jueves, 12 de febrero de 2009

Carne de cañón.



La otra mañana tenía la radio puesta de fondo como tantas otras veces. Y en ese run run que deja en el aire la conversación, llegan palabras que uno no siempre alcanza a enlazar ni a pasar por el filtro de la escucha, tan solo pasan por el registro del oído pero no traspasan la capa de nuestra atención. En un momento dado y por alguna razón que no siempre es clara, una palabra hace la función de anzuelo y pesca tu atención. En este caso recuerdo que me enganché con la palabra buey, así fue como me enteré que estaban hablando de las virtudes culinarias de los chuletones de dicho animal. En este aspecto siguió preguntando el periodista a la persona llamémosla “experta en el apasionante mundo del chuletón de buey” acerca de la dificultad de encontrar bueyes, pues ya se tendrán que criar exclusivamente con finalidad alimentaria puesto que en otros tiempos si era un animal de uso frecuente en las labores del campo, tanto para arar la tierra, como para tirar de carruajes y demás tareas de labranza; en cambio ahora con la mecanización de la agricultura es un animal que ya se habrá dejado de criar. La respuesta que dió el entrevistado fue lo que me dejó, podríamos decir la cicatriz existencial del día. Esta persona vino a decir, que si bien es cierto que ya no se crían bueyes porque es un hecho incuestionable lo de la mecanización del campo, todavía quedan por ahí bueyes; y a eso se dedican él y sus colaboradores, a buscar esos bueyes que quedan digamos residuales, por la geografía de España. Bueyes que ya son mayores, que han estado toda su vida siendo usados para el trabajo de campo. Son esos bueyes los que ellos especialmente buscan, porque el buey, no se me olvidarán las palabras textuales que utilizó, “cuanto más ha trabajado y más ha obedecido, mejor sabe su carne, tiene un sabor más especial”. La mansedumbre y el sometimiento hacen más jugosa la carne de la víctima, no pude evitar pensar al escuchar esto.
Parafraseando a Benedetti cuando dice que un pesimista es un optimista bien informado, uno no puede por menos que sentir un escalofrío al escuchar frases como la que soltó este cocinero. Viendo el ambiente que se respira, donde como dice Galeano muchos “nadies” que además son ninguneados valen menos que la bala que los mata y estamos inmersos en una crisis que dicen que es económica y no de valores, en la que los bancos reciben ayudas para que puedan seguir existiendo y continuar así cobrando intereses a los que no reciben ayudas; es cuando menos espeluznante tomar conciencia de la posibilidad de estar preparando nuestra carne con este sometimiento al neoliberalismo que nos cuece la vida, para que cuando lo estimen oportuno los amos, nos peguen un bocado y comprueben el efecto de la obediencia en nuestro propio sabor.
Desde que escuché esta noticia ha pasado ya una semana, pero todavía tengo el eco del ardor de estómago.

7 comentarios:

dezaragoza dijo...

Te has salido con esta entrada. Ahora entiendo porqué soy tan indigesto para tantos directores y empresarios: carne correosa y cornada que se han llevado. Fantástico.

Cris dijo...

Oyendo cosas como estas, mi amigo David se volvió vegetariano. Y vegetariano lleva más de diez años.

El otro día me mandaron un mail sobre las ayudas que reciben los bancos, pero no sé si fuiste tú mismo. Si no, dímelo y te lo reenvío.

Genial, como siempre.

Majo dijo...

Muy buena conclusión. Voy a ponerme a pensar sobre ello...

Sâddha dijo...

Hola a l@s tres.
Dezaragoza suena gracioso eso de salirse con la entrada, pega incluso con la idea que quiero transmitir con mis palabras en esta entrada el hecho de plantearnos qué salsa es la que nos cuece y de qué manera nos podemos salir de la olla. En cuando a lo de ser carne correosa, creo que está bien si el objetivo final es que el cocinero para comprobar si no te cueces porque no está lo suficiente caliente el agua, se meta también en la olla y así nos cocinemos los dos y de alguna manera contribuyamos con la alquimia que conlleva la cocina a transformarnos en algo más enriquecido. Es mejo estar enriquecido a recocido.

Cris, yo el dilema de hacerme vegetariano lo llevo arrastrando mucho tiempo. Son muchas las hipótesis y planteamientos que pululan mi cabeza y quizás algún día escriba sobre ello para ver si la blogoterapia me ayuda a poner orden. No se si te mandé el mail, yo recibí uno por el estilo y contribuyó a este post ulceroso que he colgado.
Majo, piensa pero con moderación que el pensar es como el beber alcohol, tiene su punto pero en dosis moderadas porque luego nos vienen los comederos de coco, los derrapes neuronales y demás movidas mentales y se nos va la pinza de una manera que al final terminamos como yo hoy, que en un rato me voy a cabo de gata a desconectar todo el finde para darle una tregua a mi pobre coco.
Besos a l@s tres.

Rosa dijo...

Pues mira, esta entrada tuya me ha estimulado la rebeldía. Si la docilidad hace nuestra carne más sabrosa, como a los pobres bueyes, a ver si mi falta de docilidad vuelve mi carne tan correosa, dura e insípida que cuando el sistema intente pegarme un bocado se le jojan, por lo menos unos cuantos dientes.
Que lástima no saber el lenguaje "buey" para hablar con ellos y chivarles su salvación.
Besos.

Sâddha dijo...

Estoy contigo Rosa, debemos tener nuestra dósis de rebeldía necesaria.
Yo creo que debemos reivindicar el derecho a la docilidad sin riesgo de que nos coman, esa sería una rebeldía alternativa a la de "tú no me comes porque yo tengo los dientes más grandes que los tuyos y te como yo a ti antes".

Anónimo dijo...

a ver que os parece, he actualizado comentándolo un poco mejor:

http://fomentaeltrueque.blogspot.com/