
El otro día llegaba a mis manos un pequeño artículo acerca del desarrollo de los bebes que explicaba como en cierto momento del desarrollo, cuando el bebé ya comienza a agarrar los objetos con sus manos, si se le muestra algo que llame su atención procederá a agarrarlo con su mano; y si a continuación le muestras otro objeto que también le llame la atención igualmente irá a cogerlo con la otra mano que le queda libre, manteniendo cada objeto con cada mano, pero si seguidamente le muestras un tercer objeto que también resulta de su interés hará todo lo posible por asirlo también entre las dos manos que ya están ocupadas con sendos objetos anteriores, con lo que no lo conseguirá y ahí empieza una pequeña situación de frustración de querer coger y no poder, hasta que aprende el ejercicio de soltar para coger, de medir su capacidad para retener y de que no todo se puede tener a la vez. Se supone que esta lección queda grabada en nuestro córtex cerebral y está dispuesta para aplicarla cuando resulte necesaria a lo largo de nuestra vida. Ocurre con esto como con el aprendizaje de no hacernos nuestras necesidades encima y realizarlas en el lugar destinado a ellas.
En estos días ha salido a los medios una campaña para hacer frente a la crisis, con la que se pretende levantar el ánimo de la población diciendo que la crisis es algo que tenemos que arreglar entre todos y no dejarla en manos de los políticos ni de otros. En un primer instante uno piensa que es cierto eso de que el desánimo no es el mejor apoyo para salir de las crisis, pero enseguida me surgen una serie de preguntas al atender a esta campaña, como por ejemplo, ¿quiénes somos todos? ¿quiénes son los otros? Porque claro, no puedo evitar pensar si en ese “todos” solidario me equiparan a los que salen en el anuncio hablando de optimismo como son un ganador del premio planeta, un campeón de rallyes, famosos periodistas, empresarios y un largo etc con quien no consigo empatizar al menos en lo que a ingresos económicos se refiere. Por otro lado se hace en el anuncio el símil de la crisis con la sensación térmica en la temperatura ambiente, de manera que al igual que a veces hay una temperatura “X” pero la sensación térmica puede ser “X-3”, de la misma forma la crisis nos afecta en “X” pero la percibimos como mayor. Yo en este punto me encuentro con otra disyuntiva, pues si bien es cierto que no toda la población siente la crisis en la misma proporción y por tanto el desánimo generalizado que hay, honestamente tendría que ser más selectivo, porque no todo el mundo sufre la precariedad como las personas concretas que no obtienen ningún ingreso y además no encuentran posibilidad de emplearse; y por tanto las personas que no tenemos una situación de desamparo de este calibre tendríamos que ser más optimistas, me encuentro aquí con esa disyuntiva, pues discrepo con el sentido de optimismo que se predica en la campaña, ya que se insta a no tener miedo a gastar y a fomentar el consumo como medio para incentivar el mercado. Pero es que precisamente creo que esa ha sido la causa de la crisis que tenemos y de las que vendrán más adelante si no reformulamos el sistema puesto que la clave no creo que sea consumir sino más bien (permitiéndome el juego de palabras) “sumar con”, es decir, compartiendo y no tragando como sumideros desbocados. No me puedo creer que por comer más de lo que mi hambre me demanda ni por tener más bienes materiales de los que puedo llegar a disfrutar en todo su potencial voy a construir un mundo más justo y equitativo. Es como si le quisiésemos enseñar a los bebes cuando no pueden aferrar más de dos objetos que la única manera de que le salgan tres manos es intentando coger más de dos objetos a la vez.
Es cuando menos curioso cómo se van modificando los aprendizajes que adquirimos en nuestras primeras edades y llegados a la madurez nos cagamos fuera del tiesto porque no podemos coger más de lo que abarcamos.