura a pesar de las inevitables adversidades.

Los caminos que tomamos en la búsqueda de la felicidad a menudo nos llevan, en cambio, a la frustración y al sufrimiento. Tratamos de crear las condiciones externas que, creemos, nos harán felices. Sin embargo, es la mente misma la que traduce las condiciones externas en felicidad o sufrimiento. Es por eso que podemos ser profundamente infelices a pesar de "tenerlo todo"—riqueza, poder, salud, buena familia, etc.—y, a la inversa, podemos permanecer fuertes y serenos en la adversidad.

La auténtica felicidad es una forma de ser y una habilidad a ser cultivada. Cuando recién empezamos, la mente es susceptible e indómita, al igual que la de un mono o un niño inquieto. Se necesita práctica para lograr paz y fuerza interior, amor altruista, templanza y otras cualidades que conducen a la auténtica felicidad.

Su Santidad el Dalai Lama a menudo enseña que, si bien existen limitaciones a la cantidad de información que uno puede aprender y a nuestro desempeño físico, la compasión se puede desarrollar ilimitadamente.

Practicar felicidad.

No es difícil empezar. Sólo tienes que sentarte de vez en cuando, dirigir la mente hacia dentro, y dejar que tus pensamientos se calmen.

Enfoca tu atención en un objeto determinado. Puede ser un objeto en tu habitación, tu respiración o tu propia mente. Inevitablemente, tu mente vagará cuando lo hagas. Cada vez que lo haga, gentilmente llévala otra vez hacia el objeto de concentración, como una mariposa que regresa una y otra vez a una flor.

En la frescura del momento presente, el pasado está ausente, el futuro no ha nacido todavía, y, si uno permanece en una atención y libertad puras, los pensamientos inquietantes surgen y se van sin dejar rastro. Esto es la meditación básica.

La conciencia pura sin contenido es algo que todos los que meditan regular y seriamente han experimentado, no es sólo una especie de teoría budista. Y cualquier persona que se tome la molestia de estabilizar y aclarar su mente será capaz de experimentarla también. Es a través de este aspecto no condicionado de la conciencia que podemos transformar el contenido de la mente a través del entrenamiento.

Pero la meditación también significa cultivar cualidades humanas básicas, tales como la atención y la compasión, y fomentar nuevas maneras de experimentar el mundo. Lo que realmente importa es que una persona cambia paulatinamente. A lo largo de meses y años, nos volvemos menos impacientes, menos propensos a la ira, menos desgarrados entre esperanzas y temores. Se vuelve inconcebible dañar voluntariamente a otra persona. Desarrollamos una inclinación hacia un comportamiento altruista y al conjunto de cualidades que nos dan los recursos para hacer frente a los vaivenes de la vida.

El punto aquí es que puedes observar tus pensamientos, incluyendo a las emociones fuertes, con una atención pura que no está asociado con los contenidos de los pensamientos.

Tomemos el ejemplo de la ira maligna. Usualmente nos identificamos con la ira. La ira puede llenar nuestro paisaje mental y proyectar su realidad distorsionada sobre personas y eventos. Cuando estamos abrumados por la ira, no podemos disociarnos de ella. Perpetuamos un círculo vicioso de aflicción reavivando la ira cada vez que vemos o recordamos a la persona que nos hace enojar. Nos volvemos adictos a la causa del sufrimiento.

Pero si nos disociamos de la ira y la miramos con atención, aquel que es consciente de la ira no está enojado, y podemos ver que la ira es sólo un montón de pensamientos. La ira no corta como un cuchillo, ni quema como el fuego ni aplasta como una roca; no es nada más que un producto de nuestras mentes. En vez de “ser” la ira, entendemos que no somos la ira, del mismo modo en que las nubes no son el cielo.

Entonces, para manejar la ira, evitamos dejar a nuestra mente saltar una y otra vez sobre el gatillo de nuestra ira. Entonces miramos a la propia ira y mantenemos nuestra atención en ella. Si dejamos de añadir leña al fuego y sólo observamos, el fuego se extinguirá. Del mismo modo, la ira desaparecerá, sin reprimirla forzadamente ni dejarla explotar.

No es cuestión de no experimentar emociones; es cuestión de no ser esclavizados por ellas. Deja que surjan emociones, pero permítales ser libres de sus componentes aflictivos: distorsión de la realidad, confusión mental, aferramiento y sufrimiento para uno mismo y los demás.

