A veces, reparo en la sencillez de los días y es entonces cuando las palabras se agotan, la simplicidad del momento se bebe de un trago cualquier atisbo gramático y sólo quedamos el deslumbramiento y yo, formando un tanden inexpugnable. Todo se muta, se retuerce lo llano y cae el suelo hacia el cielo, no me queda entonces más remedio que licuarme entre la oscuridad de la luz y el ensordecedor silencio y esperar que este estado de lucidez pase aunque no exista el tiempo ni tan siquiera el espacio y no se qué o quién, me escupa nuevamente al péndulo que viaja del recuerdo al mañana.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario