La forma geométrica que más se repite en la
naturaleza es la curva, los astros y sus trayectorias trazan esta forma en sus
distintas variantes, circunferencias, óvalos, elipses…Y seguramente haya algo
que se escape en mayor o menor medida a este influjo curvilíneo pero en
cualquier caso casi todo o al menos una gran parte del universo está bajo la
influencia de esta forma.
En el zen, la vida o la existencia se representa
con un círculo sin cerrar, como un gesto que recuerda que la naturaleza es
cíclica pero a la vez no está cerrada en un bucle infinito. Yo creo que en esa
línea de imagen alegórica, la vida se podría representar como una espiral, que
igual recuerda el sentido cíclico de las cosas pero a la vez expresa que ese
ciclo nunca es el mismo pues en cada momento está más cerca o más lejos del
origen. Así, la espiral se puede andar o desandar, o utilizando el título de
éste post, espiralizar o desespiralizar (palabras que por otro lado ignoro si
existen, pero que en todo caso me sirven para entenderme).
En este momento creo que es tiempo de desespiralizar,
es decir, de volver al centro. Las diversas situaciones y circunstancias en que
me he ido metiendo y saltando de una a otra, como haría un niño que juega
saltando de un charco a otro, me han llevado cada vez más adelante en esa
espiral pero a la vez más lejos de mi centro. Ahora toca regresar. Y no sé si
llegaré hasta mi centro, pero al menos tengo que hacerlo hasta que nuevamente
me habite la sensación de que estoy cerca de mí, de que conozco al que veo en el
espejo cada mañana al lavarme la cara.