Hay una gran virtud en descansar de vez en cuando en la conciencia pura del momento presente, y en ser capaces de invocar este estado cuando las emociones aflictivas surgen para no identificarnos con ellas ni ser influenciados por ellas.

Es difícil al principio, pero se vuelve bastante natural a medida que te familiarizas cada vez más con este enfoque. En cualquier momento en que la ira surge, aprendes a reconocerla inmediatamente. Si conoces a alguien es un carterista, incluso si se entremezcla en la multitud, lo divisarás inmediatamente y mantendrás un ojo cuidadoso sobre él.

Interdependencia.

Así como puedes aprender a lidiar con pensamientos angustiantes, puede aprender a cultivar y mejorar los saludables. Estar lleno de amor y bondad da lugar a una manera óptima de ser. Es una situación ganar-ganar: disfrutarás de un bienestar duradero para ti mismo, actuarás de manera altruista hacia los demás, y serás percibido como un buen ser humano.

Si el amor altruista se basa en una comprensión de la interdependencia de todos los seres y de su natural aspiración de felicidad, y si este amor se extiende con imparcialidad a todos los seres, entonces es una fuente genuina de felicidad. Actos de amor desbordante, de pureza, de generosidad desinteresada, como cuando haces feliz a un niño o ayudas a alguien necesitado, aunque nadie se entere de lo que has hecho, generan una realización profunda y reconfortante.

Las cualidades humanas a menudo vienen en grupos. El altruismo, la paz interior, la fuerza, la libertad y la felicidad verdadera prosperan juntas como las partes de una fruta nutritiva. Del mismo modo, el egoísmo, la enemistad y el miedo crecen juntos. Así, aunque ayudar a otros puede no ser siempre “placentero”, esto conduce a la mente a una sensación de paz interior, valentía y armonía con la interdependencia de todas las cosas y los seres.

Los estados mentales angustiantes, por otro lado, empiezan con el egocentrismo, con un incremento en la brecha entre uno mismo y los demás. Estos estados están relacionados con la excesiva auto-importancia y el egocentrismo asociados con el miedo o el resentimiento hacia los demás, y con la caza de cosas exteriores como parte de una desesperada búsqueda de una felicidad egoísta. Una búsqueda egoísta de la felicidad es una situación perder-perder: te haces a ti mismo miserable y haces miserables a los demás también.

Los conflictos internos están vinculados a menudo con la excesiva reflexión sobre el pasado y en la anticipación del futuro. No estás prestando atención realmente al momento presente, sino que estás concentrado en tus pensamientos, en un círculo vicioso, alimentando tu egocentrismo.

Esto es lo contrario a la atención pura. Volver tu atención hacia dentro significa mirar a la conciencia pura en sí misma y habitar sin distracciones, sin esfuerzos, en el momento presente.

Si cultivas estas habilidades mentales, después de un tiempo ya no necesitarás aplicar esfuerzos artificiosos. Puedes lidiar con perturbaciones mentales, así como las águilas que veo desde la ventana de mi monasterio en el Himalaya lidian con los cuervos. Los cuervos a menudo las atacan, lanzándose sobre las águilas desde arriba. Sin embargo, en lugar de hacer toda clase de acrobacias, el águila simplemente retrae un ala en el último momento, deja pasar al cuervo en picada, y luego extiende su ala otra vez. Todo esto requiere un esfuerzo mínimo y causa poca perturbación.

Estar experimentado en lidiar con el repentino surgimiento de las emociones en la mente funciona de manera similar.

He tratado con el mundo de las actividades humanitarias por un número de años desde que decidí dedicar la totalidad de las regalías de mis libros a 30 proyectos sobre educación y salud en el Tíbet, Nepal e India, con un grupo de voluntarios dedicados y de filántropos generosos. Es fácil de distinguir cómo la corrupción, los enfrentamientos de egos, la empatía débil, el desánimo, pueden infestar el mundo humanitario. Todo esto se origina en una falta de madurez. Así que las ventajas de invertir tiempo en desarrollar el altruismo humano y la valentía compasiva son obvias.

La fragancia de la paz.

El momento más importante para meditar o hacer otros tipos de prácticas espirituales es temprano en la mañana. Fijas el tono para el día y la “fragancia” de la meditación permanecerá y dará un perfume particular al día entero. Otro momento importante es antes de quedarse dormido. Si claramente generas un estado positivo de la mente, lleno de compasión o altruismo, esto le dará una calidad diferente a la noche entera.

