
Durante varios días van y vienen a mi cabeza palabras, imágenes, sensaciones y emociones entorno a todo lo que está ocurriendo desde el día 15 de mayo. Creo que sencillez y facilidad no son conceptos sinónimos, así, es sencillo entender que el mundo no está bien como está y que son necesarios cambios urgentes que a su vez son sencillos de entender porque atienden a conceptos elementales como la justicia, la paz y la convivencia, pero por el contrario estos cambios no son nada fáciles de realizar porque la realidad que se pretende cambiar atiende a otros conceptos también elementales como son el miedo, la inseguridad o la ignorancia. Si preguntamos a cualquiera, es raro que no encontremos a alguien que no quiera que no haya pobreza en el mundo, o que no desee que haya paz y prosperidad y tengamos un planeta sin contaminación en el que podamos disfrutar todos. Ahora bien, cuando el deseo se tiene que transformar en una forma de hacer es cuando comienza la catarsis colectiva, pues cada cual segrega sus efluvios emocionales en forma de gestos que no hacen nada más que acotar su parte correspondiente de terreno con la que construir el micropatrimonio que le de la estabilidad que necesita para seguir respirando. Entonces lo que llamamos derechos universales se convierten en un universo de derechos pues cada cual lucha por los suyos individuales y lo colectivo se diluye en el sumidero del miedo y la indefensión aprendida.
Ayer me llamaba la atención cómo un camarero que se levanta todos los días a las cinco de la mañana para abrir su bar a las seis y servir cafés durante todo el día, cuando vió pasar a los manifestantes delante de su cafetería criticaba a la gente que se manifestaba y que pedía mejores condiciones de trabajo “para tod@”. Renegaba que él estuviese trabajando mientras otros estaban manifestándose y se otorgaba la capacidad de estar levantando el país con su trabajo y los demás (los manifestantes) se estaban beneficiando de su aportación y de sus impuestos. Seguramente a esta persona le gustaría trabajar durante menos horas al día y tener algún día de descanso pues abre su bar todos los días de la semana; y es muy probable que le gustara tener un salario mejor sin necesidad de dejarse la vida detrás de una barra, pero eso es imposible porque “las cosas son así” y “esto es lo que tenemos y no lo podemos cambiar” porque “yo bastante tengo con lo mío” etc etc etc.
Es triste que a veces estemos tan centrados en todos los troncos que tenemos que cortar que debido a ello no nos permitimos espacio para afilar el hacha.