Cuando la gente experimenta “momentos de gracia” o “momentos mágicos” en la vida diaria, mientras caminan en la nieve bajo las estrellas o pasando un hermoso momento con amigos queridos en la playa, ¿qué está pasando realmente? De repente, han dejado atrás su carga de conflictos internos.

Se sienten en armonía con los demás, con ellos mismos, con el mundo. Es maravilloso disfrutar plenamente estos momentos mágicos, pero también es revelador entender por qué se sienten tan bien: la pacificación de los conflictos internos, un mejor sentido de interdependencia con el todo en vez de fragmentar la realidad y un descanso de las toxinas mentales de agresión y obsesión. Todas estas cualidades pueden ser cultivadas mediante el desarrollo de la sabiduría y la libertad interior. Esto dará lugar no sólo a unos pocos momentos de gracia, sino a un duradero estado de bienestar que podemos llamar verdadera felicidad.

En este estado, los sentimientos de inseguridad gradualmente dan camino a una profunda confianza de que puedes enfrentar los altibajos de la vida. Tu ecuanimidad te salvará de ser dominado, como la hierba de montaña en el viento, por cada posible alabanza y culpa, ganancia y pérdida, bienestar y malestar. Siempre puedes recurrir a la profunda paz interior, y las olas en la superficie no parecerán amenazantes.

La meditación budista puede no ser lo primero que viene a la mente cuando piensas en una prisión de alta seguridad. Para 36 reclusos de la Correccional Donaldson de Alabama, un curso de meditación riguroso y silencioso de nueve días en 2002 les dio las herramientas para echar una profunda mirada en sus vidas, y para conectarlos con su humanidad en el deshumanizante establecimiento penitenciario. Muchos han continuado meditando, y se identifican como miembros de una comunidad, “The Dhamma Brothers”. Ese es también el nombre de una colección de sus cartas a la organizadora del taller Jenny Phillips, en la cual describen el profundo impacto que la meditación ha tenido en sus vidas.


Fuente: Yes! Magazine





3 comentarios:

dezaragoza dijo...

Sencillamente fantástico. Yo prefiero el camino del Tao pero al final van a lo mismo y son muy parecidos en muchas cosas. Genial, un gran post.

Cris dijo...

Me considero feliz, y en alguna ocasión he tenido que aguantar algún comentario de algún amargadillo que dice no entender en qué se basa mi felicidad. Me centro bastante en la vida, me gusta sentirla, aunque a veces pueda parecer que tengo altibajos los mantengo dentro de los límites de la estabilidad, aunque esos límites puedan ser más anchos que para otra gente.
Por otra parte, sobre la meditación, yo soy de las que se ponen nerviosas con las técnicas de relajación. Me dijeron una vez que ese trastorno tiene un nombre, no sé, pero lo paso fatal, me empieza a picar todo. Seguramente no lo hago bien.
Otra cosa: no te lo quería decir todavía pero tengo encargado tu libro. Pensaba mandarte una foto cuando lo tuviera... pero si no te lo digo ahora reviento. Lo que he leído aquí me ha recordado un poco a "Tus zonas erróneas" pero de una manera más espiritual y paternalista y menos técnica.
Una última cosa: ¿se considera santo al Dalai Lama?

Sâddha dijo...

Dezaragoza tu lo has dicho, al final se llega al mismo sitio, que no es otro que vivir con sentido.
Cris los altibajos forman parte de la montaña rusa que es la vida,lo importante es tener conciencia que estamos montados y estamos en el viaje, disfrutándolo incluso hasta cuando viene el vértigo de la bajada. En cuanto a la meditación, como todo en la vida es cuestión de práctica (y de picores, a mi también me dan, pero los dejo expresarse y terminan marchándose).Eso no es un trastorno, el trastorno es tener la necesidad de ir poniéndole etiquetas a todo. En cuanto a lo del libro, anula la petición y ya lo hablamos en mail.
El Dalai Lama es considerado la reencarnación del Buda, es por eso que se le llama santidad, como a Ratzinger Z, pero con la diferencia de que el Dalai me da a mi que no se siente tan santo como se pueda sentir Ratzinger, pero vamos este último comentario es un prejuicio maligno mío.
Como siempre, de corazón, gracias a los dos por pasar.